El sistema de terrazas en Milpa Alta: tecnologías tradicionales para la conservación de suelos y la retención del agua
El profundo y extenso paisaje que se aprecia en todas las laderas de las elevaciones que configuran hoy día al territorio ubicado al sureste de nuestra Ciudad de México, reconocido como la alcaldía de Milpa Alta, es evidencia viva y plena de uno de los sistemas agrícolas ancestrales más importantes que se adoptaron desde tiempos remotos, desde el inicio de época prehispánica en nuestro territorio, esto es, las conocidas terrazas, construcciones elaboradas a partir de muros de piedra que solventan los desniveles del suelo, creando nuevos y llanos espacios para cultivar, logrando con ello grandes beneficios. Aquí, particularmente se registran aquellas que, aprovechando los suelos escarpados y agrestes, se convirtieron en realidad, en una tecnología que puede definirse como autosustentable, valiendo así tanto para la adaptación y conservación de los suelos, como al mismo tiempo, utilizando al máximo el beneficio del agua de temporal, con una serie de componentes adicionales.
Esta práctica hereditaria, que implica un gran conocimiento acumulado, ha dado un fuerte impulso a la producción agrícola a través del tiempo, cuando ha surgido la necesidad de incorporar tierras aparentemente agrestes y poco útiles para la producción de alimentos, como el aprovechamiento de los recursos naturales al máximo. Así, estas terrazas surgen y perviven claramente en Milpa Alta (por cierto, con muy buen grado de preservación a pesar del crecimiento urbano desmedido que avanza aceleradamente). Habremos de reconocer, por tanto, al sistema de terrazas como una de las técnicas delegadas más notables a nivel mundial y en especial en nuestro país, la cual, es considerada como una de las tres formas de agricultura intensiva, con un alto valor. De tal manera que, la acumulación de superficie como producto de la elaboración de terrazas de cultivo, para nivelar, proteger o desarrollar aún más el suelo y establecer obras hidráulicas de filtración, retención y canalización de las aguas de lluvia, contribuiría potencialmente a obtener hasta dos cosechas por año, por lo que se considera un sistema intensivo a la par, por ejemplo, del sistema chinampero en los lagos, llevando a una optimización de los recursos naturales al máximo de la región.
Las condiciones geomorfológicas, geográficas, topográficas, edafológicas, e hidrológicas, entre otras más del área en cuestión, configuraron áreas altamente potenciales, ya que sabemos que los suelos se han formado como consecuencia de ello, a partir de materiales volcánicos como la ceniza y los derivados del intemperismo o destrucción de la roca basáltica, por lo tanto son francos, con características que funcionan para la acumulación del agua, favoreciendo la retención de la humedad. De esta forma, por la riqueza de sus suelos y características referidas, se implementa el desarrollo de las terrazas agrícolas, las que han sido reconocidas fundamentalmente de tres tipos básicos: a) lineal o de contorno, ubicadas a lo largo de las laderas de los cerros, percibiendo en Milpa Alta algunas variantes dentro de este tipo (terrazas en torno a las lomas o lomeríos, de cajón, corrales-cuartos y las delimitadas por muros, los llamados tecorrales), b) metepantlis o semiterrazas, configuradas a través de muros de hileras de magueyes, y c) las presas o de barranca, ubicadas en la confluencia de elevaciones.
A través de los estudios efectuados se ha corroborado el aprovechamiento y acondicionamiento total de las laderas, adecuando la construcción del tipo de terraza acorde a las pendientes y a los suelos. En ocasiones, exclusivamente para el desplante de dicho sistema agrícola y en otros, combinando con el de construcciones para habitación destinada a albergar a la población relacionada con tales actividades, lo cual facilitó su vigilancia y cuidado. Así como en algunos casos especiales, el desplante de áreas de culto relacionadas con éstas prácticas. De esta manera, las terrazas agrícolas constituyeron una respuesta excepcional para dar solución al problema de la falta de espacios y tierras fértiles cultivables, como también al abastecimiento de alimentos (en especial el maíz o tlaolli en náhuatl) ante la demanda de una población en crecimiento constante, y en su momento, para el pago de tributos a la antigua ciudad de Tenochtitlán.
Cualquiera que haya sido la motivación para la construcción de tan innovadora tecnología, son claros los beneficios múltiples que se obtienen, puesto que el rendimiento de las tierras fue altamente productivo, tal como lo muestra la cantidad de terrazas localizadas en estas áreas, así como los lugares de almacenaje y de todos los elementos diversos en torno a esta práctica, las que demuestran una fuerte organización compleja, alcanzada hacia el periodo Postclásico en época prehispánica, previo a la Conquista Española.
Cabe señalar que estas construcciones, en la actualidad, constituyen también un fuerte impulso a la cohesión social de los habitantes dedicados a la siembra en las terrazas, ya que los une la defensa de su patrimonio, de su modo de producir, de su forma de ser y de conservar su identidad. •