Sí hablamos de la producción de hortalizas en el suelo de conservación, no podemos dejar de lado al pueblo de San Andrés Mixquic, debido a que entre sus habitantes hay personas que como yo, nacimos y crecimos en familias campesinas que nos inculcaron el amor por la agricultura.
Desde nuestra infancia, tuvimos un contacto muy cercano con cada elemento a nuestro alrededor, desde la tierra que conforma la parcela, hasta el agua de los canales que nutre y da vida a los cultivos. Aprendimos a trabajar de manera manual a través del uso del azadón y la yunta, a identificar las temporadas de secas y de lluvia, conocimos el uso que tiene el lodo del fondo de los canales y las consecuencias que tiene la degradación de la tierra. En el campo aprendimos a amar a la tierra, a respetarla y cuidarla porque de ella obtenemos nuestros alimentos. Nos hicimos conscientes de que la enseñanza que nos inyectaron nuestros abuelos y nuestros padres, no sólo es una herencia, sino que es una tradición que tenemos en las venas, que ya traemos en la sangre; es lo que nos define como productores y trabajadores del campo.
El ser productores desde niños se vuelve un papel importante porque no sólo se nos prepara para ser generadores de alimentos naturales, sino que también nos convierte en guardianes del suelo de conservación, cuya responsabilidad es transmitir los conocimientos necesarios que aporten soluciones amigables a esta ardua tarea de conservación y cuidado del medio ambiente.
Es a partir de estos recuerdos que reflexiono hoy día sobre la situación actual que atraviesa la producción hortícola en el pueblo de San Andrés Mixquic, ya que con la entrada de la modernidad y los adelantos tecnológicos las prácticas agrícolas se han visto trastocadas y modificadas al grado de afectar tanto la calidad del suelo y del agua, así como de nuestro medio ambiente. La introducción de tractores, agroquímicos y pesticidas han dañado mucho a la tierra, porque no sólo la erosionan, sino que también crean nuevas enfermedades y plagas más resistentes.
Por eso, para hacer frente a esta situación, considero de debemos de retroceder a la forma de cultivo de hace 40 años, volver a la agricultura tradicional, a la agricultura de conservación. Para que nuestros suelos se compongan debemos de utilizar de nuevo la yunta, volver al almácigo, al placahual, al chapín, sacar nuestras plantas como nos enseñaron nuestros padres. Reutilizar el material vegetal para renovar las chinampas, evitando materiales como la Urea, que si bien produce hortalizas de manera rápida, al final son productos que crecen y se ofrecen enfermos. Asimismo es de gran importancia involucrar a las nuevas generaciones, enseñarles a los niños este amor a la tierra, educarlos a producir sus alimentos respetando el medio ambiente, el entorno donde viven, transmitirles esta pasión por cuidar y preservar el entorno natural que los rodea.
Además para mantener la tradición agrícola en el Pueblo de Mixquic creo que lo más importante es enseñarles bien a nuestros hijos, aunque sean o no profesionistas, esta tradición hermosa que es la producción de alimentos para la ciudad de México. Mostrarles que se puede llevar a cabo una agricultura limpia, libre de químicos foliares y granulados, en la cual se deje de lado el uso de insecticidas que además de ser perjudiciales para nuestros suelos, se vuelven dañinos para el consumo humano. Educarlos desde la enseñanza básica para que puedan producir sus propios alimentos, impartirles los conocimientos básicos de la producción hortícola para que más adelante sigan llevando a cabo esta tradición que tanto nos distingue como demarcación.
Por otro lado, otra de las acciones que debemos de implementar para que Mixquic siga siendo reconocido como un importante proveedor de hortalizas, es trabajar de la mano con el Gobierno de la Ciudad de México así como con las instancias encargadas del cuidado y preservación del medio ambiente; ya que la conjunción de su conocimiento técnico con nuestro saber tradicional puede generar estrategias de trabajo que fortalezcan la calidad de nuestros productos así como la preservación y transmisión de nuestros saberes tradicionales.
Finalmente, aprovecho la ocasión para invitar a los lectores a que no permitan que la mancha gris absorba las áreas verdes y rurales de nuestra ciudad, que apoyen y difundan el trabajo de campesinos que como yo, buscan alternativas de producción que no sólo ofrezcan productos naturales, sino que le regresen a la tierra un poco de lo mucho que nos ha dado. Que siembren la semilla del amor al campo en los niños y jóvenes para que ellos en un futuro puedan seguir disfrutando de los beneficios ambientales que pueblos como San Andrés Mixquic pueden ofrecer.
Trabajemos en conjunto para fomentar la economía campesina, cuidemos nuestros recursos naturales y sigamos caminando a un futuro en donde la agricultura de conservación sea el modelo de nuestra subsistencia. •