Maíces nativos: base identitaria y alimentaria de productores tlalpeños
Las parcelas de maíz se cultivan en las alturas de la alcaldía de Tlalpan, y desde lo alto se alcanza a observar la creciente urbe, temiendo su llegada, que fracciona y edifica de norte a sur y de este a oeste. Y así, evadiendo un sin número de eventos que acciona el hombre, hacen de estos suelos de cultivo de maíz un manjar al mejor postor o una joya en resguardo de un productor.
Los hombres y mujeres tlalpeños, que pisan los suelos para labrar y sus manos para cosechar, son los que se erigen al lado de su milpa un entorno citadino y en combinación con los bosques conjugan paisajes perfectos que elevan su grandeza y su identidad.
Entonces cuando andamos en campo, en las parcelas maiceras de la gran Ciudad de México se nos van los pensamientos en una interrogante, ¿de dónde surge la base identitaria del productor de maíz nativo?
Ese maíz cacahuazintle, azul, amarillo o blanco, padece duros embates que parece hacerles caer, pero la resistencia de los tallos que permanecen erguidos, da esperanza y vida al productor. Esos productores tlalpeños con los que andamos, son adultos, adultos mayores, que, en su ser, vive la pericia, la dignidad, la tradición y la lucha; sustantivos que emergen de sus sentimientos y pensamientos. Día a día, desde muy temprano salen camino a la parcela con la esperanza de ver su milpa, para cultivarla, para cuidarla, para pensar en sus tortillas, elotes, tamales, pinole, pozole, sopes, tlacoyos o en la convivencia y cohesión familiar que conlleva las labores que exige el cultivo, o en el dinero que va a llegar.
Por muchos años se han pasado de generación en generación la tradición agrícola del cultivo de maíz, y se fueron también tejiendo conocimientos en una sinergia de olores de campo, verdes diferentes, oxígeno, carbono y mucha tradición.
Juan Reza Olmos, (70 años, San Miguel Topilejo, 6 hectáreas): Me siento una persona muy afortunada, de poder contar con la dicha de ser agricultor, para labrar la tierra y seguir con la tradición en mi familia que ha trascendiendo de generación en generación, ya que nos permite trabajarla y como recompensa nos da frutos como los alimentos para el consumo de la humanidad y es tan generosa que nos impulsa hasta económicamente para seguir trabajándola con amor, honor y dignidad
Salvador Martínez Ruiz (54 años, Magdalena Petlacalco, 2 hectáreas): Para mantener mi semilla azul, he buscado formas, desde hace tres años vi el color de mi semilla azul, azul cielo casi casi, fui con mis compañeros de Xicalco, y me traje un morado, ahora tengo un azul más fuerte, este maíz, lo ocupamos en la semana santa para hacer los tamales de nazareno.
María Agustina (63 años, San Miguel Xicalco, 0.5 hectáreas): Siento un gran cariño por mi parcela porque es un recuerdo de mi padre, por eso lo seguimos cultivando.
Mario Secundino (61 años, San Miguel Xicalco, 1 hectárea): Las esperanzas se fortalecen con el trabajo y el apoyo de todo los que estamos alrededor del cultivo. Para mí el valor de la tierra es el valor de la vida y la amo.
Alfonso Franco (74 años, San Miguel Xicalco, 0.5 hectáreas): Cada que empezamos un nuevo ciclo, nos preparamos y lo hacemos con la idea de que nuestra milpa va a dar una nueva cosecha. Ahí no va solo maíz, también van nuestras ganas de trabajar y de seguir manteniendo estas tierras de han pasado de generaciones atrás, pues en mi caso fue mi suegra la que me enseñó a trabajar el campo y junto con mi esposa tratamos de enseñarle a nuestros hijos el amor por la tierra y que la siguieran cultivando ahora también ya llevo a mis nietos para enseñarles lo mismo.
Emilia Becerril, (70 años, San Miguel Xicalco, 1 hectárea): Tener trabajada la parcela es muy importante por distintos factores: me da maíz para mi consumo y el de mi familia, también me da hoja de tamal para poder venderla y cubrir mis necesidades y, no sólo eso, al sembrar y cosechar hago bastante ejercicio y me mantiene activa, esto es lo que me da vida.
Estos pensamientos y sentimientos hacen resistencia y se entrelazan en una cotidianidad para hacer identidad, como una fortaleza, es decir, una posibilidad en lo imposible, puesto que las inclemencias del clima, cada día más inestables, atípicas y rudas, ponen a prueba al maíz y al productor, pruebas difíciles, abundan en este contexto, las jornadas de trabajo, que se duplican porque no hay gente que quiera trabajar en campo o porque la tierra ya no quiere dar o, lidiando con personas que se roban la cosecha o con aquellas que abusan de los agroquímicos, con las personas que arrancan el suelo y luego quieren cultivar en lo estéril. Pero es así, como se erigen maíces y productores.
La base alimentaria de estos tlalpeños es un referente muy importante que se entrelaza en el tejido de sentimientos, pensamientos: una simbiosis entre productor y maíz y, juntos a paso lento por la edad o a gran velocidad mental, hacen lo que se requiera con tal de ver nuevamente otro ciclo de vida, de semilla nativa a semilla nativa. Y para ello da apertura a la transformación para abatir los contras y, con su actitud y aptitud, están entrelazando nuevos conocimientos en su forma de producir, usando técnicas agroecológicas y requiere de hilos de resistencia, incredulidad, confrontación, organización, capacitación, retroalimentación, resiliencia, cohesión, para apropiarse de los conocimientos, y así replicar las mejores alternativas consensadas entre la tradición e innovación.
Esto es la realidad que da vida a un maíz noble, rico y, vida a productores citadinos en todas las dimensiones, de un grupo de 36 productores (as) de las localidades de San Miguel Xicalco, San Miguel Topilejo y Magdalena Petlacalco, que fortalecen casi 76 hectáreas del cultivo de maíz con técnicas agroecológicas. En el 2020 iniciaron su conformación de manera coyuntural y voluntaria, para fortalecer sus conocimientos y habilidades, dentro del proyecto “Preservación de Maíces Nativos en la Alcaldía de Tlalpan, y ahora en este 2022 en el proyecto “Manteniendo la Conservación de Maíces Nativos en la Alcaldía de Tlalpan. Esta experiencia logra hacer, una simbiosis: Sin maíces no hay productor, sin productores no hay cultivo, por lo tanto, este cultivo defiende tradición, sentimientos y pensamientos que fortalecen una base alimentaria y de identidad. •