El proyecto de La Trajinera del Conocimiento nace de un activismo de chinamperos y avecindados que empezamos a formularnos preguntas sobre el deterioro y desaparición de las chinampas y la proliferación de asentamientos irregulares para redimensionar nuestros proyectos de autoorganización.
Localizados en la chinampaneca de Tláhuac nuestro trabajo para visibilizar el patrimonio chinampero se basa en una vinculación con la tierra, en un sentir y pensar la tierra como principio de conocimiento.
Los ejes de trabajo de la Trajinera del Conocimiento son producto de un activismo cooperativo autonómico y que ya en su etapa lacustre se fortaleció con el proyecto apícola de las hermanas Hernández Gaspar.
A contracorriente de la creencia de que a las mujeres no se les hereda la tierra, la abuela Elena incluyó a las hijas en la herencia, quienes se capacitaron y crearon la cooperativa Apiario Atotolco, para reapropiarse de la chinampa que el abuelo Juan dejó cuando ya no pudo sembrar el maíz.
De esa historia abrevó la Trajinera del Conocimiento para enjambrarse en la defensa de las abejas como primer eje de acción, organizando encuentros de saberes y tequios para detonar el segundo eje, el del maíz, reactivando una chinampa abandonada por casi dos décadas, donde venimos sembrando maíz, calabaza y cempasuchitl.
El tercer eje es el proyecto Monstruos de agua que es una red de guardianes de axolotls (Ambystoma mexicanum) que trabajan en la conservación del anfibio para la reapertura de apantles e introducción del anfibio y que coordina la joven Alejandra García. El proyecto recibe un fuerte impulso cuando en la chinampa del apiario se organiza un encuentro de cooperativas agroecológicas y la cooperativa Chinampayolo entrega 3 axolotls en las manos de la abuela Elena. El axolotl se ha convertido en la metáfora de la regeneración del tejido social a partir del conocimiento compartido.
Otro eje es el del patrimonio lacustre. En la actualidad, con ejidatarios de San Pedro Tláhuac, se organizan asambleas informativas para dar a conocer el proyecto de Habilitación del Lago Tláhuac-Xico que el gobierno federal y el de la Ciudad de México pretenden llevar a cabo en los principales ejidos de San Pedro Tláhuac, San Juan Ixtayopan, San Antonio Tecomitl y San Nicolás Tetelco. El objetivo es lograr la mayor participación comunitaria y ejidal en el diseño conceptual del proyecto.
El concepto de bioculturalidad nos permite mirar la compleja red entre naturaleza y comunidad, el inmenso repertorio vivo en el que han evolucionado, permitiendo desbordar las visiones de postal y confinamientos demostrativos para adscribirnos cotidiana y comunitariamente en un activismo en clave biocultural.
La chinampería, en su disputa contra la colapsada e insustentable racionalidad urbana, muestra la campesinidad lacustre como la condensación de una memoria ancestral y viva para el diseño de futuro de los pueblos del sur, para los habitantes de la ciudad y el mundo.
En la chinampa late el genio humano en simbiosis con la naturaleza. La agricultura que religa al espíritu en un calendario agrícola de vida y muerte, late cuando se prepara la tierra, en la bendición de las semillas, en la siembra de maíz, en el ruego por la sacra lluvia para convertir a la tierra en la verde diversidad de saberes y sabores, para de nuevo emprender el final del ciclo con la aromática flor de cempaxúchitl y descansar para la siguiente siembra.
Bioculturalidad dialogante de miradas e imágenes, de reflexiones a vuelo de garzas, de gallaretas anidadas entre el tule y águilas coronando los ahuejotes que resisten al muérdago, metáfora de la resistencia la bioculturalidad se vuelve retórica y recurso para la acción y la imaginación.
Punto de fuga dentro de la ciudad, las chinampas son para pensar y cambiar, el de sentir -pensar la irracionalidad de crisis acumuladas para el conjuro del individualismo normalizado, permitiéndonos la pregunta de qué queremos y cómo lo haremos. La animación en clave biocultural abona al cambio individual, deconstruye al activismo etnocéntrico de “salvar las chinampas” para entender que nos salvamos o morimos con ellas, con la inspiradora terquedad de nuestros chinamperos de seguir sembrando pese a todo. •