Ya despuntó el día, hoy toca recorrido en campo, pero la falta de chofer nos retrasó un rato. Somos un grupo de mujeres de la Comunidad de Santo Tomás Ajusco, alcaldía Tlalpan de la Ciudad de México y hoy tenemos una misión como grupo: identificar las plantas con uso medicinal que existen en nuestro bosque. En veinte minutos, salimos de la carretera asfaltada y tomamos brecha llegando hasta los 3,500 msnm. Poco a poco vamos identificando pequeñas plantas y los padecimientos que según recordamos, nuestros abuelas y abuelos con ellas curaban: mal de empacho, mal de ojo o espanto, parásitos, gripe, resfriado, fiebre, mal de aire, chipotes y un gran etcétera. Con una feliz sonrisa imaginamos a nuestros ancestros con sus canastas colectando plantas, para cuando se ofrezca. Esta vez, solo las llevamos en fotos, tal vez más adelante, cuando las identifiquemos, memoricemos, analicemos y sepamos prepararlas, nos atreveremos a colectarlas. Cada nueva especie que encontramos nos causa asombro, denotando que no dominamos el monte y eso, que somos de aquí.
Nos trasladamos a otro punto, un poco más abajo, cerca de la zona turística, allí hay más plantas. Sigue sin aparecer la raíz de gato, es su clima, debe haber alguna.
- Oiga y esa planta, le preguntamos a la maestra Eva.
- Ella contesta fácil, al tocarla, tiene un olor particular. No olviden, hay que fijarse bien como le gusta crecer a la planta, a cielo abierto, con sombra, en suelo rojo, profundo o entre las rocas, ¡miren esas bellas suculentas de allí!
Un pequeño camaleón de montaña, sorprendido por nuestra irrupción, regresa rápidamente a su escondite, antes de que los paparazzis obtengan likes por su publicación no autorizada.
-¿Qué era? ¿Una lagartija? Estaba bonita.
–Es un camaleón de montaña ¿No lo conocían? Se están extinguiendo, los venden como mascotas, por eso los protegieron con la Ley Ambiental. Aun así, no es fácil encontrarlos.
–¡Hay mucho que desconocemos aún del monte! Nosotras casi no venimos al campo, lo hacen nuestros hombres, dicen que es muy pesado, pero cuando yo anduve acá trabajando, me di cuenta de que ¡es el mejor trabajo que existe! El tiempo vuela, te llenas de oxígeno puro y vuelves muy feliz a casa. A mí me gusta trabajar por este bosque, pero ¡mire! Por todos lados hay árboles derribados, abren parcelas por donde sea, construyen casas, ponen plantas que no son de aquí. ¿Ya ve? ¡No encontramos la planta que buscamos! Nosotras queremos cambiar esto ¡Por eso queremos cursos para conocer los beneficios del bosque para rescatar nuestro conocimiento y ponerle un alto a las mafias! No todo es dinero, pero algunos de nuestros compañeros no tienen llenadera. ¡Nosotras queremos empoderarnos!
La población rural que habita en los estados de México, Ciudad de México y Morelos, ha sido influenciada por la forma de vida de la ciudad, ya que las diferentes necesidades de trabajo, alimento, esparcimiento, educación y salud, han ocasionado migraciones que moldean sus costumbres y tradiciones, mezclándose la vida apresurada de las ciudades con la contemplación y entendimiento de la naturaleza del medio rural. No obstante, las generaciones más jóvenes se decantan hacia una cultura más citadina, lo que ha ocasionado que muchos de ellos desconozcan el ambiente que los rodea, prefiriendo trabajar de dependientes en el área urbana, comer comida rápida, trasladarse por hasta tres horas hacia el trabajo y automedicarse para quitar las molestias que causa la ciudad.
La tradición de los ejidos y comunidades en el traslado de los derechos del uso común y parcelario, tiene un sesgo de género muy marcado: de acuerdo con el Registro Agrario Nacional, en 2022 a nivel nacional, el 73% de los ejidatarios, posesionarios, comuneros o avecindados de núcleos agrarios certificados y no certificados, son hombres y solo el 23% son mujeres. La Ley Agraria ha sido reformada para dar mayor participación y derecho a la mujer, buscando un equilibrio y desde 2016, los órganos de representación elegidos por la asamblea de ejidatarios o comuneros, debe ser integrada por no más del sesenta por ciento de candidatos de un mismo género, pudiendo aspirar a cualquiera de los puestos indistintamente. Sin embargo, estas proporciones cambian en los diferentes estados: para Yucatán, las mujeres solo representan el 13% y en Campeche el 20%, para la Ciudad de México y Estado de México, es de 34% y 29% respectivamente.
Esta proporción de hombres y mujeres, se observa claramente en las asambleas de los núcleos agrarios, donde hasta hace 15 años, era extraño observar mujeres. Actualmente, son las que alzan la voz, manifiestan su descontento, piden un cambio en la forma que se gobierna el área común, pues ellas conocen las necesidades de su comunidad. Al final los hombres se van temprano a la Ciudad y regresan ya por la noche o hasta el fin de semana, depende hasta donde encontraron trabajo. En cambio, nosotras al quedarnos a cuidar a los hijos y la casa, sufrimos la falta de agua, escuchamos las motosierras que no paran de talar el monte, vemos los viajes de tierra y arena que sacan de minas ilegales, observamos a piperos que roban el agua que nos da el bosque, presenciamos el paso de transportistas que llevan material para construir casas en nuestros bosques, donde se supone está prohibido por ser Suelo de Conservación.
-Por eso no hallamos las plantas que buscan. En las escuelas nos enseñan que el bosque es de todos y nos da muchos beneficios, pero al final, las mafias se han apropiado de esos recursos naturales. Nosotras cuando vamos a honguear, tenemos que volver antes de las cuatro, después ya llegan los maleantes por nuestros recursos. Ya por eso no vamos tanto de colecta, pero sí nos da coraje.
-Las mujeres tenemos ovarios, aguantamos partos y hasta aguantamos más el Covid. Organicémonos, empoderémonos, tengamos sororidad. Cuando el hombre no trae dinero, vemos cómo y le damos de comer a la familia. Nosotras sentamos las bases de la cultura, inventamos la agricultura y la ganadería, ¿En qué momento nos perdimos? ¡Nos mandaron a encerrar a la casa!
-¡Ay maestra! Fíjese, mi marido me dijo que ya iba a heredar su número de comunero, me preguntó ¿Lo quieres tú o se lo doy a tu hijo? Yo dije que, a mi hijo, porque eso de las asambleas es de hombres y ¡No! La que va a las reuniones somos nosotras, porque ellos no pueden o no quieren, pero con la carta poder que me firman para entrar a la reunión de la asamblea, solo tengo derecho a voz y no a voto. Ahora, después de mi curso de empoderamiento, voy a decirle que me dé su número, porque quiero hacer frente a los problemas de mi comunidad.
Actualmente, la presión por los recursos naturales que rodean a las grandes urbes viene acompañado no solo de la pérdida de biodiversidad y cambio de uso de suelo no autorizado, sino también, de la pérdida del conocimiento tradicional derivado de la migración y cambio de actitudes hacia la naturaleza. En el Diagnóstico de los Recursos Forestales en el Suelo de Conservación de la Ciudad de México, para fortalecer acciones integrales en el manejo silvícola de conservación, se encontró que sigue existiendo un fuerte riesgo por cambio de uso de suelo forestal hacia actividades agrícolas o de uso urbano y en cuanto al uso cultural, es importante incorporar e instruir a nuevas generaciones en su uso y a ejecutar las actividades de fomento, con la finalidad de que trasciendan los conocimientos y sean incorporadas técnicas silvícolas de protección, fomento, restauración para la permanencia de la cobertura forestal y actualizar las necesidades de los habitantes del Suelo de Conservación de la Ciudad de México
Entre los retos que se tienen, está el empoderamiento e incorporación de la mujer rural para mejorar la gobernabilidad de los núcleos agrarios, su capacitación e inclusión en los proyectos de conservación, restauración y aprovechamiento sustentable de los ecosistemas con la finalidad de salvaguardar los diferentes elementos que han dado forma a la cultura de la gente del bosque, sobre todo para el Suelo de Conservación de la Ciudad de México. •