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Larga duración: la sexta
M

e reclaman la necesidad de comentarios y observaciones sobre lo que –con cierta ironía me dicen– sería la larga duración de México. Tendencias estructurales del pasado, pero, sobre todo, tendencias estructurales del futuro.

Preocupa la cada vez más próxima sucesión presidencial, más los lineamientos de política de largo aliento que exige una sociedad muy, muy desigual; con enormes rezagos de empleo, salario, salud, educación, energía, infraestructura, movilidad, seguridad y fiscales, entre otros.

Es necesario analizar la concepción de neoliberalismo divulgada, y no porque no sea válido identificar como neoliberales a gobiernos y gobernantes posteriores. Pero es insuficiente, puede conducir a equívocos.

Hay que identificar tendencias estructurales de larga duración. Permítaseme citar al geógrafo inglés David Harvey ( Breve Historia del neoliberalismo, Akal, 2007): el neoliberalismo es una teoría de prácticas político-económicas, según la cual la mejor manera de promover el bienestar del ser humano consiste en no restringir el libre desarrollo de capacidades y libertades empresariales del individuo. En un marco institucional con derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio.

Con los profesores Duncan Foley ( The Circuit of Capital, US Manufacturing and Non-Financial Corporate Business Sector 1966-2009, New School for Social Research 2010, y The Political Economy of Post-crisis Global Capitalism, University of Chicago 2010) y José Valenzuela y otros ( Crisis neoliberal y alternativas de izquierda en América Latina II, Sipdppdcc, México, 2015) agreguemos algo: el neoliberalismo impulsa prácticas que permiten recuperar el descenso crónico de la rentabilidad general de las economías.

Sí, de la posguerra a inicio de los 80; de nuevo, nos referimos a la economía estadunidense como ejemplo. Pero a la caída han seguido pequeños ciclos que alternan leve recuperación con nuevos descensos, incluso caídas muy severas en 2009 y 2020. ¿Resultante en los últimos 40 años? Prácticamente un estancamiento de esta rentabilidad general de la economía.

Sí, se ha frenado el descenso, a costos sociales y laborales altísimos. Y se ha transferido excedente a esferas que –asegura la teoría crítica– no lo generan; merced al desarrollo y defensa de monopolios: de rentas de información y de mercancías primarias; de tributación y tasa de interés. Consecuencia terrible: radical precariedad del trabajo.

Sí, es preciso enfrentar esa tendencia de los estados en el neoliberalismo por crear y preservar el marco institucional apropiado para el desarrollo de las prácticas neoliberales. Entre otras –y siguiendo a Harvey– garantizar calidad e integridad del dinero; disponer las funciones y estructuras legales, militares, defensivas y policiales para asegurar derechos de propiedad privada; garantizar –incluso por la fuerza– el funcionamiento de los mercados.

¡Controvertida visión! Más aún –sigue Harvey–, crear mercados en áreas en las que no lo hay: tierra, agua, educación, atención sanitaria, seguridad social o contaminación medioambiental.

Sí, Harvey recuerda el debate de inicio de los 80. Thatcher y Reagan contra los economistas, sobre la posibilidad de hacer de Gran Bretaña y de Estados Unidos un bloque con riqueza transferida a los servicios, especialmente financieros, de seguros y fianzas, y de transacciones inmobiliarias.

Lo hemos experimentado. ¿Qué hacer en perspectiva? Reconocer y especificar las formas variables en que los diferentes neoliberalismos locales se insertan en redes y estructuras más amplias del neoliberalismo global. Y desde ahí combatir la desigualdad, la precariedad del trabajo, el deterioro de la vida social con alternativas estructurales de largo aliento. La tarea es tremenda, de veras.