Cultura
Ver día anteriorDomingo 17 de julio de 2022Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Salón Los Ángeles, sitio ideal para honrar el espíritu lúdico de Lourdes Grobet

Colegas, familiares, amigos y algunos funcionarios despidieron a la fotógrafa en la catedral del baile

Foto
▲ En la imagen superior, tres de los hijos de la documentalista: Alejandra, segunda de la derecha, y en el mismo sentido, a su lado, Juan Cristóbal y Ximena, además de otros asistentes a la despedida.Foto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Domingo 17 de julio de 2022, p. 5

Un muy singular último adiós, festivo e incluso un tanto irreverente, acorde con su naturaleza y temperamento, se le dio este sábado a la artista Lourdes Grobet, quien falleció la víspera a los 81 años.

El Salón Los Ángeles, la catedral del baile de México, fue transformado en una sui generis capilla ardiente o velatorio en el que decenas de personas, entre familiares, amigos, colegas, admiradores y funcionarios culturales, se reunieron para rendirle homenaje compartiendo recuerdos y anécdotas.

Estamos aquí porque lo que estamos celebrando no es la muerte, sino la vida de mi madre, y nos parece que este lugar es digno de eso, de celebración, señaló su hija Ximena Pérez Grobet.

Queremos honrarla en su espíritu lúdico y divertido, siempre con sentido del humor; no hay por qué estar tristes, sino contentos, y celebrar que tuvimos a esta mujer en nuestras vidas.

La titular de la Secretaría de Cultura federal, Alejandra Frausto, coincidió con la postura familiar de despedir a Lourdes Grobet acorde como ella se mostró siempre en vida, como un ser vital, divertido y festivo.

Me encanta que hoy estamos en el Salón Los Ángeles, lugar que ella quería tanto y donde se goza la vida. Así hay que honrar a Lourdes, como merece, con un gesto absolutamente vital, con música, encontrarse con los amigos, abrazarse con gozo, amor y agradecimiento a una gran artista.

En breve entrevista, la funcionaria recordó que apenas hace una semana el gobierno federal efectuó un homenaje en vida a la fotógrafa, en cuyo contexto se le entregó la Medalla Bellas Artes, y agregó que ahora debe platicar con sus hijos para organizar un nuevo tributo, in memoriam.

Que las exequias de Lourdes Grobet fueran en el legendario recinto de la colonia Guerrero –sí, ése del eslogan que afirma que quien no conoce Los Ángeles no conoce México– nada tuvo que ver con un último deseo o disposición de la creadora, sino que fue una decisión tomada por sus cuatro hijos, Ximena, Alejandra, Xavier y Juan Cristóbal.

Más que cumplir una última voluntad, fue ser consecuentes con su filosofía de vida de divertirse y ser libre de cualquier norma y regla social. Sabemos que era muy irreverente y creemos que esto es lo que a ella le hubiera gustado, precisó a La Jornada Ximena Pérez.

Foto
▲ En la imagen, la urna con las cenizas de la artista.Foto José Antonio López

La artista visual y diseñadora aclaró que como familia aún desconocen qué harán con el archivo y el acervo artístico de su mamá, pero destacó que la creadora se fue muy satisfecha y en paz porque alcanzó a ver en vida la publicación de su libro Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena: medio siglo de historia, así como la exposición homónima que desde hace una semana se exhibe en el Complejo Cultural Los Pinos.

Entre son cubano, temas de los Rolling Stones y música tradicional mexicana, cervezas y mezcal a destajo, además de sabrosos tacos de canasta de papa, frijol y chicharrón, pero sobre todo mucho cariño, recuerdos y anécdotas, transcurrió este último adiós a Lourdes Grobet.

La nave del edificio, habituada a funcionar como pista de baile, fue transformada de manera temporal en una galería en la que se montó una exposición con una treintena de fotografías en gran formato, tanto a color como a blanco y negro, que dio cuenta del apasionamiento de la creadora por la lucha libre.

Un atractivo mosaico del pancracio en el que figuraban Blue Demon, Fray Tormenta, André El Gigante, Alushe y, obvio, no podía faltar el mítico Enmascarado de Plata, El Santo, al que la artista incluía entre sus maestros.

Al fondo, en el lugar reservado a las agrupaciones o músicos que ponen sabor a los ávidos danzarines que concurren al Salón Los Ángeles, se acondicionó un llamativo altar encabezado por la urna con las cenizas de la maestra, ornamentada con unas gafas iluminadas por luces neón, y una serie de retratos personales, además de algunos de sus más entrañables objetos personales, como un vochito miniatura y un ejemplar de su ya citado libro sobre el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena, a cuya compilación testimonial gráfica dedicó cerca de 40 años.