Don Noé se levanta a las 4:30 de la mañana, aún no clarea, pero debe alimentar a los animales y estar listo antes de que salga el sol para ir a la milpa a ver cómo va el mais, deshierbar y cosechar quelites. En el camino, expandiéndose por la orilla de un lindero, una hierba rastrera le roza los pies, escarba la tierra y saca la raíz, es medicina, lo sabe. También sabe que merito antes de las aguas es el tiempo de las pitayas y que ya no habrá hasta el próximo año. Sabe que el otate se da en el monte sólo cada siete años, así que habrá que hacer el corte pronto.
El conocimiento que le permite aprovechar la biodiversidad silvestre no es nuevo, lo sabían quienes estuvieron en esa tierra antes que él, fue colectivamente construido, pasando de generación en generación hasta él, para que ahora pueda hacer uso del monte y darle continuidad a la vida en las tierras semiáridas donde habita. Este conocimiento es situado, congruente con la geografía donde se ha desarrollado, colectivo y empírico, se transmite de manera oral y ha sido la base para la conformación de los medios de vida de las sociedades rurales tradicionales alrededor del mundo.
Es este conocimiento de largo aliento el que se ha construido alrededor de la palma de monte. Esta palma con hojas en forma de abanico es característica de las zonas semiáridas del país, se distribuye del norte al sur de México, y a pesar de que es prácticamente mexicana, se ha registrado en otros países de Centroamérica. La palma es peculiar, puede presentarse en forma de árbol o arbusto. Es común encontrarla en zonas de cultivo, linderos, jardines de casas rurales o formando de pequeños manchones a grandes extensiones.
Su nombre científico es Brahea dulcis, dado por la ciencia para reconocerla y distinguirla de entre las otras 94 especies de palmas que se distribuyen en México. Esta palma destaca por ser la más utilizada en el país, cumpliendo funciones de alimento, material de construcción y materia prima para la elaboración de artesanías; también es la que tiene mayor número de registros de uso por grupos indígenas y mestizos. Algunos de los nombres comunes que se le han otorgado son: palma soyate, palma sombrero, palma dulce, palma de matón, isuate.
En algunos pueblos de México tiene usos rituales y religiosos, elaborándose objetos tejidos de palma que son bendecidos en las misas de Semana Santa. Estos ramos se ponen detrás de la puerta principal de la casa y tienen la función de proteger a las y los residentes de malos espíritus. Se usa también para hacer limpias y en algunas comunidades, cuando alguien muere, se tejen objetos específicos para ayudar a la persona a transitar sin obstáculos hacia lo que espera después de la muerte.
Uno de los aspectos más importantes de esta palma es su dimensión económica. Con las hojas tiernas se elaboran un sinfín de objetos de uso doméstico y artesanías. Si has estado en Valle del Mezquital en Hidalgo, visitado el mercado de Chilapa en la Montaña de Guerrero, o el mercado de la purísima en Tehuacán, Puebla, habrás visto tenates (cesto usado para las tortillas), petates, aventadores, cestos de todos tipos y tamaños, bolsas, así como una infinidad de sombreros. La venta de estos objetos conforma un importante ingreso económico para las familias que los elaboran. En algunas comunidades representa el único medio de ingreso monetario, del cual dependen para comprar alimentos o bienes que no producen.
Si bien la venta conforma una importante parte de la subsistencia, el tejido de estos objetos no se da únicamente por necesidad, algunas personas remarcan la importancia cultural y social del tejido. A través de los momentos de enseñanza-aprendizaje importantes vínculos intergeneracionales se crean, es un tiempo de convivencia, confidencia y acompañamiento. El tejido de la palma forma parte importante en la identidad y la vida cultural de estos pueblos, así una anciana Ñuu savi (mixteca) de San Pedro Jocotipac, Oaxaca indica: “A veces mis manos me duelen de tejer, pero no dejo de tejer porque al poco tiempo mi corazoncito siente que quiere tejer”. Los pueblos Ñuu savi (Mixteco), Xwja (Ixcateco) y Ngiwa (Popoloca) han sido nombrados como “los eternos tejedores de palma”, por la importancia que representa el tejido para sus formas tradicionales de vida.
La práctica del tejido de esta palma es tan antigua que se pierde en el tiempo. En una cueva cercana a la localidad de Coxcatlán, en lo que hoy es el centro de la Reserva de la Biósfera de Tehuacán-Cuicatlán, se encontró el registro más antiguo de uso de esta palma, que data de hace 12,000 años. En el largo y continuo registro arqueológico se encontraron también las primeras evidencias de tejido que datan de ~ 9,000 años y que continúan hasta las fases más actuales del registro (~1300 años). En la época precolombina, existían pequeños talleres familiares de cestería, y algunos pueblos mesoamericanos pagaban tributo al imperio Azteca con petates y tenates elaborados con palma de monte. Existen indicios de que ya en el siglo XVI se intercambiaban objetos tejidos por alimentos y otros bienes, práctica que continua en muchos pueblos.
La relevancia económica y cultural de esta palma determinó que se establecieran, en torno a ella, prácticas de manejo que tienen la función de protegerla y promover su presencia. Así, se cuida la cantidad de hojas que pueden ser cortadas de una planta y se remueven hijuelos para minimizar la competencia y que la palma pueda desarrollarse. Otras prácticas involucran la organización social para hacer un uso que no ponga en riesgo su permanencia, como restricciones o prohibiciones. El manejo tiene importantes implicaciones ecológicas y espaciales, lo que ha promovido que en los sitios de manejo se desarrollen comunidades de palmas de diferentes extensiones. Estos palmares conforman la herencia socio-territorial del manejo del entorno, y constituyen un patrimonio biocultural que parece datar desde tiempos antiguos.
Quizás existan pocas personas dentro del territorio mexicano que no hayan estado en contacto con algún objeto elaborado con esta palma. Suele pasar que cuando un bien es visto con tanta cotidianeidad escape a nuestra reflexión su inconmensurable importancia. A pesar de esta relevancia histórica y cultural, las personas que se dedican al tejido y venta de objetos de palma no han podido mejorar sus condiciones de vida, pues reciben una ínfima cantidad de dinero por su esfuerzo. Esto es debido a las condiciones de mercado tan desventajosas y a la mala práctica del regateo. Con mucha frecuencia están a merced de intermediarios que fijan precios francamente injustos y que en la mayoría de las ocasiones no cubren ni siquiera lo invertido en materia prima y horas de trabajo para su elaboración. Por esto, cuando tengas un tejido de palma en tus manos, trae a tu mente toda la historia cultural que representa, y el esfuerzo y la habilidad requerida para su elaboración, así podrás estimar justamente su valor. •