En la Ciudad de México la partería tradicional, de origen nahuatl, ha enfrentado a lo largo de la historia diversos retos y dificultades para su preservación y ejercicio debido a varias transformaciones culturales y sociales, entre las que se encuentra la pérdida de territorios de los antiguos pueblos originarios.
Pese a dichos cambios, Milpa Alta muestra su herencia nahuatl a través de imágenes y palabras. Su paisaje son los cerros de la sierra del Chichinautzin que resguarda tierras comunales y ejidales, en cuyas laderas se asientan cada uno de los 12 pueblos, todos congregados alrededor del Teutli, el Gran Señor. En cada pueblo se combinan las tonalidades grises o multicolores de las viviendas, comercios y vías de comunicación con los verdes que muestran el predominio del nopal de los campos de cultivo. Todo esto ha constituido el escenario de varias luchas por la defensa del territorio.
Malacachtepec Momoxco es como se nombra en nahuatl a Milpa Alta. Aunque sus habitantes no se reconocen como población indígena, sí tienen la clara intención de reivindicar intensamente sus antiguas raíces, que se expresa en los esfuerzos por conservar y transmitir el idioma nahuatl, el uso de la vestimenta tradicional, la recreación de danzas y cantos, así como por las múltiples celebraciones festivas y rituales en torno a los santos patronos y las peregrinaciones a lugares sagrados que conforman una extensa red de intercambio simbólico y religioso en la región.
En la memoria aún están presentes antiguos hombres y mujeres de conocimiento como los tlamatquez (personas que saben mucho), los tlatehuanes, tepopohques (el que limpia la enfermedad) y la tlatamachiuhque (la que mide). Todos estos especialistas son nahualtin, hombres y mujeres que heredaron y transmitieron conocimientos relacionados con los cultos a los cerros, además de que desempeñaban un importante papel como ticitl (curanderos). Estos nahualtin manejaban diversas artes sobre las plantas medicinales, el temazcalli, la partería, la lectura de los destinos, la adivinación, además de ser quienes preservan el nahuatl.
La partería tradicional que se ejerce en Milpa Alta es el reflejo de esas antiguas tradiciones mesoamericanas. Algunas parteras aún saben identificar a aquellos recién nacidos que están destinados a convertirse en tepopohque, pues estos niños tienen “abierta” la parte posterior de la cabeza, en un punto llamado ixolotzin, y cuando las parteras reciben alguno de estos niños deben informar a los hombres con conocimiento, los nahuales, para posteriormente incorporarlos a los aprendizajes. Desafortunadamente este vínculo entre parteras y tepopohques se ha ido desdibujando, afectando la continuidad de la formación de nuevos curanderos. Las parteras recuerdan con emoción los casos de niños que han recibido con esta cualidad, además, para ellas son también significativos los niños que nacen con la zalea (bolsa amniótica), pues dicen que nunca les faltará trabajo y fortuna.
Para solucionar el supuesto “problema” se implementó un programa llamado “educación médica a la comunidad” en el Hospital Regional, dirigido a las “parteras empíricas” para darles “orientación técnica” con un curso básico de obstetricia. Las parteras tenían entre 20 y 60 años de ejercicio de su práctica tradicional y atendían aproximadamente el 50% de los nacimientos en la región; no obstante, sus experiencias y conocimientos se anularon, con el absurdo argumento de que ellas debían aprender de los médicos “cómo atender un parto”.
El impacto de estas acciones institucionales fue inmediato, no todas las parteras concluyeron el curso, solo cuatro. Según el informe de la DGSM-DDF, varias fueron las causas que motivaron la deserción, algunas de éstas son francamente racistas y con nula comprensión del suceso. Por ejemplo, “la ignorancia por poco manejo del español” (sic) y el analfabetismo. Lo más grave de este proceso de capacitación fue que varias parteras abandonaron su práctica, “por convencimiento propio” según la institución.
A más de cincuenta años de programas institucionales de capacitación y control de las parteras tradicionales de Milpa Alta, sólo tres atienden partos y para ello deben cumplir con los requisitos de registro y capacitación que establece la Secretaría de Salud. Esta grave situación nos hace ver que es urgente que las parteras tradicionales retomen el vínculo de su sabiduría entre sus manos, las plantas, la comunidad, el territorio y las entidades que habitan en los cerros y bosques.
En Malacachtepec Momoxco, tenemos el gran reto de incorporar la defensa de nuestros conocimientos a las luchas comunitarias. Debemos hacer valer el derecho de la autodeterminación de los pueblos originarios a la preservación de los sistemas propios de salud y recursos curativos, tal que las parteras y las demás personas de conocimiento de los pueblos, puedan ejercer y transmitir sus saberes. Todo ello fortalecerá nuestra continuidad histórica y cultural como comunidades. •