Dentro de los diferentes terapeutas tradicionales que existen en México, las parteras son el grupo más amplio y el único que ha sido objeto de capacitación oficial en procedimientos obstétricos y de profilaxis, en cuidados básicos a las mujeres durante el ciclo normal de la maternidad y en la atención al recién nacido.
Antecedentes históricos
En la medicina prehispánica, la partera era la temixhuitiani, “la que ayuda a parir”, o tlamatqui, “hábil, diestra, sabia”. Proporcionaba consejos y cuidados a las embarazadas; acomodaba el feto por medio de masajes, y administraba medicamentos para atender trastornos del parto, del puerperio, la lactancia, e incluso para solucionar la esterilidad femenina. Además, era mediadora en las relaciones sociales: arreglaba y oficiaba los matrimonios; celebraba los rituales del parto y aquellos que servían para recibir al recién nacido y ofrecerlo a los dioses.
Durante la época colonial, la imagen social de la partera se transformó, pero continuó siendo un recurso fundamental en la atención de las mujeres de los distintos estratos sociales. Muchas de sus antiguas funciones han perdurado hasta nuestros días, y su finalidad sigue siendo ayudar a las mujeres en el proceso reproductivo y procurar el bienestar de un nuevo ser.
La importancia actual de las Parteras Tradicionales Indígenas (PTI)
Según el Instituto Nacional de Salud Pública, en 2016 existían más de 15,000 parteras tradicionales (https://bit.ly/3kNvbhK), pero es muy difícil establecer su cantidad real y el número de partos que atienden anualmente, principalmente en los contextos indígenas; en muchas de estas comunidades son la única opción para la atención gineco obstétrica, debido a las deficiencias del sistema de salud y a la cobertura insuficiente de sus servicios. Pero aún en las comunidades que tienen acceso a estos servicios, las mujeres indígenas buscan ser atendidas por las PTI, debido a que: se trasladan a la vivienda de la embarazada y pueden instalarse en la misma durante el parto y postparto, brindando a la parturienta la seguridad de su hogar; sus honorarios generalmente se pagan en especie o de acuerdo a las condiciones económicas de la embarazada; poseen una imagen social como intérpretes de la ideología del grupo, lo que les permite operar sobre los “miedos” o tabúes generados por el nacimiento; comparten con la embarazada un idioma, creencias y valores culturales; se encargan de cumplir con los procedimientos rituales que dicta su cultura y, si es necesario, participan en las labores domésticas durante la cuarentena https://bit.ly/3wbjB5h
Funciones de las PTI en sus comunidades
Se puede observar que las PTI cumplen una triple función que hasta ahora no ha sido remplazada por la biomedicina: función ritual de control de ansiedad psicológica, función económica y función de seguridad constante en actividades y relaciones domésticas.
Durante el trabajo de parto, administran infusiones preparadas con plantas o productos de origen animal que aceleran la expulsión del producto y de la placenta, o bien realizan masajes con productos grasos. Es común que las PTI adquieran sus destrezas y conocimientos a través de un familiar -especialmente la madre o la abuela-, o fungiendo como asistentes de una partera experimentada; algunas afirman haber obtenido sus competencias al verse obligadas a atender sus propios partos
Además, la mayoría son también hierberas, sobadoras o hueseras, y especialistas en los trastornos de las mujeres, como esterilidad, “caída de matriz” y “frialdad”, y en padecimientos infantiles, como “mal de ojo”, “caída de la mollera”, “susto”, “chipilez” y “empacho”. Por lo anterior, es obvio que a su práctica subyace una particular concepción del proceso salud-enfermedad-atención, que se inserta en un sistema de atención en el que se han sincretizado conceptos, creencias y prácticas médicas de origen prehispánico, colonial europeo, africano y moderno.
En la cuarentena, continúan brindando atención en el domicilio de la madre y del niño, por ejemplo: vigilan que la dieta de la puérpera sea adecuada, estimulan la secreción de leche por medio de masajes y otros remedios, fajan y procuran reposo a la mujer, se encargan del aseo y purificación de la madre y del niño con baños especiales, como el temazcal.
Un sector de las PTI realiza otras actividades relacionadas con aspectos mágico-religiosos, lo cual las convierte en intermediarias entre las deidades y los humanos, ya que una de sus funciones más importantes consiste en celebrar rituales relacionados con la fertilidad y el nacimiento. Son también las encargadas de realizar la ceremonia para enterrar el cordón umbilical y la placenta.
Todos estos ejemplos sólo son una muestra que permite comprobar la destreza terapéutica, el prestigio social y la posición de características sacras que poseen las PTI, al mismo tiempo que son portadoras y reproductoras de la cultura e ideología del grupo.
No obstante lo anterior, las PTI son un recurso comunitario de atención a la salud despreciado, discriminado y desaprovechado por el sector salud, ya que tienen las capacidades y vocación para desempeñar un papel relevante en las acciones de prevención y abatimiento de la muerte materna en sus comunidades, entre otras acciones de gran beneficio. Sin embargo, la condición de analfabetismo, monolingüismo y pobreza que la mayoría de ellas enfrenta, las convierte en un recurso “no apto” para su “refuncionalización” o “integración” a los servicios de salud institucionales, lo cual, lejos de afectarlas, las exenta de padecer una subordinación más. •