¿El uso de un servicio ambiental puede afectar a otros? El caso de la pesca irregular
El océano realiza múltiples funciones de las que obtenemos provecho: regula el clima, secuestra gases de efecto invernadero, produce oxígeno y es el medio principal para el transporte de mercancías en el planeta. En paralelo, los organismos que lo habitan ofrecen beneficios más evidentes y que sustentan a los sectores turísticos y pesqueros, esenciales para mantener la calidad de vida de millones de personas en México.
Los bienes que la sociedad obtiene de los ecosistemas se conocen como servicios ambientales, y existen cuatro tipos: servicios de abastecimiento (productos que obtenemos directamente de la naturaleza, como alimentos y materias primas), de regulación (por ejemplo, la modulación del clima o el ciclo del agua), culturales (beneficios no materiales como la inspiración estética, la identidad cultural, la recreación y turismo), y de apoyo (como el reciclado de nutrientes, fundamental para el funcionamiento del ecosistema).
La pesca es uno de los servicios de abastecimiento oceánicos más relevantes; tan solo en 2019 se extrajeron alrededor de 80 millones de toneladas de peces e invertebrados marinos a escala mundial. En México las capturas oficiales rondan 2 millones de toneladas, aunque existe preocupación porque un volumen extra, entre el 30% y el 56% de esa cifra, representa organismos obtenidos de manera irregular, es decir, sin permisos ni reportes, en sitios prohibidos, con artes de pesca no sustentables, en tiempos de veda, en volúmenes excesivos, o incidiendo sobre especies protegidas.
Considerando esto, vale la pena preguntarnos ¿es posible que el servicio ambiental pesquero mal aprovechado pueda afectar los beneficios que reciben otros sectores sociales? Un ejemplo de ello es la disminución de las poblaciones de peces loro por la pesca ilegal. Estas especies juegan un papel esencial en los arrecifes, porque al alimentarse de corales, algas o moluscos, ingieren pedazos de carbonato de calcio, los cuales son triturados en el tracto digestivo y posteriormente excretados en forma de sedimentos (arena) que embellecen las playas de Quintana Roo y otros estados del país. Las actividades pesqueras no reguladas también pueden tener efectos negativos para los servicios culturales. Por ejemplo, la captura irregular de los tiburones, especie carismática cuya observación por buceo en aguas abiertas de la costa occidental de la Península de Baja California, constituye un atractivo que genera ingresos para el sector turístico. Muchos estudios han demostrado que “un tiburón vivo vale mucho más que si está muerto”, de modo que, si la pesca ilegal o excesiva afecta a las poblaciones, en paralelo acarrea efectos perjudiciales sobre otros actores sociales.
La captura incidental o ilegal de algunas especies ha provocado de forma indirecta que otras especies estén en peligro de extinción; tal es el caso de la vaquita marina, un mamífero marino con enorme valor cultural por ser una especie endémica del Alto Golfo de California. La pesca ilegal afecta a estas pequeñas marsopas al quedar atrapadas en las redes colocadas para capturar totoaba (“la cocaína del mar”) y mueren. Así, el aprovechamiento no regulado de un servicio puede representar la pérdida de un bien cultural e intangible muy valioso.
Asimismo, la pesca irregular suele incidir sobre especies de alto valor, como los pargos y cabrillas. La disminución en abundancia de estos organismos puede ocasionar un efecto de cascada que lleva primero al aumento poblacional de sus presas (carnívoros de menor tamaño) y éstos, al volverse numerosos, consumen en exceso a especies de hábitos herbívoros (erizos y peces), lo que da lugar a un incremento desmesurado de algas. Esto da cuenta de que el impacto de la captura ilegal se transmite a lo largo de la red alimenticia y modifica el funcionamiento completo del ecosistema.
Finalmente, desde la perspectiva de los servicios de regulación, la sobrepesca de pepinos de mar está afectando el reciclamiento de nutrientes en sitios arrecifales. Esos animales se alimentan de materia orgánica que se encuentra en el sedimento y evitan su acumulación y descomposición. Por ello, la captura excesiva de pepinos, que se ha presentado en las penínsulas de Baja California y Yucatán, probablemente contribuya a que materiales nocivos que serían reintegrados al ecosistema, permanezcan en el fondo y afecten procesos naturales.
En conclusión, el impacto de la pesca irregular en los ecosistemas marinos de México puede ser mucho mayor del que suponemos, ya que las operaciones ilegales alteran la condición de servicios ambientales culturales, de regulación y de apoyo, y afectan la calidad de vida de muchas personas. Sería de gran utilidad realizar análisis comparativos de costo-beneficio y estimar el costo indirecto de la pesca irregular sobre la sociedad en su conjunto para concientizarnos sobre las consecuencias reales de estas actividades. •