Dentro del expediente de la Demanda Colectiva, la colectividad actora ha demostrado y argumentado distintos puntos para respaldar y darle elementos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para finalmente, en octubre de 2021, emitir un fallo precautorio, favorable para los consumidores, productores, para la salud humana y a favor del medio ambiente sano y sustentable. Se presentaron muchos argumentos y evidencias y desde varias perspectivas. Con el fin de sintetizar algunos de ellos, mostramos a continuación un extracto de los temas que nos parecen más relevantes del cuerpo argumentativo del juicio.
Existencia de flujo génico. Uno de los argumentos estrella que las empresas extranjeras usan para convencer popularmente es que el maíz transgénico es seguro porque puede coexistir con los maíces nativos, sin contagiarlos. Sin embargo, ante la autoridad judicial reconocen que los maíces nativos serán contagiados de transgénicos como consecuencia del flujo entre las distintas regiones del país.
Como evidencia nos referimos a la contestación que Monsanto realizó sobre la Demanda Colectiva. Ahí reconoce que hay flujo génico de maíces híbridos (que sí son genes de maíz) a maíces nativos de diferentes regiones. Por ende, se reconoce implícitamente que si se siembran transgénicos (que tienen genes que no son de maíz), el flujo génico de éstos contagiaría a los maíces nativos de las diferentes regiones del país: “Se ha mostrado que la relativa adopción de los maíces híbridos [...] ha permitido el flujo de múltiples genes desde los maíces híbridos de diferentes regiones que no los tenían.”
Esto confirma la existencia de flujo de genes entre las distintas razas y variedades de maíz no transgénicas a lo largo y ancho de nuestro país. Por lo que, en caso de que se libere al ambiente, se siga sembrando OGM de maíz, las barreras que establece la Ley de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados serán insuficientes.
Los daños serían incontrolables e irreversibles porque la intromisión de transgenes en nativos y/o en pares silvestres por flujo, adolecería de todas las evaluaciones y controles que las empresas demandadas argumentaron en sus escritos.
Flujo a través del intercambio campesino. En resonancia con el punto anterior, la agroindustria se ha encargado de hacer creer a la gente que supuestamente los transgénicos pueden coexistir con los maíces nativos sin consecuencias negativas, pero ante la justicia reconocen que si se siembra maíz transgénico no se podrá realizar el libre intercambio de semillas, sin que se contagien los maíces nativos.
Así, en el escrito de la contestación al juez, Syngenta Agro presentó una justificación técnica de un permiso de liberación experimental que cita textualmente. Ahí la empresa reconoce la existencia de flujo de semilla entre productores, toda vez que referencia a medidas que se le impusieron. En otras palabras, reconoce que para evitar el flujo de semillas transgénicas hacia nativos o criollos son necesarias las barreras físicas que impidan a productores y campesinos trasladarlas, intercambiarlas y hasta venderlas. Si se siembran transgénicos, nada de esto podría realizarse sin contagiar a los nativos.
Con este reconocimiento se acepta que, como hemos afirmado durante el juicio, el flujo de transgenes hacia poblaciones nativas ocurre y seguiría ocurriendo no solo por polinización, sino por el intercambio de semillas entre productores.
Glifosato. La siembra de organismos genéticamente modificados generalmente está asociada a un paquete tecnológico, en particular el herbicida mayormente utilizado para los cultivos de maíz transgénico es el llamado glifosato. Esto representa una preocupación más de la siembra de maíz transgénico en nuestro país dado que la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde marzo de 2015 lo clasificó como probablemente cancerígeno.
La Agencia Internacional de Investigación para el Cáncer (IARC por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial de la Salud realizó una evaluación de 5 insecticidas y herbicidas, entre los que se encuentra el glifosato (mejor conocido como “Round Up” o Faena en sus nombres comerciales). Esta importante investigación determinó la alta probabilidad que tiene el herbicida glifosato de causar cáncer en los seres humanos, así como también daños directos al ADN y a las células cromosómicas humanas.
De esta manera, resulta altamente preocupante que la OMS a través de su agencia especializada IARC haya clasificado como probable cancerígeno al herbicida que las empresas agroindustriales (en particular Monsanto Comercial y de Semillas y Agro productos Monsanto), en todos los permisos de liberación al ambiente que han solicitado, reconocen que sus transgénicos utilizarían.
Incremento de herbicidas. Otra de las consecuencias que traería consigo la siembra de transgénicos consiste en la no reducción del uso de herbicidas; por el contrario, la resistencia de las malezas provocará, con el uso reiterado, que se incremente su utilización.
De esta manera, en una de las investigaciones concluidas y financiadas por la propia CIBIOGEM, denominada “Impactos sociales, económicos y culturales de la posible introducción de maíz y otras especies genéticamente modificadas en México” de Michelle Chauvet, se establece:
“Una de las repercusiones a la producción de maíz modificado genéticamente resistente a herbicidas, es el aumento de malezas resistentes a éstos, particularmente al glifosato, debido a la aplicación desmedida del producto y su dependencia para combatir las malezas por parte de los productores.”
Dado el panorama anterior, “[…] las empresas semilleras han comenzado a desarrollar nuevos eventos que contengan más de una característica, por ejemplo: la combinación de la resistencia al glifosato y herbicidas sintéticos como las auxinas, sin embargo, los cultivos con resistencia a herbicidas con genes apilados pueden aumentar la severidad del problema de las malezas resistentes, esto conllevaría además el incremento del uso de diferentes productos químicos que se verterían al medio ambiente”.
Esta situación ya se ha visto en las empresas trasnacionales hoy demandadas que han solicitado permisos de liberación de transgénicos, donde cabe resaltar que no utilizarían un herbicida solamente, sino la mezcla de varios.
Monitoreo y detección de OGMs por parte de INECC. Conforme a las leyes el monitoreo y detección de organismos genéticamente modificados, esta labor le corresponde al Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), así como al Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Alimentaria (SENASICA). De esta forma el Instituto reconoció que de 2004 a 2012 encontró diversos casos de presencia ilícita de transgénicos en maíces nativos, en 6 estados del país.
Así, el órgano competente para monitorear y detectar transgénicos en el ambiente encontró presencia de OGM en maíz nativo en Oaxaca 2004, 2005, 2007-2008, 2009 y 2010; Puebla 2007 y 2009; Chiapas 2009; Veracruz 2009 y 2010; Michoacán 2010; y Guanajuato 2009 y 2012.
Casos posteriores a 2013 han sido reportados por SENASICA. Con ello se comprueba que la siembra de transgénicos de maíz no puede ser biosegura ni prudente, puesto que, si con apenas algunas liberaciones experimentales previas a 2013 ya existe presencia, la autorización en mayores extensiones incrementa el riesgo de descontrol y de afectaciones al medio ambiente y a la salud. •