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Pasolini, asesinado por su labor periodística
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▲ Mural callejero de Ernest Pignon (2015) en el ghetto judío en Roma.Foto Simona Zecchi, cortesía de la autora
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 20 de enero de 2022, p. 5

Florencia. De cara al centenario del natalicio del gran escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini (1922–1975), el próximo 5 de marzo, cabe detenerse en uno de los nudos más oscuros e irresueltos no sólo de su vida sino de la magistratura italiana: su homicidio. Las lagunas del único proceso (1976–79) han llevado desde entonces a la reapertura del caso en el tiempo, lo que incrementa el misterio y la especulación. El estudio más reciente, realizado por la periodista investigadora Simona Zecchi, se distingue por el método científico utilizado y la originalidad.

Durante la quinta y última reapertura del caso (2010–2015), Zecchi siguió de cerca los pasos de la magistratura romana, de la que emergieron por primera vez indicios sobre la presencia de otras personas la noche del asesinato. La magistratura, sin embargo, no profundizó nunca sobre el motivo.

El estudio de Zecchi está centrado en el atentado de la plaza Fontana de Milán que inauguró los años del terrorismo en Italia conocidos como de la estrategia de la tensión y de plomo. Su apogeo se alcanzó en 1974 con la matanza de Brescia, que también incluye el caso Aldo Moro (1978). Luego se reanuda con el masacre de Bolonia en 1980.

El terrorismo neofascista fue utilizado como método de desestabilización política en el contexto de la guerra fría para evitar el posible enraizamiento del comunismo en Italia y cuyas tramas económicas, según Zecchi, cayeron en las manos del escritor a través de un dossier que provocó su muerte y que ella rescata sacando a la luz lo que Pasolini no pudo publicar.

Según nuevos documentos localizados por la autora, Pasolini investigaba sobre ese primer atentado, denunciando la implicación de la Democracia Cristiana (DC) en las páginas del Corriere della Sera recopiladas sobre todo en las Cartas Luteranas. Su inconclusa novela Petrolio, que según recuerda Zecchi debió haber sido su testamento literario, de 2 o 3 mil páginas, una suma periodística literaria y política de los años 60 y 70, se habría terminado después de cinco o seis años, como él mismo había confirmado en algunas entrevistas. La última urgencia para él no habría sido pues, literaria, sino periodística.

Una pequeña parte de la opinión pública, en particular amigos del poeta, cree que Pasolini fue víctima de tramas políticas. Entre ellos Dacia Maraini, amiga cercana de Pasolini, quien solicitó el año pasado la reapertura del caso, pero que según dijo en una entrevista: evidentemente, hay alguien a quien le conviene que siga siendo un enig-ma histórico.

Zecchi, haciendo tabula rasa de la versión de la magistratura, estructuró su investigación de una década para llevar tales intuiciones al campo de los hechos, respondiendo al cómo, cuándo y el porqué del homicidio, aplicando el método ya en desuso del contraperiodismo. Su trabajo fue publicado en dos volúmenes por Ponte alle Grazie (Pasolini, massacro di un poeta, 2015, y Pasolini, L’inchiesta spezzata, 2020), del que se programa su traducción al castellano.

Zecchi, quien se basó en entrevistas y fuentes primarias, muchas inéditas, comparte en conversación con La Jornada los puntos centrales de su investigación.

–¿Cuál es la versión oficial de los hechos?

–Que fue un homicidio del mun-do sórdido de la prostitución masculina llevado a cabo la madrugada del 2 de noviembre de 1975 por mano de Giuseppe Pelosi, de 17 años, quien quiso defenderse de la supuesta agresión sexual de Pasolini. Recibió una condena de nueve años y siete meses de prisión, a pesar de ser menor de edad.

–¿Citas que Jean-Paul Sartre escribió que temía que el juicio a Pelosi se volviera un proceso a Pasolini, así fue?

–La opinión pública aceptó la condena, diciendo que Pasolini era simplemente un marica, a pesar de la brutalidad del asesinato. Así lo consideraron también la mayoría de los intelectuales y políticos que dijeron que se lo había buscado, como el democristiano Giulio Andreotti, primer ministro de Italia, antes de ser acusado de implicaciones con la mafia.

–¿Cómo se llevó a cabo el homicidio según tu reconstrucción?

–Tuvo lugar en una cancha de futbol entre las 12:30 pm y la una am en el área del hidroaeródromo de Ostia, cerca de Roma. El poeta fue golpeado brutalmente en la cabeza, en la espalda y en los testículos y finalmente atropellado varias veces por un coche de la misma marca del suyo, ya sea para asegurar su muerte (su corazón fue aplastado) como para borrar cualquier rastro distinto a la versión del homicidio de Pelosi, quien, sin embargo, no era completamente inocente.

–¿Porqué Pasolini fue al hidroaeródromo de Ostia a esa hora, un lugar apartado y peligroso?

–Fue un expediente: meses antes le habían robado unas bobinas que contenían el final de la película que acababa de terminar y que había elegido como el final de Saló o los 120 días de Sodoma. Era muy importante para él. Los ladrones pidieron un rescate muy alto que el estudio cinematográfico se negó a pagar. Ingenuamente, Pasolini quiso recuperarlo por su cuenta. Pelosi debía haber fungido como el intermediario para que se las devolviesen. Ello desmiente que fue un encuentro casual entre ambos esa misma noche. De hecho, en la más reciente investigación no se encontraron rastros biológicos de Pasolini en los calzoncillos de Pelosi.

–¿Quiénes lo mataron?

–Fue un asesinato de grupo de unas seis personas, pero estuvieron implicadas unas 13, formado por la baja criminalidad como de exponentes de la extrema derecha Ordine Nuovo y Avanguardia Nazionale, quienes se aseguraron que Pasolini no saliera vivo.

–¿Por qué fue asesinado?

–Porque investigaba la matanza de la plaza Fontana, cuyo juicio se estaba desarrollando en esos días. Murió como periodista, buscando la verdad.

–¿Quién fue su informante?

–Giovanni Ventura, un terrorista de Ordine Nuovo que desde la cárcel le envió el 16 de octubre un dossier que se refiere a hechos relevantes sobre el país, las bombas y, en particular, a un hombre importante de la DC, Mariano Rumor, quien había sido el primer ministro de Italia durante el atentado a plaza Fontana. Ventura quería extorsionar a Rumor para salir de la cárcel, pero no lo logró porque la prensa italiana no se atrevió a publicarlo. Pasolini conoció los hechos y utilizó en uno de sus artículos algunas palabras específicas en su carteo con Ventura (marzo–octubre 1975). Fue su sentencia de muerte.