"La Jornada del Campo"
Número 172 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
#HastaEncontrarles

Nayarit, la historia no contada

Virginia Garay, fotografía de la autora.Virginia Garay, fotografía de la autora.
Virginia Garay Guerreras en busca de nuestros tesoros AC

Yo, Virginia Garay (Vicky), nací en Guadalajara, Jalisco. Conocí al que es mi esposo en 1993 y nos casamos. Tenemos tres hijos, el menor se llama Bryan Eduardo Arias Garay, nacido en Tepic, Nayarit el 6 de noviembre de 1998.

Bryan fue un niño muy activo, tenía dos años cuando entró a natación como deporte, posteriormente al pentatlón y llegó a tener el mando de una cuadrilla; le gustaba mucho desfilar y todas las actividades que en el pentatlón se realizaban. Antes de aprender a leer, conoció los números y aprendió a sumar, le gustaba que le pusiera sumas y las realizaba en muy poco tiempo. Bryan fue desaparecido el 6 de febrero del 2018. Ese día por la tarde, se dirigía a su trabajo, que está a solo tres cuadras de nuestro hogar, pero nunca llegó a su trabajo, ni regresó a casa. Así comenzó mi lucha para gritar por Bryan y por todos los desaparecidos. Aquí les quiero compartir lo que se vivía en Nayarit cuando mi hijo fue desaparecido.

Aproximadamente en el año 2005 comenzaron las tragedias en el estado: personas colgadas en los puentes, personas asesinadas que aparecían en las calles. Se comenzó a escuchar que extorsionaban a los dueños de negocios –tiendas de abarrotes, farmacias, restaurantes, etc.-, les pedían dinero para dejarlos trabajar. Muchas personas perdieron sus casas y terrenos.

En 2013 Edgar Veytia fue nombrado Fiscal General del Estado y bajo ese cargo tenía bajo su control a las policías municipal y estatal juntas. Él decidió que, para protección de sus policías, les cubriría el rostro porque se enfrentarían con quienes estaban matando y colgando gente y no quería que sufrieran represalias. Una vez encapuchados comenzaron a cometer extorsiones, iban a las bodegas y tomaban todos los víveres que querían sin pagar, levantaban gente. Algunas personas que se atrevieron a denunciar fueron detenidas, torturadas, amenazadas, despojadas o desaparecidas. El Fiscal protegía a los perpetradores.

Los policías torturaban a las personas que no acataban la voluntad de Veytia; si él quería una casa y el dueño no se la quería vender, lo desaparecían, o a alguno de sus hijos para hacerlo ceder.

Mujeres fueron desaparecidas por ser jóvenes, para uso y servicio de quienes tenían el poder, como autoridades y crimen organizado. Muchos jóvenes fueron reclutados con engaños o por la fuerza para actividades ilícitas. Otros, que se encontraban en centros de rehabilitación contra las adicciones, fueron sustraídos de los centros y desaparecidos, diciéndole a sus familias que se habían escapado. En un par de ocasiones, dentro de las instalaciones, asesinaron a todos los que se encontraban en uno de estos centros.

Cuando ocurrían actos violentos, si alguien se encontraba cerca del lugar, se lo llevaban o lo mataban para que no hubiera testigos de los hechos. Algunas personas lograron grabar estos actos, pero fueron amenazados, torturados o asesinados. Debido a esta violencia, varias familias huyeron del estado para proteger sus vidas, hoy muchos nayaritas se encuentran en situación de desplazamiento.

En 2017 comenzó una disputa entre cárteles del narcotráfico, y los aliados del fiscal mataron a un líder apodado “H2”. Esto desató una guerra que incrementó las muertes, todos los días, en cualquier zona de Nayarit. En marzo de ese año, el Fiscal Edgar Veytia, fue detenido y encarcelado en Estados Unidos por nexos con el narcotráfico. La noticia de la detención generó felicidad, pero Nayarit se había convertido en zona de guerra, estábamos rodeados por crímenes, desapariciones, extorsiones.

La cantidad de muertes llevó a que los grupos del crimen necesitaran más jóvenes en sus filas, y se los llevaron para forzarlos a participar en actividades ilícitas. Desapariciones que las madres, molestas por la pérdida de estas hijas e hijos desaparecidos, comenzaron a hacer públicas en todas las redes sociales. En respuesta recibieron muchos anónimos en los que la gente les decía lo que habían visto o escuchado. Fue así como las familias comenzamos a tomar rutas de búsqueda, hemos tenido que aprender a buscar, a reconocer si hay algo raro, distinguir dónde pisar. Hemos aprendido que nuestro corazón podía latir desaforadamente al encontrarse en un lugar; para otros puede tratarse de un cultivo de caña, pero increíblemente el corazón se vuelve loco, late fuertemente, como diciendo “¡Aquí!, ¡es aquí! ¡busca!, aquí escarba!”. Así empezamos a encontrar los cuerpos de quien nos estaba gritando “¡Sácame! ¡soy yo, estoy aquí!” Es un dolor inexplicable, al encontrarlos. Es una tortura, pero seguiremos la búsqueda hasta tenerlos a todos en casa. •