Hortaliza familiar de Higinia Guzmán Gutiérrez en el pueblo de San Mateo Tlaltenango
Mujeres sembrando soberanía
En gratitud
A mi madre, Reyna Zavala Ramírez A mi bisabuela Joaquina de Sanctórum, Tlaxcala
En la calle Vicente Guerrero se localiza el espacio familiar de Higinia Guzmán Gutiérrez y su hija Beatriz Barrera Guzmán, ellas habitan un terreno en pequeña propiedad con casa y tierra para cultivar, en el pueblo de San Mateo Tlaltenango.
Higinia es conocida en San Mateo como “Vicky”, sobrenombre que usa desde que asistía a la primaria cuando su profesor le nombraba Virginia en lugar de Higinia. Ella nació el 11 de enero de 1943 y hoy tiene 78 años, es hija de Trinidad Gutiérrez Gutiérrez y Ángel Guzmán Flores, de oficio campesinos y panaderos. Herederas de los saberes del campo, Vicky y Bety consumen en el sustento diario la dieta de su milpa.
Mientras alistamos juntas una noche antes la preparación para la reunión mensual con las mujeres del Circuito Económico Solidario (CES), Vicky me enseña el proceso de nixtamalización en su estufa de gas, narrándome lo siguiente:
“Mi papá y Trini siempre se dedicaron a la tierra, hemos vivido de ella. Nosotros nunca fuimos pobres, porque teníamos granos básicos: maíz, haba, frijol, calabaza, flor de calabaza, quelites, chile, chayote, chilacayote, nopal, maguey y aprendimos a trabajarla”. Marzo 2021
Higinia es conocida como una mujer que mantiene la esencia del pueblo, ella es descrita por otras mujeres como: “la continuidad en el trabajo del campo, de la tierra, del mantenimiento de parcelas, huertas, producción de maguey e incluso la crianza de animales de traspatio”. Ella busca mantener la lógica campesina de autoconsumo, activando también a otras mujeres a trabajar huertas con hortalizas; a plantar, abonar y cultivar cilantro, col kale, acelga, alcachofa, lechuga, cebolla, ajo, chiles manzanos; y árboles frutales: pera, tejocote, manzana, membrillo, higo, níspero, capulín, duraznos y ciruelos; además de organizar para la agricultura de temporal la siembra colectiva de maíz.
Las mujeres asisten con regularidad a las jornadas participativas convocadas por Vicky y Bety y otras productoras para sembrar o cosechar juntas, aprender los saberes agroecológicos que ellas practican, cultivar semillas, elaborar su abono orgánico fermentado y caldo de ceniza, prender el fogón de leña para cocinar y transformar su cosecha en alimentos. Con el CES, al frente de Juanita y Maru, realizan jornadas una vez por mes para intercambiar sus producciones, y a su vez, organizadas con sus comandas, comprar a otros productores foráneos alimentos de otras regiones como almendras, canela, quesos y miel. Ellas juntas desarrollaron una moneda interna de intercambio: el Cuajisol.
La hortaliza familiar inicia en el año 2011 como una capacitación de agricultura familiar recibida por la SAGARPA. Este noviembre 2021 cumplió 10 años de continuidad y después de su experiencia ante el delicado contexto mundial de salud pública por la pandemia de Covid-19, Vicky me comparte su autodefinición de ‘mujer soberana’:
“...y hasta estas fechas estamos muy contentas y decimos que tenemos soberanía alimentaria porque manejamos la hortaliza, la milpa y árboles frutales y hacemos la temporada de fruta, y sí las aprovechamos, elaboramos mermeladas de manzana, membrillo, durazno, ciruela roja, chiles manzanos en escabeche, vinagre, duraznos en almíbar, licores. Aprovechamos lo que produce la tierra, sobre todo en la pandemia que estamos encerrados y afortunadamente tenemos el espacio, y como el campesino todo el tiempo se dedica a labrar y a trabajar la tierra, a cuidar sus gallinas y hasta conejos, tenemos nuestros alimentos con sus carnes, el huevo y nuestras verduras, eso es lo que puedo decir, ¡gracias!...” Julio de 2021.
La hortaliza familiar tipo mandala, al mando de Higinia y de la familia Barrera Guzmán, es un refugio de saberes e intercambios por mujeres que siembran soberanía alimentaria, que es sostenido por la noción, crianza y cuidados, que rompen con la idea de los emprendimientos, pues en su huerta no solo se comparten semillas locales, también emociones, apegos y proyectos de autogestión juntas, haciendo frente a las amenazas externas que ha impuesto el modelo corporativista del centro urbano Santa Fe a la dinámica medio ambiental de su territorio. Vicky nos enseña que el alimento es un nutriente cultural de vida y autonomía.
Las sembradoras de soberanía alimentaria me enseñaron a: nixtamalizar, “echar tortillas”, cosechar, elaborar “bocashi” con receta especial de la casa, producir conservas y emotivamente, al compartir los alimentos juntas, a evocar la memoria de mis ancestras de la milpa de Sanctórum y revivir los sabores y olores de mi infancia; todo esto a la par del trabajo de documentación de la historia de vida de Higinia y la cultura alimentaria en Cuajimalpa, durante esta investigación -acción participativa gestada con la Dra. Laura Elena Corona y el grupo de Vida y Cocinas de la DEAS- INAH, ENAH. •