Hueyapan se localiza al noreste de Morelos y pertenece a una región de tradición cultural nahua que incluye a Puebla, la CDMX y el Estado de México. Para la población local, Hueyapan se localiza entre “tierra fría” y “tierra caliente”, por lo que los habitantes de este municipio han generado relaciones con los diversos ecosistemas que se han ido transformando con el tiempo.
Los pobladores señalan que en el monte aún existe una gran diversidad de fauna y flora. La madera que se utiliza para la preparación de los alimentos es extraída de los bosques que se encuentran en el territorio comunal; además, también se utilizan hierbas y hongos que solo se encuentran en algunos parajes. Respecto a los hongos, la gente mayor relata que muchos de ellos han desaparecido, puesto que los árboles sobre los que crecían, ya no se encuentran fácilmente.
Se percibe cierta nostalgia cuando se escucha a los hueyapenses hablar sobre la nieve de frutas que se preparaba hace ya más de 30 años, cuando aún los glaciares cubrían a “Don Goyo”, como se le llama con cariño y respeto al volcán que los aloja. Esta práctica ha desaparecido casi por completo, pues dejó de realizarse con regularidad desde que se “extinguió” el glaciar que cubría la montaña. Este suceso comenzó en 1994, luego del incremento en la actividad volcánica del Popocatépetl.
Quienes se encargaban de elaborar la nieve eran los llamados “neveros”, hombres que con ayuda de un burro o caballo subían a la montaña y volvían a sus hogares con varios costales de hielo. Cuentan que salían de sus casas a las cinco de la mañana y al llegar a la zona de los pastizales cortaban hierbas para con ellas envolver los trozos de hielo que encontrarían en las zonas más altas, evitando así que se derritieran. Al volver a su hogar debían cavar una fosa, generalmente debajo de un árbol frondoso que proporcionaba la sombra necesaria para mantener por varios días la nieve que era cubierta con pasto y hojas de pino. Con el hielo y con las frutas que crecían en los huertos, era posible la producción de “nieve natural”, que además “era curativa”, pues aliviaba infecciones respiratorias. Se vendía principalmente en los días de mercado y también durante algún festejo que se realizara en la comunidad. Aún se puede encontrar nieve los días de plaza, sin embargo, dicen, “ya no están sabrosas como antes, ya le echan colorantes”.
La denominada “tierra fría” ha sido famosa por su producción de frutales, siendo esta actividad una alternativa de ingreso monetario muy importante para las familias, pues la mayor parte de la producción se destina a la comercialización. En Hueyapan, la introducción de frutales ocurrió en el siglo XIX, y se dio a partir de la sustitución progresiva de cultivos para la subsistencia por otros de tipo comercial. Al principio, las cosechas de los frutales eran pequeñas, pero con la llegada de los agroquímicos, los rendimientos aumentaron y estas plantaciones empezaron a convertirse en una alternativa económica para la comunidad.
La construcción de la carretera en los años setenta, modificó la dinámica agrícola de Hueyapan, que consistía en producir maíz y frijol en las tierras bajas y frutales en tierras altas. Según la interpretación actual de algunas personas, la construcción de la carretera ayudó a que la producción de frutales se incrementara, pues: “al haber un camino más viable para llevar sus frutos y transporte, les facilitó mucho a las personas llevar sus productos de un lado a otro”.
Recientemente, a partir del aumento en la demanda del aguacate a nivel nacional e internacional, el número de familias que ha ido sustituyendo la milpa y los frutales por cultivos de aguacate, se incrementa año con año. Existen diferentes perspectivas locales sobre las implicaciones económicas y ambientales en torno a la creciente producción del llamado “oro verde”, que se está convirtiendo progresivamente en el motor de la economía local. Un campesino señala lo siguiente: “Pues en un principio nada más era para la venta local, porque llegaban compradores de otros estados y había un precio más o menos estable. De unos tres o cuatro años atrás, el precio del aguacate se disparó bastante, entonces ahorita ya es más rentable un huerto de aguacate que uno de durazno, y requiere menos trabajo también”.
Por el contrario, algunas personas, sobre todo jóvenes, consideran que la producción de autoconsumo de maíz y frijol debe continuar. Además, proponen que en los predios se dedique un espacio a huertos en los que se siembren otras plantas alimenticias, y así, depender en menor medida de las producciones extensivas como las hortalizas, pues están conscientes que para su producción se utiliza una gran cantidad de agroquímicos dañinos para la salud.
El tema de la siembra del aguacate debe ser abordado con profundidad por campesinos de la región, autoridades locales y ambientales. En Hueyapan, la siembra de este fruto no sólo ha comenzado a desplazar los cultivos que permiten el autoabasto alimentario, como el maíz; también ha comenzado a extenderse a tierras privadas o comunales en donde antes existía “el monte”. Ya se ha visto en otros lugares cómo el incremento en la producción de este frutal ha afectado al bosque y también ha contribuido a que se agudicen ciertas problemáticas sociales, además de los daños a la salud que generan los agroquímicos utilizados. Las jóvenes generaciones se encuentran frente a la disyuntiva de dar continuidad a la herencia que les han dejado sus ancestros sobre los agroecosistemas tradicionales, o abrazar completamente la modernidad de los monocultivos, los rendimientos económicos que generan y los costos colaterales que implican. •