Número 171 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
¡A COMER!
Mujer nahua prepara un guiso en la cocina
Mujeres nahuas preparan ayohchichikilli tamales de calabaza con frijol.
Mujeres nahuas preparan alaxoxatolli atole de naranja en una chachapalli olla de barro
Ayohchichikilli tamales de calabaza con frijol con papatla hojas de plátano.
Mujeres nahuas sacan tamales recién hechos.

Huasteca veracruzana

Milpa, comida y liderazgo de mujeres rurales

Jesús Alberto Flores Martínez Masewal milpero y estudiante del Doctorado en Desarrollo Rural, UAM-Xochimilco

Para los pueblos mesoamericanos contemporáneos la milpa no solo es el lugar en donde se cultiva el maíz junto con una gran diversidad de alimentos, representa más bien un modo de vivir, de pensar y de sentir. En su sentido más amplio, la milpa es una imagen, una metáfora del modo de vida campesino y de la diversidad. El “paradigma milpa” ha sido y es una estrategia de lucha y resistencia de los pueblos originarios y campesinos del México profundo: ha permitido su continuidad histórica. Sin embargo, en la actualidad este modo de vida en resistencia se encuentra amenazado ante los embates de la modernidad y el desarrollo eurocéntricos, lo que a su vez ha propiciado el surgimiento de diversas estrategias encaminadas hacia su defensa y fortalecimiento, un aspecto que resulta muy importante destacar es el liderazgo que las mujeres rurales han tenido en este tipo de procesos.

“En Xochikali está nuestra fortaleza, nuestro rostro, nuestra raíz profunda, nuestra sangre.”

Palabras de una milpera.

En la región de la Huasteca veracruzana, particularmente en la comunidad nahua de Tepeko, municipio de Ixhuatlán de Madero, desde hace quince años un grupo de campesinas y campesinos se organizaron para crear el proyecto Xochikali Tepeko (Casa de la Flor del Lugar Entre Cerros), una iniciativa comunitaria orientada hacia la defensa de la milpa, el fortalecimiento de la espiritualidad, la revitalización de la lengua náhuatl, el desarrollo de las manifestaciones artísticas, el fortalecimiento de la identidad y la recuperación del trabajo solidario. Todo lo anterior se desarrolla a partir de un sistema de conocimientos propio y de una metodología basada en la horizontalidad, el diálogo y la reflexividad entre las diversas personas que participan en el proyecto, en una búsqueda común para descolonizar sus conocimientos y modo de vida. Los espacios concretos en donde esto ocurre son la Xochikali (Casa de la Flor) y los xochiohtli (surcos de formación): wewetlahtolli (la palabra sabia y antigua), tlatzontli (bordado), tlatzotzontli (música ritual) y tlatohtokanih (sembradores).

La xochikali representa el ámbito de lo sagrado y es el espacio en donde se llevan a cabo los ritos agrícolas asociados a los ciclos de la milpa. La xochikali es la casa de Chikomexochitl (Siete Flor, espíritu del maíz), ahí se resguarda la xinachtli (semilla) representada en figuras de papel antropomorfos de Chikomexochitl Okichpil (Maíz Niño) y Chikomexochitl Siwapil (Maíz Niña). Chikomexochitl es a la vez una metáfora que alude a la diversidad de cultivos, a las etapas de crecimiento del maíz y a la milpa.

Siwameh tlawel ipatih ipan milli, pampa inihuantih kinkualtlaliah ahwiyak tlakualistli.

Siwameh elih tlahko milli.”

(El trabajo de las mujeres en la milpa es muy importante, porque ellas transforman los cultivos

en deliciosos alimentos. Las mujeres representan la otra mitad de la milpa).

Palabras de una milpera.

En Xochikali Tepeko las mujeres desempeñan una labor fundamental, las nanameh (abuelas, mujeres sabias) son las responsables de coordinar la mayoría de las actividades esenciales para el buen funcionamiento del proyecto: lideran cada uno de los surcos de formación, enseñan las técnicas de bordado tradicional, transmiten la lengua originaria a las nuevas generaciones, custodian el espacio sagrado y transforman la milpa en alimentos.

En la milpa crece el maíz junto a sus compañeros: achtli (pipián), ayohtli (calabaza), wahtli (amaranto), chilli (chile), etl (frijol), ichkatl (algodón), kakawatl (cacahuate), kuatlahkayotl (chayote), aholi (ajonjolí), kolantoh (cilantro), siltomatl (tomatillo), alahueno (hierbabuena), kilitl (quelite), kuaxilotl (plátano), xonakatl (xonacate), owatl (caña), kamohtli (camote) y xochimeh (flores).

Una vez que se cosechan los cultivos comienza el trabajo de las mujeres, ellas transforman la milpa en variados y deliciosos alimentos: chichikilli (tamales), chiltlaxkalli (enchiladas), etixtli (bocoles), tlapanilli (huatape), atolli (atole), solo por mencionar algunos. La diversidad gastronómica es muy amplia y depende de la ocasión, pues no es lo mismo preparar alimentos para complacer a los dioses, que preparar un festín para el disfrute de los humanos. Para las mujeres, la cocina no solo es el espacio en donde ocurre la transformación de la milpa en alimentos, es también un lugar sagrado porque ahí habita Xiwantsih: El Abuelo Fuego y La Abuela Fuego. “La cocina está viva y también siente”, asegura una de las nanameh.

“La milpa está en todo lo que hacemos, en el conocimiento de nuestros abuelos.

La milpa está en todos lados, en cómo trabajamos.”

Palabras de una milpera.

En el contexto de una pandemia que parece no tener fin, las mujeres rurales y campesinas de Xochikali Tepeko nos hacen un atento llamado a reflexionar las promesas de la modernidad, a escuchar la voz de la naturaleza antes que hacer caso a las señales del mercado, a producir nuestros propios alimentos como acto revolucionario, a reconectarnos con nuestra espiritualidad, a construir nuevas formas de justicia y democracia, a establecer relaciones basadas en la solidaridad y la complementariedad, a construir modos diferentes de habitar el mundo que pongan en el centro a la vida y el respeto a la Madre Tierra. Nos invitan a hacer milpa y comunidad que son lo mismo. Es en el mundo campesino en donde se encuentran los conocimientos necesarios para construir modos de vida alternativos ante la crisis. Hay que apostar por un cambio de paradigmas. ¡Hagamos milpa! •