e acuerdo con el documento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) titulado Reporte mundial sobre la desigualdad 2022, en México uno por ciento de la población en la que se concentran los mayores ingresos genera 44 veces más contaminación ambiental que el 50 por ciento de las personas que se encuentran entre la parte media y baja de la pirámide. De esta forma, mientras los individuos situados en la segunda producen en promedio 1.9 toneladas de dióxido de carbono (Co2) al año, los que conforman el 1 por ciento de los más acaudalados emiten 83.7. Si se comparan las emisiones generadas por el 10 por ciento con ingresos más elevados con las producidas por el 50 por ciento menos favorecido, se tendrá una relación de 20 toneladas a 2 de dióxido.
La desigualdad en la generación de impactos ambientales no es ciertamente un fenómeno exclusivo de nuestro país, pero los datos del informe señalado indican que es mucho más aguda en México que en otras naciones. En Canadá, por ejemplo, la segunda de las proporciones indicadas (10/1) es de 6/1 y en Brasil, de 8/1. El documento del PNUD es indicativo acerca de élites con hábitos de consumo y estilos de vida personales que generan impactos ambientales dramáticamente mayores que los del resto de las poblaciones lo cual evoca, a su vez, frivolidades tan innecesarias como perniciosas para el entorno natural.
Pero, como lo indica un estudio del banco Credit Suisse de 2020, más allá del ámbito individual, sería pertinente considerar que en esos pequeños sectores se concentra la propiedad de la gran mayoría de las corporaciones con actividades tan destructivas como la minería, las manufacturas, la industria textil, alimentaria, siderúrgica, petroquímica y del transporte, así como empresas energéticas. Si a los impactos ambientales de esas empresas se sumara la huella de carbono individual de sus propietarios, sería inevitable concluir que la mayor parte de los efectos antropogénicos del deterioro ambiental y del cambio climático son responsabilidad de una pequeña fracción de la humanidad.
Significativamente, entre las personas ocurre en esta materia algo muy parecido a lo que pasa entre los estados más ricos y el resto. Así, por ejemplo, mientras Alemania produjo en 2020 un total de 637 millones de toneladas de Co2, con un promedio por habitante de 7.72 toneladas, México generó 407 millones 695 mil, lo que da una emisión per cápita de menos de la mitad: 3.05. El contraste es aun más marcado entre una superpotencia como Estados Unidos, con un indicador por habitante de 13.68 toneladas, y Nicaragua, con 0.79.
En términos generales, seis países (China, Estados Unidos, India, Rusia, Japón y Alemania) concentran más de 60 por ciento de las emisiones planetarias de Co2. Y si bien es cierto que en términos brutos India genera por sí misma 2 mil millones 302 mil toneladas de dióxido, una cifra cercana a la de la Unión Europea (2 mil millones 551 mil), es necesario considerar que en 2020 la población total de la segunda era de 447 millones, mientras en la nación asiática es de más del triple, con mil 380 millones, por lo que en India la huella de carbono por habitante es de menos de un tercio que en Europa.
Es claro, pues, que entre los individuos como entre las naciones, resulta injusto y profundamente inmoral distribuir de manera equitativa entre ricos y pobres la responsabilidad por el deterioro ambiental y el cambio climático.