a novedad oficial provino sobre temas un tanto inesperados. Sólo los muy interiorizados en el trajinar de los modos, la hondura y calidad de los tiempos y la visión gubernamentales, pudieron anticiparlo. Súbitamente, pero de manera directa, hilada y sin titubeos, apareció una vertiente de acción política que sus opositores todavía no acaban de absorber. El Presidente salió al amplio balcón de la arena internacional con una postura que robustece, tanto su visión de fondo como los márgenes de soberana independencia de México. Ahora se palpa una más de las concreciones (Celac) de este amplio pensamiento integracionista aplicable, no sólo para su gobierno, sino para toda una región del mundo.
No es una fumarola de líder engreído que aspira a laureles fáciles con medallas y pergaminos para colgarse en una pared cualquiera. Es una consecuencia de la madurez alcanzada en el quehacer interno y como producto de haber escuchado los sonidos del amplio río que ya corre por la región americana. Son, actualmente, corrientes nerviosas, un tanto inéditas y dispersas, pero que apuntan hacia inequívoca dirección: una amalgama de búsquedas con claros matices de izquierda. Una izquierda que abarcará, con toda seguridad, un sinnúmero de diferencias, condicionadas por las múltiples naturalezas e historias de cada país. Pero con agarraderas comunes que presentan oportunidades para asirse si se toman con inteligente valentía. Se trata de apresar, como acaba de formular el canciller mexicano, la intensión básica de la Celac: forjar acuerdos, no buscar unanimidades. Y lo dice porque los filamentos que los conforman muy sutiles y hasta distintos diseños nacionales no se deben interpretar como obstáculos, sino como ricas palancas de crecimiento.
Este llamado continental del Presidente mexicano a la reunión de países latinoamericanos y del Caribe no apareció de improviso. Las señales del cierto rumbo externo fueron apareciendo de manera por demás consistente. Primero se consumió un periodo de difícil entendimiento con el pasado presidente republicano que transitó por la negociación y apoyo decidido al T-MEC. Se pudo así entablar fluida relación y saltar barreras y sobresaltos, nulificando castigos del poderoso e intransigente negociador. Lo siguiente que devino parecía, sobre todo para la oposición, deshilvanado y ofensivo al nuevo habitante de la Casa Blanca. La relación con el demócrata dio pie a numerosas premoniciones de rencores y tragedias al canto que aún subsisten. Los contactos entre ambos países y sus líderes, sin embargo, transcurrieron de natural manera. Y así siguen progresando hasta el presente.
Sorpresivamente, un artero golpe de Estado, fincado en atrabiliaria derecha local y auspiciado desde fuera (OEA) con la usanza acostumbrada, destituyó al presidente boliviano. Sin tardanza alguna, AMLO acudió a su rescate, pues su vida misma peligraba. Después de un corto lapso, Evo retornó agradecido a su país y la izquierda boliviana pudo retomar el poder en concurridas elecciones. Bolivia es, ahora, buena aliada de México. El inhumano bloqueo a Cuba, en especial durante los múltiples rigores de la pandemia, provocó alentados disturbios que fueron usados, de inmediato, por la postura intervencionista de las derechas. Ello dio pie a un enérgico llamado mexicano a suspender tan ilegal bloqueo, también condenado por la casi totalidad de las naciones del mundo. Sendos barcos con alimentos y medicinas y otros enseres fueron enviados a Cuba. Las voces de alarma de los opositores, resucitaron suponiendo, como siempre lo hacen, temidas consecuencias del vecino. Se volvió a catalogar como atrevido y hasta irresponsable el activismo externo de López Obrador. Arreciaron entonces los lamentos y prevenciones de peligros inminentes. El principal temor se fincó en las reacciones tanto del gobierno de Joe Biden como de otros muchos e influyentes grupos del poderoso vecino y potencia mundial. No hubo reconsideración alguna de los morenos y, más aún, se robustecieron los signos de soberana tesitura.
Las fiestas de independencia se levantaron como oportunas tribunas para dar acabado diseño a la política externa. La invitación al presidente cubano como orador especial ha causado reacciones, por demás esperadas, indicativas de los complejos sentires nacionales hacia esa sitiada nación. El respaldo gubernamental a Cuba no titubea y se pinta de solidaria actitud. La prolongada y fiera resistencia nacionalista de los habitantes de la isla al injusto embate estadunidense, se torna en aliento propio para solidarizarse con su lucha. El éxito en la reunión de la Celac (33 asistentes) corona, por lo pronto, todo un escenario de relaciones exteriores que, los opositores al cambio de régimen critican con argumentos muy usados. Pero ahora se testifica, con claridad, la articulada tendencia que lleva este conjunto de transformaciones en marcha.