unque las declaraciones y estudios sobre las consecuencias económicas y financieras menudearon a lo largo del periodo, hubo de transcurrir año y medio para el anuncio, este 2 de agosto, de una primera gran acción del Fondo Monetario Internacional (FMI) ante la pandemia. Se necesitó una pandemia de la dimensión, alcance y consecuencias –sanitarias, económicas y financieras– de la que ahora se sufre para que la junta de gobernadores del FMI decidiese aprobar una emisión general de derechos especiales de giro (DEG), con el fin de apuntalar la liquidez mundial
(https://www.imf.org/es/News/Articles/2021/07/30/pr21235).
En ese documento, el FMI recalca que se trata de la mayor asignación de DEG en la historia, por el equivalente a 650 mil millones de dólares (monto que rebasa por mucho todas las anteriores, que suman 293 mil millones de dólares). Subraya que beneficiará a todos los países miembros, abordará la necesidad de reservas a escala mundial y a largo plazo, generará confianza y promoverá la resiliencia y estabilidad de la economía mundial
. Añade que ayudará a los países miembros más vulnerables que están luchando contra los estragos de la crisis provocada por el Covid-19
. En suma, una contribución mayor para restaurar condiciones para el crecimiento global. Hay que recordar que las asignaciones de DEG no son rembolsables, no están sujetas a la condicionalidad que suele aplicarse a los recursos facilitados por el fondo y son de libre disposición para los gobiernos que las reciben, constituyendo una adición neta a sus reservas internacionales.
Dado que las asignaciones de DEG se distribuyen entre los miembros del FMI en función de sus cuotas, algo más de tres quintos del total corresponderá a los países avanzados y los otros dos quintos a países de mercados emergentes y en desarrollo, incluidos los países de bajo ingreso
. Para paliar esta inequidad distributiva, la directora-gerente del fondo ofreció continuar trabajando activamente con los países a fin de identificar opciones viables que permitan canalizar voluntariamente DEG de los países miembros más ricos a los más pobres y vulnerables, para apoyar su recuperación de la pandemia y para que logren un crecimiento resiliente y sostenible
.
Ante la circunstancia excepcional de la pandemia, podría haberse pensado en una forma de distribución también excepcional: por ejemplo, destinar la mitad o dos tercios de la asignación de DEG a financiar las adquisiciones de vacunas y materiales para las campañas de inoculación de los países de bajo ingreso, distribuyendo el resto con la fórmula tradicional. Ahora y en el futuro cercano, el mejor empleo que puede darse a un aporte de liquidez internacional adicional es dedicarlo a dejar atrás la crisis de salud y, por esa vía, restaurar las condiciones para la expansión de la actividad y el empleo.
En días recientes también se aludió con insistencia al esfuerzo multinacional de acopio y distribución de vacunas contra el Covid-19 conocido con la sigla Covax. Se difundieron con amplitud algunas de las dificultades que lo han ralentizado. Destacó un amplio reportaje del New York Times, publicado el 2 de agosto: Dónde se extravió un gran programa de vacunación global
. Construido como una alianza internacional de organismos de salud y desarrollo, en particular la OMS y el Unicef, con fundaciones privadas patrocinadas por empresas trasnacionales, que dispondría de miles de millones de dólares, Covax se planteó competir en la adquisición de vacunas a fin de destinarlas a los países pobres. Sin embargo, Covax ha enfrentado enormes dificultades para adquirirlas y ahora [mediados 2021] dispone de medio billón de dosis menos de las establecidas como objetivo.
El gobierno de Biden anunció la donación de 500 millones de dosis, compradas a Pfizer, valuadas en 3 mil 500 millones de dólares. Esta donación afectó otros compromisos estadunidenses de asistencia, relacionados con la logística de las campañas de vacunación. A fin de cuentas, no se superó el desequilibrio de poder y el programa Covax quedó a merced de los países ricos y de las compañías farmaceúticas
, concluye el artículo.
Es claro que Covax requiere reformular sus procedimientos de captación de fondos y de adquisición de vacunas para disminuir el desequilibrio existente y permitir cerrar la brecha en el número de vacunas y el monto de materiales y equipos complementarios, para que todos los países puedan realizar campañas de vacunación, aun de alcance limitado. Se ha sugerido, por ejemplo, que los países avanzados con disponibilidad excedente de vacunas, pospongan la aplicación de terceras dosis para canalizarlas a Covax, de suerte que los de más bajo ingreso puedan inmunizar a 10 por ciento de su población antes de que concluya el presente año.