En México, miles de personas de varias generaciones que hablan una lengua indígena pueden contar su experiencia escolar “aprendiendo español”. Esas experiencias describen la violencia lingüística a la que se enfrentaron durante su vida escolar y después en la interacción con la sociedad mestiza. La violencia que se ejerce hacia los hablantes de las lenguas es muy vigente pues por mucho tiempo se castigó fuertemente y se sigue castigando por hablar estas lenguas. La coerción y la violencia física dentro del sistema escolar del Estado Mexicano ha sido uno del mecanismo responsable del lingüicidio que vivimos. La estigmatización social también es violencia. Las poblaciones indígenas en México están estigmatizadas, entre otras cosas, porque hablan una lengua indígena: un círculo vicioso que sugiere una relación muy estrecha entre lengua y racismo. Si las lenguas llamadas indígenas están en peligro es porque han sido blanco de opresión que generan otros problemas estructurales como el racismo y la violencia racial, en la que se encuentra la violencia lingüística.
Los sistemas lingüísticos llamados indígenas desde el punto de vista colonial son dialectos. Tomo con precaución la categoría de indígena, que al ser también una categoría colonial impuesta sirvió y sirve para controlar, oprimir y dominar. Dialecto es una noción racial que considera a estas lenguas como incompletas y sin gramática. En realidad, estamos frente a un fenómeno de racialización lingüística, es decir nuestras nociones de clasificación racial, que en México se manifiestan en una división binaria entre mestizos e indígenas, junto con estas nociones de las lenguas como dialectos se entrecruzan y dan como resultado que pensemos la capacidad comunicativa de los individuos que las hablan como limitada. Y para muestra un botón: recordemos la forma burlona en la que actual presidente del Instituto Nacional Electoral Lorenzo Córdoba se refirió a la manera de hablar de los miembros de la Nación Chichimeca en 2015. En su supuesta mímica que hace de la forma de hablar de un líder chichimeca dice “Yo jefe de la gran nación chichimeca, vengo Guanajuato, yo decir aquí o diputados para nosotros o yo no permitir tus elecciones”. Este es un claro ejemplo de violencia lingüística en la que por medio de la racialización lingüística este funcionario federal pone de manifiesto el racismo con el cual percibe la forma de hablar de un individuo de una nación indígena.
En la sociedad contemporánea tenemos como herencia colonial una jerarquía racial, es decir se les otorga más valor a personas de color blanco o supuestamente de origen europeo que a personas de color obscuro y para el caso particular del racismo lingüístico, a personas que hablan alguna lengua indígena. En México, la idea de las lenguas indígenas como dialectos está tan naturalizada que en algunos casos en las propias comunidades hablantes de alguna lengua indígena se refieren a ellas como dialectos. Y no se diga la población mestiza quien usa el término con toda la carga racista que connota. Algunas personas no saben si quiera que en México se hablan lenguas indígenas. En nuestra sociedad aun tenemos esas ideas coloniales, que vemos muy lejos en el tiempo, casi añejas y de muchos siglos atrás, las tenemos socialmente naturalizadas e individualmente muy internalizadas. Es así que las lenguas se convierten en sitios donde se reproduce la raza y el racismo. En esta misma lógica racial, el Estado continúa incentivando la ideología monolingüe que sugiere al español como la lengua de la modernización y el progreso. Aunque esas ideologías actualmente sustentan al proyecto del Estado-Nación tienen su origen en el racismo colonial. Por lo tanto, hay una racialización lingüística en la que el idioma hablado por los no europeos no es considerado idiomas o menos idiomas.
Estas problemáticas merecen primeramente ser nombradas, pues ningún sistema de opresión puede desmantelarse si no existe primero un reconocimiento y un lenguaje para designarlo y describirlo. La secretaria de Educación Pública y el sistema escolar mexicano han sido en gran parte responsables de esa violencia racial y lingüística, sin embargo, muchas instituciones como el INE no se salvan de esta mal. Al parecer al Estado por ningún flanco le interesan las lenguas indígenas ni la condición social de sus hablantes a menos de que muestre lo contrario. •