Cuando un recurso genético está en riesgo de perderse, ya sea por la reducción de su hábitat natural o por la siembra masiva de unas pocas variedades comerciales, se recurre a la conservación ex situ.
Éste es el caso de la conservación ex situ de los tomates mexicanos de cultivo local, que se lleva a cabo fuera de su sitio de origen, debido a que casi todo el mercado está dominado por 23 variedades comerciales, producidas por sólo dos empresas (16 de Seminis y 7 de Nunhems), según un artículo científico publicado en 2019 en la Revista Fitotecnia Mexicana.
Las 23 variedades comerciales que se usan en el país sólo son de dos tipos de fruto: el saladete (90%) y el bola (10%). Esta producción y consumo ignora la existencia y los beneficios de muchas otras especies de tomates, como el arriñonado, el tipo calabaza, el tipo pera, los tomatillos, el cuatomate y de cientos de variedades nativas mexicanas que se producen y consumen por agricultores locales y regionales.
La conservación ex situ incluye varias fases: resguardo de semillas en un depósito (banco de germoplasma, provisto con refrigeración y con baja humedad relativa), renovación periódica de la semilla (porque con el tiempo se va perdiendo la capacidad de germinar) y caracterización de las colecciones para determinar su utilidad posible como donadoras de propiedades atractivas o su potencial como variedades comerciales.
La fase de caracterización de las diferentes muestras que se colectan permite identificar las que sobresalen por su adaptación a diferentes condiciones ambientales, como son suelos y climas diferentes a los de origen, o a sistemas de agricultura intensiva tecnificada bajo invernadero con riego y nutrición por goteo.
Entre más ambientes de prueba se realicen, más se conocerá sobre la capacidad adaptativa de las colecciones, incluyendo su tolerancia a factores adversos como sequía, salinidad, plagas o temperaturas extremas, condiciones que se esperan con el cambio climático.
Además de los rasgos agronómicos y fisiológicos, también conviene caracterizar los de valor nutricional, como la capacidad antioxidante del fruto y el contenido de anticancerígenos, como el licopeno y los carotenoides.
El principal problema para lograr todo lo anterior es la falta de recursos económicos suficientes para renovar la semilla y la caracterización de las colectas. Esos costos incluyen la compra de materiales de producción como sustratos, fertilizantes, pesticidas, sistemas de riego, así como el mantenimiento del invernadero y de la cámara fría para el resguardo de semillas, además de gastos en viáticos y transporte para las evaluaciones en varios ambientes.
También se requiere comprar reactivos y aparatos para el laboratorio, dar mantenimiento a los instrumentos y contratar el personal técnico de apoyo necesario, tanto en invernadero como en laboratorio, lo cual significa generar empleos para profesionales calificados.
El banco de semillas contiene 650 diferentes muestras provenientes de 11 estados de la república, pero falta muestrear a otras entidades que también son ricas en jitomates nativos cultivados y silvestres.
Existen unas colectas de jitomates mexicanos en el extranjero, entre ellas la de la Universidad de California en Davis, en Estados Unidos, la cual enlista 51 muestras, y la del Departamento de Agricultura estadounidense, que reporta 124 variedades. Ninguna de ellas indica el lugar de origen de las semillas.
En todos los bancos de semillas, también llamados bancos de germoplasma, se procura mediante investigaciones formales cumplir con la conservación y búsqueda de características deseables, así como contribuir al mejoramiento genético de las variedades sobresalientes para adaptarlas a sistemas tecnificados modernos. La capacidad de llevar a cabo todas estas tareas de conservación y aprovechamiento de estos recursos genéticos depende esencialmente del financiamiento disponible.
En resumen, la conservación ex situ de germoplasma es un aspecto valioso en la preservación del recurso genético, complementaria a la conservación in situ, es decir, la que se lleva a cabo en la zona natural de adaptación y con las personas que las han manejado por generaciones. •