Número 165 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
VACUNAS DE ESPERANZA

Chiapas

El dilema de la población rural ante la vacunación por la Covid-19

E. Fernando Pérez Universidad Autónoma Chapingo Masaya Del Rasso Sáyago Instituto Politécnico Nacional

La emergencia sanitaria por la pandemia de Covid-19 ha marcado un hito en la historia del capitalismo, no solo por sus efectos epidemiológicos y su propagación a nivel mundial, sino por los estragos en la economía global y sus efectos devastadores en la clase trabajadora. Distintos organismos internacionales coinciden en que la única vía para superar la crisis es la creación y aplicación masiva de vacunas contra el virus Sars-CoV-2. Sin embargo, en Chiapas, el proceso de vacunación ha puesto a una parte de la población rural en el dilema de vacunarse o no, según sus apreciaciones de la pandemia y la influencia de otros factores.

En Chiapas, la Secretaría de Salud estatal no ha hecho público los avances del proceso de vacunación. Consultando comunicados oficiales se aprecia un arribo de poco más de 500 mil dosis de Pfizer/BioNtech, Sinovac, Astrazeneca y CanSino, que se supone se han aplicado al personal de salud, educativo y adultos mayores de 60 años. Sin embargo, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2020, en Chiapas existe una población de 507 757 personas mayores de 60 años, de los cuales el 46% vive en zonas rurales. Por lo tanto, si se toma en cuenta la doble dosis de la mayoría de las vacunas, es probable que la mitad de dicha población no haya acudido al llamado de las Jornadas Nacionales de Vacunación.

En principio, el rechazo a la vacuna tiene como telón de fondo los datos oficiales que indican que la Covid-19 ha dejado 1 430 personas muertas y 10 865 casos confirmados acumulados, hasta 27/04/2021, equivalente al 0.66% de personas fallecidas y 0.46% de casos confirmados en el país. Datos que han sido criticados por distanciarse diametralmente de la realidad chiapaneca, pero que han servido al Gobierno para posicionarse como uno de los primeros estados en pasar a “semáforo verde”.

Además, dichas cifras sustraen el sentido lógico de la vacunación y brindan elementos a los municipios que han rechazado la vacuna, como es el caso de San Juan Cancuc, en la región Altos. En esta región, también comunidades de Aldama, Tenejapa, Chenalhó, San Andrés Larráinzar, San Juan Chamula, alzaron voces de rechazo a las vacunas. Si bien, no todas lograron una decisión en el ámbito municipal, a nivel de comunidades los acuerdos fueron tomados por votación de mayorías y en algunos casos con sanciones establecidas, haciendo uso del principio de autodeterminación.

Los Altos no es la única región que muestra casos de rechazo al proceso de inmunización, también están presentes en el Soconusco. Por ejemplo, en Tuzantán, de una población de 3 395 personas mayores de 60 años, solo fueron vacunadas alrededor de 1 100 personas con esquemas completos. En este municipio el 80% de la población mayor reside en zonas rurales, por lo que se estima que la mayor parte de la población vacunada pertenece a la zona urbana. Así lo muestran los datos recabados en cuatro localidades: localidad 1, de una población de 90 personas mayores de 60 años, se vacunaron 20; localidad 2, de una población de 63 personas mayores, se vacunaron 10; localidad 3, de una población de 58 personas mayores, se vacunaron 7; localidad 4, de una población de 21 personas mayores, se vacunaron 5.

Para dimensionar esta situación se debe de tener en cuenta que la mayor parte de la población se dedica principalmente a las actividades agrícolas y artesanales. Quienes, a pesar de la pandemia, no han dejado de trabajar porque éstas representan su sustento económico y su sobrevivencia. Además, en muchas comunidades los servicios de salud, agua potable y drenaje son escasos, y persiste la pobreza debido a la precariedad de la economía campesina.

De acuerdo con algunos testimonios, los meses de mayo, junio y julio de 2020 fueron los más duros de la pandemia. “Parecía que la enfermedad lo hubieran regado a propósito”, “fue como una nube que empezó a cubrir a todos”. Incluso, se llegó a suponer que “a través de fumigaciones el gobierno propagó la enfermedad”. Por ello, ante la saturación de hospitales, cierre de consultorios privados y altos costos de tratamientos, muchos recurrieron a la medicina doméstica, con el uso de plantas medicinales y remedios caseros para amortiguar la enfermedad. Pese a esto, hubo pérdidas significativas en algunas familias, la mayoría sin un diagnostico médico, lo que quedará en la interrogante, dada la ausencia de pruebas en el área rural.

Vacunación de maestros. Zulema Sóstenes

En este contexto, la llegada de las vacunas generó suspicacias, dudas y miedo en la población, sumergiéndolos en el dilema de vacunarse o no, pues “¿si el gobierno fue quién propagó la enfermedad por qué ahora quiere cuidarnos?”, “¿no será que con la vacuna ahora sí nos quieren matar?”. Estas y otras inquietudes fueron alimentadas por los medios de comunicación, particularmente por la televisión abierta, pero también por la religión: “mi vacuna es Dios y nada me va a pasar ”. Por otra parte están aquellos que expresan: “yo no me voy a vacunar porque aún no quiero morir”, mejor “vamos a esperar un tiempo para ver si los que se vacunaron no mueren, de ahí ya veremos”. De manera contraria, quienes se han vacunado muestran cierta confianza en los avances científicos y tecnológicos, afirmando que “el gobierno no puede matar a toda la población”.

Más allá de posicionamientos reduccionistas, estos testimonios muestran reflexiones ontológicas de la vida en la población rural, justificadas desde sus propias realidades. No es una cuestión superflua, responde a las lógicas del mundo que habitamos, aunque esto parezca contradictorio. •