El trueque es una práctica milenaria libre y natural del ser humano para la cual debe existir previamente el excedente, si bien fue desterrada en tiempos remotos, pero recientemente ha adquirido un valor renovado en distintos contextos. En este momento, resurge en medio de la crisis sanitaria por la pérdida de empleo y colapso económico, siendo una de las principales causas para que las personas opten por intercambiar productos y servicios, en un intento por evitar el uso del dinero y sobrevivir la pandemia. La crisis provocada por el virus SARS-CoV-2, denominado COVID-19, transita hacia la nueva era de confinamiento involuntario, y el trueque se aviva con más fuerza en muchas regiones de México, entre vecinos, amigos, familiares, colonias, barrios y pueblos enteros, están reinventando espacios sociales que se pensaban olvidados en medio de los estragos socioeconómicos.
El trueque: fortalece la economía familiar
Este sistema tiene como ventaja el no usar dinero como mediador, pero también presenta el inconveniente de que en una negociación injusta habrá quienes quieran sacar ventaja del otro. El arreglo se realiza entre bienes que se consideran de igual valor, sin usar dinero, priorizando el valor de uso. Es decir, no debe haber desconfianza y quedar dudas en que uno recibió más y el otro menos. El trueque retorna y con más ímpeto, como una acción económica solidaria y recíproca, pues muchas personas, acostumbradas a vivir al día, fueron obligadas a pausar sus actividades laborales por el confinamiento y han iniciado la búsqueda de nuevas alternativas en plena pandemia. Con su revivificación se fomenta el reconocimiento de estos espacios valiosos para el abastecimiento de productos de primera necesidad como son los alimentos que integran la canasta básica. También, persigue la sensibilización y revaloración de los productos locales y reactivación de la economía. Es por ello, que se ha hecho vital para sostener y reconstituir una práctica prehispánica en tiempos de crisis.
En México este sistema de comercio ancestral, aún se realiza en algunos pueblos originarios. Las experiencias son muy diversas, implementadas en zonas rurales como urbanas; todas estas prácticas están permitiendo a miles de personas sobrevivir y resistir la pandemia que intensifico su proliferación desde el mes de marzo del año pasado. Estos grupos organizados intercambian frutas, verduras, semillas por artesanías, tejidos o productos para el hogar. Son acciones colectivas, en la que los tianguis o mercados se instalan en los sitios considerados el corazón de la ciudad o cabeceras municipales, hasta donde llegan para intercambiar sus productos, y así conseguir lo necesario para la subsistencia familiar. En diferentes regiones del país, hasta antes de la pandemia, el trueque se realizaba en ocasiones, con excedentes de cosechas o artículos sobrantes de los hogares. A pesar de que la economía se haya paralizado y, en consecuencia, no tener dinero para adquirir bienes y servicios deseados hizo que mucha gente volviera al trueque, más que para deshacerse de cosas, florece como una alternativa real. Este sistema sostiene la economía de diversos comerciantes, pues a causa de las bajas ventas y problemas económicos que trae consigo, ellos prefieren intercambiar sus productos y evitar pérdidas, por eso ha transcendido como sostén del mercado y comercio local.
En plena cuarentena suceden nuevamente los intercambios, como son los casos de regiones del estado de Guerrero, donde viven y predominan familias campesinas e indígenas, trabajadores con salarios medios y muchos otros informales que viven al día. El sector informal ha sido el más afectado a nivel nacional al reportar, en los primeros 12 meses de la pandemia, una caída en el empleo del 48 por ciento. Esto golpea a cientos de miles de familias y en especial a pueblos originarios y campesinos. En la región Montaña, artesanos también han estado recurriendo al trueque para sobrevivir al confinamiento, apoyándose unos a otros. Por ejemplo, por la falta de ventas, mujeres indígenas salen a las calles para intercambiar sus artesanías por alimentos. Asimismo, productores de jamaica, ajonjolí, maíz y semilla de calabaza de Costa Chica, también han recurrido al intercambio para obtener bienes básicos para sobrellevar la pandemia, intercambian paquetes de kilos o litros de productos, por utensilios para el hogar u otros alimentos comestibles que ellos no producen.
Tianguis campesino: nicho del trueque
En Costa Grande se han intensificado las acciones de producción, comercialización e intercambio local, pues representan un modo viable en tiempos de crisis. A pesar de la producción local existente, el inminente cierre temporal de mercados y comercios -para evitar la propagación del virus-, mermó las ventas de las estrategias campesinas que promueven organizaciones regionales, situación que propicio la reorganización de los intercambios o trueques de alimentos y de otros productos, esto robusteció los circuitos cortos de comercialización; además brindo la posibilidad de mejorar la viabilidad económica y alimentaria, como hoy se hace de comunidad a comunidad y de comunidad a colonias y barrios en la cabecera municipal. De igual modo, se establecieron ventas directas de productor a consumidor (con las medidas sanitarias pertinentes), una relación de confianza edificada desde años, que en plena pandemia toma mayor relevancia: “consumo local y adquisición de productos sanos y nutritivos”. Actualmente, las actividades del Tianguis Campesino Agroecológico -un espacio social de venta e intercambio que data desde el 2009 en Coyuca de Benítez-, se empieza a reanudar paulatinamente, sus miembros están fortalecidos emocionalmente, pues han reiterado a las autoridades en diferentes espacios, que la producción comunitaria de alimentos se mantiene y la urbana va en aumento. Aparte de exigir la eliminación de alimentos basuras de las dietas ante futuras pandemias, cuyos daños están ampliamente comprobados. Hoy, la población urbana en Coyuca de Benítez está interesada en dejar de consumir los productos que ofrecen las corporaciones, y transitar hacia el consumo de alimentos tradicionales, compra local de alimentos; así como en organizar intercambios entre el campo y la ciudad, escenarios que serán valiosos en la nueva normalidad.
En suma, el trueque se reaviva como práctica social, política y económica en variados grupos indígenas, campesinos y en especial en la población urbana. Esto demuestra que no sólo sirve para sobrevivir, sino que desafía la economía capitalista, al volver a un sistema donde la moneda de cambio es el mismo producto, con un valor similar y no desigual. En la que denota una relación social especial en condiciones sociales bien definidas. Por estas mayúsculas razones, el intercambio ancestral se ha vuelto común en las regiones de Guerrero, siendo una forma de solidaridad y reciprocidad que permite fortalecer las economías territoriales que alterna con el acceso a tianguis y comercio local, donde tales limitaciones en el uso del dinero no existen y, por el contrario, donde el intercambio y el mercado se entrevén en un mismo significado. •