Don Miguel es un hombre de 51 años que disfruta bucear en las aguas del Golfo de México. Nació en la ciudad de Álamos, Veracruz, y desde muy pequeño llegó a vivir al Puerto de Sánchez Magallanes, Cárdenas, Tabasco.
En su infancia trabajó con su padre y aprendió el manejo de las artes de pesca desde la superficie marina. Él no lo sabía, pero desde entonces su amor por el mar y su curiosidad por desentrañar lo que hay en sus profundidades trazaron su camino como buzo.
Para Miguel contemplar el mundo submarino es un privilegio ya que muy pocas personas logran introducirse en las aguas profundas del mar y al mismo tiempo considera que es una responsabilidad porque es testigo de los cambios que ha sufrido la biodiversidad marina del Golfo de México.
Me daba gusto ver tantos peces; ibas a un arrecife o a unas piedras o a un casco de algún barco abandonado, ¡ah te admirabas! Había abundancia de peces, mucha diversidad, expresa al recordar cómo era todo cuando empezó a bucear en mar abierto a mediados de los 80. Tiene presente su convivencia con mantarrayas, peces espada, chernas y tiburones, aunque dice que una de sus experiencias más agradables fue haber nadado durante unos instantes junto a una mantarraya gigante.
Reconoce que en la actualidad ya no es así y reflexiona sobre el deterioro de los recursos en realidad no estoy muy seguro, son especulaciones mías, porque yo no soy biólogo, ni nada, pero pienso que tal vez la causa de la escasez que vivimos ahora sea por la sobreexplotación, porque conforme han pasado los años ha habido explosión demográfica, el pueblo ha crecido y muchos pescadores nuevos han surgido.
Otra cuestión que considera que ayuda a entender los cambios en la biodiversidad en Sánchez Magallanes son los efectos de la Reforma Energética aprobada por el Senado y la Cámara de Diputados en octubre de 2013, debido a que permitió la llegada de compañías petroleras a las áreas del Golfo de México y con ello inició una política de exclusión de los antiguos espacios de pesca para dar preferencia al sector petrolero.
A juicio de Don Miguel la actividad derivada de la industria petrolera también ha incidido en la disminución de peces. Señala, por ejemplo, que desde la Reforma se intensificó la presencia de barcos que llevan a cabo exploraciones sónicas, para lo cual realizan detonaciones en el mar, lo que espanta a los peces tal vez no los mate, pero los ahuyenta a zonas más profundas, hacia los arrecifes. Además, comenta que los pozos petroleros explotados durante mucho tiempo y que hoy ya no son productivos supuran aceite y forman carreteras de esta sustancia en la superficie del mar.
Espacios compartidos
Miguel siente melancolía al rememorar la década de 1980, cuando solo contaba con una lancha de fibra de vidrio en la que salía a bucear con sus amigos, llegaba a las plataformas fijas –localizadas a 16 brazadas de profundidad respecto a la orilla de la costa—, así como a unos pozos petroleros submarinos inoperantes y abandonados en la costa de Sánchez Magallanes, y también en el área de Campeche y Frontera, donde también hay plataformas. En todos estos sitios las piezas codiciadas eran el robalo, la cherna y el mero gigante que se encontraban en abundancia.
Las chernas que capturaba pesaban entre 120 y 300 kilos. Aunque al principio sintió temor, poco a poco se adaptó para buscarlas y mejoró sus capturas. Dice que en parte esto se debe a su comportamiento, pues se trata de animales muy mansos y curiosos que se acercan mucho a los buzos cuando bajan. Pese su gran peso, una vez muerto el animal basta con sostenerlo un poco para subirlo a la superficie, pues se suelta y la misma presión del agua lo hace subir, explica don Miguel.
En las profundidades no hay enemigo pequeño
Para Miguel en el mar no hay enemigo pequeño. Viene a su memoria que una vez puso en riesgo su vida al querer capturar un bacalao pequeño. Bajó a las profundidades a bucear sin el tanque de oxígeno solo con el visor y tiró un bacalao, pero este le enredó en las piernas, lo pegó en los tubos de la plataforma al mismo tiempo que lo arrastraba hacia el fondo del mar, tensando la piola. Miguel advirtió que se le estaba acabando el aire. Por fortuna, su acompañante que se encontraba atento en la lancha se percató que estaba tardando más de lo que habitualmente resistía, bajó y al darse cuenta de lo que ocurría, en lugar de intentar liberarlo (y correr el riesgo que Miguel se siguiera enredando), decidió matar al animal, de tal modo que la cuerda con que estaba atado Miguel se aflojó y pudo liberarse.
Esa vez pude salir por mis propios medios, pero ya estaba mareado, ya había tragado algunos buches de agua salada rememora y expresa que este evento le permitió aprender que el buzo tiene que bajar siempre con un cuchillo, ya sea en la pantorrilla o en las mangas del traje, tiene que llevar un cuchillo o una navaja, y transmite este consejo a los jóvenes buzos.
Con su práctica de años, Don Miguel sabe lo que significa el respeto al mar, por ello comparte su experiencia y aprendizajes con los jóvenes para que practiquen el buceo con un amplio sentido de responsabilidad y cuidando el recurso pesquero de su comunidad. •