La región del Golfo de México y del mar Caribe, en su zona costera y aguas adyacentes, cuenta con un enorme potencial para el desarrollo de la maricultura -producción de organismos marinos mediante su cultivo- debido a su diversidad de especies nativas, clima, variedad de ambientes acuáticos y recursos humanos. Su un litoral de 3,294 km y sus 49 lagunas costeras que abarcan una superficie de 647, 979 ha cuentan con innumerables sitios donde se podría practicar una maricultura sustentable, que representaría un beneficio en muchos sentidos para los habitantes costeros.
Sin embargo, la mayor parte de los proyectos de maricultura que se han desarrollado en la región han tenido como resultado el fracaso, muchas veces antes de los cinco años, considerado por expertos como el periodo de retorno de la inversión de un proyecto acuícola. Una de las pocas excepciones es el cultivo de ostión en lagunas costeras de Tabasco y Veracruz, pero los problemas sanitarios y de contaminación química, en buena parte por su coexistencia con la industria petrolera, no ha permitido una detonación de la actividad.
Buena parte de las causas del fracaso de estos proyectos es que los actores sociales involucrados tienen objetivos distintos y hasta contradictorios. Los centros de investigación y universidades, que aportan la parte tecnológica, priorizan los resultados de investigación para sus publicaciones, ya que es la principal forma en que se evalúa su trabajo.
Los programas de extensionismo son prácticamente inexistentes, por lo que no hay un vínculo real que se traduzca transferencias tecnológicas exitosas. La investigación que se realiza durante años alrededor de especies como el pulpo maya, el robalo, el mero, el caracol rosado o el pepino de mar, entre otras, tiene resultados prácticamente inexistentes en términos de proyectos acuícolas exitosos, lo que demuestra que los esfuerzos de la academia se han quedado cortos.
El gobierno, quien aporta el capital de inversión, ofrece apoyos temporales o a fondo perdido, y no proporciona la asesoría técnica y empresarial durante un tiempo razonable. También sucede que los recursos se particularizan y no se invierte en infraestructura para desarrollar la industria: centros de producción de semilla, plantas productoras de alimentos balanceados, centros de procesamiento y distribución de productos, canales de comercialización y exportación.
Las organizaciones civiles que pretenden realizar maricultura muchas veces son cooperativas con problemas de organización y no representan los principios fundamentales del cooperativismo: solidaridad, bien común, trabajo y reparto equitativos. Los intentos realizados con inversión privada, nacional o extranjera, han pretendido trasladar la lógica capitalista a esta actividad obteniendo un máximo beneficio al menor costo, con sueldos bajos o condiciones laborales adversas, que no representan una opción real para los habitantes costeros y que además suelen pasar por alto los costos ambientales.
No se puede soslayar que la producción intensiva de alimentos, prácticas comunes a la ganadería, agricultura y pesca industrializadas, son causas que han contribuido al deterioro ambiental. Si la maricultura se va a consolidar como una actividad que contribuya a la producción de alimentos no puede repetir estas prácticas intensivas. El ser humano está en un momento crucial en el que debe producir lo que necesita para vivir sin poner en riesgo el futuro. El ordenamiento acuícola en el mar no puede estar basado en el capital sino en los recursos naturales que se van a aprovechar y en la población que se va a beneficiar.
Se propone que la maricultura en la región se desarrolle sobre la base de cooperativas solidarias y democráticas, en las que la satisfacción de necesidades, el bien común, el desarrollo humano, la igualdad en todo sentido, la apropiación de recursos y procesos, la sustentabilidad y el crecimiento económico, se encuentren en el mismo nivel de prioridad. No más empresas basadas en la ganancia económica a costa de lo que sea, no más intereses privados y extranjeros extrayendo los recursos marinos del Golfo de México dejando a su paso resultados devastadores para el ecosistema y para la población.
De esta forma, la maricultura sí puede ser una bandera de transformación social que contribuya con algunos de los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable, plasmados en la Agenda 2030 de la ONU, como son 1. Eliminar la pobreza, 2. Eliminar el hambre, 5. Igualdad de género, 8. Buen empleo y crecimiento económico, 10. Reducción de las desigualdades, 11. Ciudades y comunidades sostenibles, 12. Producción y consumo responsables, 13. Acción por el clima.
Se debe mirar a la maricultura como una gran oportunidad para aprovechar la riqueza del mar, traducirla en bienestar y hacer que perdure para las siguientes generaciones. Los principales recursos necesarios se encuentran ahí y son de todos: luz solar, agua de mar, organismos acuáticos, oxígeno. Pongamos nuestra inteligencia, pasión, amor y empeño, y la esperanza en el mar, que es de donde todos procedemos. •