El final de la cultura petrolera clásica
En el estado de Veracruz se encuentra la región de producción petroquímica más importante de México, en ella operan los complejos La Cangrejera, Pajaritos, Morelos y Cosoleacaque, además de la Refinería General Lázaro Cárdenas del Río. Es un espacio altamente integrado a los mercados internacionales y con un anclaje cultural muy profundo. Se trata de un conjunto de localidades (Agua Dulce, Cosoleacaque, Las Choapas, Ixhuatlán del Sureste, Jaltipán, Moloacán, Nanchital, Texistepec) ubicadas alrededor de Coatzacoalcos y Minatitlán, que funcionan como polos de atracción de personas, bienes y servicios. Condición que permite plantear la idea de una unidad regional de producción petrolera y petroquímica.
En su seno ocurre una combinación de expresiones culturales, tradiciones con una profunda raíz indígena (nahuas, popolucas, zapotecos) y costumbres de orígenes mestizos (jarochas, tabasqueñas, tampiqueñas, chiapanecas) que comparten prácticas provenientes del extranjero (coreanas, libanesas, chinas, españolas, alemanas, inglesas). Ligado a lo anterior, los cambios generados por las culturas industriales colocan su marca modernizante en las conductas de los trabajadores y sus familias. A su vez, en la sociedad petrolera, las tensiones entre el corporativismo autoritario y las innovaciones democráticas surgidas por la alternancia en el poder rigen al quehacer político tanto en el ámbito municipal como en el sindical.
A partir del proceso de nacionalización petrolera de 1938 existió un predominio del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Aunque ocasionalmente dicho partido tuvo reveses electorales, es hasta 1988 cuando se puede hablar de un cambio regional con el triunfo del Frente Democrático Nacional (posteriormente Partido de la Revolución Democrática) en los gobiernos de Coatzacoalcos y Minatitlán. Recientemente, en 2017, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) logró el control de dichos municipios, en gran parte como efecto del arrastre político de Andrés Manuel López Obrador.
Destaca la fuerza política del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), que fue fundamental para sostener las prácticas clientelares del PRI y las cuales sobrepasaban el ámbito laboral y político. Así, la cultura petrolera ha sido resultado de estas dinámicas sociohistóricas entre los aspectos tradicionales (indígenas, mestizas, extranjeras), las configuraciones productivas de una empresa internacional como Petróleos Mexicanos (PEMEX) y las luchas por una modernización dentro de una cultura política altamente autoritaria.
Este modelo de relaciones sociales se basó, además de la administración de la fuerza laboral petrolera, en el control del resto de la sociedad no petrolera. Se construyó una cultura petrolera clásica asociada a un partido con poder y a una forma de Estado autoritario.
A nivel municipal el comercio, las asociaciones civiles, las agrupaciones profesionales, la organización de los festejos cívicos, deportivos y religiosos tenían la vigilancia del aparato sindical, partidario y de empresa. El poder sindical se infiltró hasta en los espacios íntimos. El color de las casas, las fiestas patronales, la moralidad y hasta decisiones vitales en localidades petroleras llegaron a considerar el punto de vista de los líderes sindicales, quienes se consideraban señores omnipotentes.
Actualmente la democratización del país llega al STPRM sin un programa para integrarse a un nuevo proyecto, sin el control regional del pasado y con reclamos de cambio entre los trabajadores petroleros. Además, se presentan otras opciones como el Sindicato Petroleros de México (PETROMEX) o la Unión Nacional de Trabajadores y Profesionistas Petroleros (UNTYPP).
De reciente creación, PETROMEX tiene presencia en los obreros petroleros; mientras la UNTYPP, que tiene una larga tradición en luchas democráticas, está formada por profesionistas y técnicos de alto nivel. Ambos sindicatos, ejercen prácticas democratizadoras y novedosas. Como ejemplo, sus secretarías generales las ocupan destacadas trabajadoras, sin embargo, en 85 años el STPRM no ha tenido ninguna mujer en su más alto cargo.
Estamos en el final de la etapa clásica de la cultura petrolera, la cual se transforma ante la intensa pluralidad de las experiencias y posiciones de los trabajadores y las trabajadoras del petróleo. Las nuevas subjetividades laborales tendrán que surgir desde las más recientes organizaciones sindicales mencionadas. La vinculación entre las organizacionales laborales petroleras con otros movimientos y luchas sociales (ambientales, de género, por los derechos humanos, entre otras) es condición ineludible para la construcción de una cultura petrolera democrática que marca el Golfo de México. •