Los mares y costas del Golfo de México son espacios de trascendencia social, económica, cultural y política. Su cuantioso valor se debe a la convergencia de actividades como la pesca, agricultura, la navegación, la industria de hidrocarburos y portuaria, el turismo, entre muchas otras, que benefician a múltiples grupos sociales.
En los pequeños pueblos que se ubican frente al mar o cerca de las desembocaduras de ríos del Golfo, los y las navegantes de pequeñas embarcaciones, acompañados del alba y del ocaso, cosechan abundante vianda que ofrece sustento económico, degusta el paladar y alborota el antojo de los pueblos enteros.
Cuando las pescadoras y los pescadores encallan con afanoso aroma a pescado, niños, niñas, jóvenes y mujeres se regocijan de estrechar a los marineros que les ofrecen la oportunidad de procesar el pescado y con ello mantener un medio de vida que les permite solventar parte de sus necesidades. Desde la extracción hasta la mesa del cliente, ese pescado pasa por muchas manos que se amparan en las bondades de la pesca artesanal.
Desde finales de agosto y hasta abril, mar adentro, la flota industrial zarpa para extraer el camarón y reparte su exquisita producción a la nación mexicana y a otros países. La captura de esta pesquería y las de otras embarcaciones de pequeña escala como las del cazón, el pulpo y el mero llegan a las cadenas de restaurantes que ofrecen sabrosos platillos a los comensales que van a visitar las bellezas naturales de las playas.
El Golfo de México se distingue de los otros mares mexicanos porque desde mediados del siglo pasado en sus aguas florece gran parte de la industria de hidrocarburos, y por efecto de dicho crecimiento, en las últimas décadas se ha impulsado considerablemente la industria portuaria. Sin embargo, debido a los diferentes intereses que confluyen en la región, se han generado disputas por el espacio marino y en algunos lugares ya es evidente el deterioro de los ecosistemas naturales derivado de la recia presión de todas las actividades económicas. Además, en las últimas décadas, la expansión de las industrias más grandes -petróleo, puertos, pesca de altura y grandes hoteles- está ocasionando el desplazamiento de actividades del sector primario y de las comunidades rurales con menor infraestructura.
Este fenómeno de desalojo e industrialización de las costas se debe a la injusta competencia entre los diferentes sectores, situación preocupante porque se deja a su suerte a un gran parte de la población que carece de otras fuentes de ingresos, y provoca la posible extinción de actividades que proveen importantes suministros de alimento e ingresos a la población mexicana.
En todos los ecosistemas naturales, de los cuales dependen todas las actividades humanas, existe un límite de explotación, al sobrepasar el umbral habremos de llegar a un punto de no retorno. Cuando permitimos la colonización de una actividad económica sobre otra, cualquiera que fuere, se puede producir el colapso del medio natural, ya que la población desplazada tenderá a concentrar y redirigir su esfuerzo a un solo sector productivo. Esta sobrecarga de capacidad pone en riesgo el bienestar natural, económico y en consecuencia social.
Estamos en un momento crucial para repensar las formas en las que se están ordenando las actividades en la zona costera del Golfo de México. Alcanzar una real protección social y ambiental y salvaguardar la diversificación de las actividades productivas de sus costas debe convertirse en la meta de los dirigentes.
Es deseable tener un Golfo de México, donde confluya la industria y las personas nativas puedan seguir asistiendo a sus playas y territorios donde han cimentado su identidad sociocultural. Cuando se contribuye al despojo de las actividades productivas primarias como la pesca, atentamos contra los derechos de autonomía alimentaria, económica, cultural y laboral. Repensar un ordenamiento territorial donde las sociedades puedan elegir sus labores y no se vean forzadas al desalojo hablará de una nación que cobija los diversos intereses por igual.
Concluyo con la opinión crítica y valiosa de un pescador, quien ante la puesta de sol y a la orilla del mar donde ha visto pasar todos sus años de vida me dijo que ser pescador es su mayor orgullo y que su libertad es elegir no todos quieren ser como yo, pero tampoco quiero ser como todos, lo importante es elegir. •