Urgen acciones para lograr la convivencia armónica entre los sectores pesqueros, acuícolas y la refinería Dos Bocas
Las personas que habitan la zona costera de Tabasco y el Golfo de México han tenido entre sus principales actividades y fuentes de ingreso, la agricultura, la pesca y más recientemente la acuacultura, lo cual se ve reflejado en el décimo segundo lugar a nivel nacional que obtuvo la entidad tabasqueña en el rubro de pesca en 2019, según datos de CONAPESCA, pese a las afectaciones que ha provocado la actividad petrolera en las zonas de pesca y acuiculturaya sea por derrames, la restricción para pescar en ciertas áreas, y la construcción y operación del Puerto Dos Bocas, entre otros factores.
Esta situación ha sido reconocida en el Plan Estatal de Desarrollo 2019-2024 del gobierno de Tabasco, el cual señala que la actividad de la industria petrolera ha sido un detonante más de la pobreza y la marginación, tanto por los impactos en el deterioro ambiental como por la falta de apoyo para la recuperación de tierras afectadas, ya sea por derrames de hidrocarburos, quema de gas, lluvia ácida, descargas de líquidos contaminantes y otros residuos peligrosos, que disminuyen la producción, afectan cultivos tradicionales e incluso obligan a cambiar el uso de las tierras.
En este contexto, la refinería Dos Bocas constituye una nueva amenaza, principalmente para los sectores pesqueros y acuícola, por los efectos y daños que causará su construcción, operación y mantenimiento. No hay certeza de que las acciones compensatorias de restauración, así como de adaptación y mitigación que se requieren, conforme a la correspondiente manifestación de impacto ambiental (MIA), se vayan a realizar en tiempo y forma.
La preocupación es razonable si tomamos en cuenta que, de acuerdo con la MIA emitida por el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), durante la etapa de operación, se prevén impactos negativos derivados de las emisiones de óxido de nitrógeno provenientes de fuentes fijas que se transforman en aerosoles ácidos, que de no neutralizarse pudieran precipitarse como lluvia ácida y cambiar el pH del agua a largo plazo, acidificando el vital líquido.
Se considera también que la descarga de las aguas residuales a través del emisor submarino aportará contaminantes, que se alterará la calidad del agua pluvial y que se generará ruido intenso en el polígono del megaproyecto. Todo esto, sin duda alguna, afectará la pesca y la acuacultura que se realiza en la zona.
Tal afirmación encuentra sustento en lo que ha ocurrido en otras zonas del país con presencia de refinerías instaladas cerca de cuerpos de agua como Salina Cruz, donde son constantes los reclamos de los pescadores, debido a las afectaciones generadas por derrames, lluvia ácida, navegación de embarcaciones u otras causas vinculadas con ese tipo de infraestructura.
Por otra parte, el transporte de bienes, productos y personas que se requieren para la actividad petrolera provocan daños en las vías de comunicación terrestre que no se reparan con la celeridad requerida, lo que ya afecta significativamente el traslado de los productos que se comercializan en la entidad y en ciertas regiones del país; pero será mayor durante la construcción y operación de la refinería. A esto se suma la erosión costera, que ha dañado buena parte de la carretera que va de Paraíso hacia Sánchez Magallanes y la Venta.
Por ello, los gobiernos federal, estatal y municipal, así como las agrupaciones de pescadores y acuicultores, deben coordinarse para integrar grupos de trabajo que impulsen la ejecución de proyectos sustentables y logren la convivencia armónica entre la industria petrolera con la pesca, la acuacultura y los demás sectores económicos, para alcanzar un desarrollo integral y sostenible de la zona, el estado y la región. •