La sexualidad y la lactancia son prácticas de lo más hermosas y naturales, el sustento de la vida misma. Desafortunadamente, las han trastocado intereses comerciales. Al ser blancos del mercado, se ha generado toda una serie de mentiras mezcladas con verdades, desvío y confusión que merman su bello ejercicio.
A pesar de ello, la naturaleza se defiende por sí misma; tanto, que cuando la mujer amamanta de forma exclusiva durante los primeros seis meses el cuerpo genera su propio mecanismo anticonceptivo: inhibe la menstruación en ese periodo (con sus excepciones, claro) y, por ende, no se embaraza. Permite ejercer la sexualidad más plenamente.
Al inicio de la lactancia, cuando el bebé está en etapa de aprendizaje para tener un buen apego al seno materno, la libido sexual en la mujer disminuye a fin de que haya suficiente producción de leche. Así, ella puede concentrarse por completo en la lactancia.
Es importante que las parejas conozcan estos procesos naturales para evitar discrepancias que mermen el buen desempeño tanto de la mujer en su proceso, como del hombre en el trayecto.
Conocer las bases biológicas en esta etapa tan importante para la familia facilita consolidar de modo satisfactorio la lactancia y, a su vez, enriquecer y fortalecer la relación de pareja.
Aquellas mujeres que han tenido un parto natural, poco intervenido y sin traumatismos vaginales, posiblemente no tengan problema para reiniciar relaciones sexuales tras cuatro o seis semanas, y puede que su libido no baje tanto. Aunque sí es importante mantener esta cuarentena para permitir una buena recuperación de los tejidos y evitar infecciones.
Si hubo necesidad de episiotomía es mejor posponer las relaciones con penetración y experimentar el sexo de forma muy variada. Las caricias cobran especial relevancia en esta etapa; tener paciencia, cariño y respeto es lo mejor. Estos momentos pueden convertirse en una excelente oportunidad para inspirar el poder creativo en la sexualidad, utilizando métodos románticos, sensuales y un poco más eróticos, que no impliquen penetración.
Alrededor de los seis meses la prolactina ya no alcanza valores tan altos como en el posparto y la producción de leche deja de ser un fenómeno controlado por las hormonas, pero se mantiene gracias a la succión y vaciado frecuente de los pechos. Los niveles basales de estrógenos, progesterona y testosterona vuelven a subir, y también la libido empieza a recuperarse.
En el posparto, la mayoría de las madres necesitan el amor, afectividad y protección de su pareja. Quieren abrazos y palabras de cariño, pero además les apetece practicar el sexo, sólo que no de la forma habitual. El padre puede malinterpretar la demanda de cariño con incitación al sexo, y sentirse mal al ser rechazado. Quizá la madre intente solucionarlo evitando el contacto físico y no demandando más cariño. El padre podría pensar que la culpa es del bebé, pues desde que nació la tiene absorbida, ya no es la misma y se ha vuelto distante.
En estos casos, el posparto se convierte en una verdadera prueba para la pareja y para la lactancia misma. Para superarla, es crucial la comunicación. Él debe saber que existen factores físicos y emocionales importantes que inhiben en su mujer el deseo sexual, pero lo ama y necesita más que nunca. Y ella, que él quizás se siente solo y excluido de la nube de amor entre ella y su bebé, que quiere ayudar pero no sabe cómo. El padre puede abrazar y dar cariño sin esperar sexo a cambio, y muy posiblemente ello conduzca a mejorar la relación y, por tanto, a aumentar el deseo sexual de su mujer.
Las relaciones sexuales son perfectamente compatibles con la lactancia.
El semen no altera la composición de la leche por ninguna vía, como se creía en la Edad Media. El reto está en encontrar la posición perfecta que sea de armonía y placentera para ambos. Es recomendable una posición que no presione los pechos o no fomente una penetración profunda para no generar dolor. Las caricias y el cortejo son esenciales para la erotización, y favorecerán la suficiente lubricación pues en este periodo puede surgir resequedad vaginal.
De no tener una buena comunicación también se pone en riesgo la misma lactancia, ya que puede suceder que la mujer desista de amamantar para así poder entregarse al placer sexual de la pareja. Si añadimos que el entorno de las mujeres durante la lactancia las desincentiva en lugar de apoyarlas, renunciar será fácil.
Sin embargo, la pareja unida puede obtener una buena intimidad, tejiendo lazos tan profundos que establezcan vínculos de fortaleza inquebrantables ante momentos difíciles, que constituyen un alimento emocional y espiritual lo suficientemente nutritivo para lograr una lactancia exitosa y una sexualidad vigorizada y consolidada. •