“Si esto está pasándonos a nosotros, que estamos informados, ¿qué sucede con aquellas familias que no lo están?”, comenta Tere al relatar su experiencia tras el nacimiento de su bebé, y agrega: “Estoy convencida de que deseo amamantar, sé que es lo mejor para ella [su, bebé] y para mí, pero [personal, del hospital] nos asustaron muchísimo…, fue violento. Yo no quería que le pasara nada malo. Hicieron que mi esposo firmara un consentimiento por negarnos a que le dieran fórmula infantil”. Aun así, de cualquier manera, le dieron su paquete de fórmula infantil “gratuita”, pañalera de la marca y biberón antes de darla de alta.
Sabemos qué es lo que sucede, la vulnerabilidad en la que se encuentran las familias, las madres y los recién nacidos en un sistema médico y comercial que es reflejo de políticas públicas insuficientes para promover, proteger y apoyar efectivamente la lactancia materna en México, reconociendo las inminentes consecuencias de salud pública.
El preámbulo del Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de Leche Materna (CICSLM), aprobado en 1981 por los Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), incluido México, así como las resoluciones posteriores de la Asamblea Mundial de la Salud, claramente especifican que la comercialización de los sucedáneos de leche materna requiere un tratamiento especial, por lo que las prácticas comerciales habituales respecto a estos productos resultan inadecuadas.
En este contexto, LacMater –asociación civil de apoyo a la lactancia materna– y la Red Mundial de Grupos Pro Alimentación Infantil (IBFAN-Mex) realizó un monitoreo de las prácticas de comercialización de sucedáneos en México, en tiempos de pandemia por COVID-19. Como era de esperarse, la exposición a anuncios de producto era constante en las redes sociales de acceso común, como Facebook e Instagram, donde la información sobre los productos estaba claramente dirigida al “fortalecimiento del sistema inmune” y “el mejor desarrollo inmunológico y cerebral de los niños”. Tal situación ha tenido un impacto directo en esta época, cuando se agudizó la preocupación de las madres por la salud de su bebé y la suya, externando un temor profundo a “ser separada de mi bebé” a causa del contagio por COVID-19, además, por supuesto, de la salud de sus familiares más cercanos.
Es oportuno mencionar que, hoy en día, las recomendaciones son mantener la lactancia materna por sus beneficios superiores, incluso si la madre es un caso sospechoso o confirmado de COVID-19, con las precauciones de higiene necesarias durante la alimentación.
Encontramos evidencia del contacto directo de madres con los sucedáneos desde los centros hospitalarios, donde se les provee de muestras y regalos varios, antes del alta, entregados por el personal administrativo del hospital, personal de enfermería o el médico pediatra; incluso cuando las mujeres habían expresado su voluntad de amamantar a sus bebés. En algunos casos, se les ofrecieron las muestras una vez que el personal de enfermería había introducido los sucedáneos al recién nacido, sin antes solicitar el consentimiento de la madre o familiar, con justificaciones tales como “no te preocupes, se la dimos con jeringa”. También es típico que el médico pediatra quiera convencer a la madre declarando: “Si le das pecho no vas a descansar”.
Claramente, se trata de personal de salud no capacitado para acompañar procesos de lactancia o con serios conflictos de interés en su práctica profesional. Así se siembra, muchas veces con éxito, la idea de que esa mujer, esa madre, no será capaz de alimentar a su hijo y que, de hacerlo, lo está exponiendo a un riesgo innecesario. ¿Qué puede hacer esta madre para recobrar la fuerza, la confianza en su cuerpo, en el proceso para seguir, para pedir ayuda, para recuperar lo que era suyo y de su hijo: su lactancia?
Elegir proveedores de salud de todas las especialidades actualizados en lactancia materna se ha convertido en una lucha constante para las madres. Quienes han logrado la lactancia, a pesar de un sistema pro sucedáneos, se enfrentan después a un destete no deseado e innecesario, en escenarios a los que el mismo sistema médico y social las empuja. Un sistema que se alimenta de la información que la industria vierte de forma incesante desde las carreras de medicina, nutrición y enfermería, lo cual persiste durante el ejercicio profesional, como lo evidenciaron las estrategias educativas y de actualización que se reportaron, vía monitoreo, dirigidas al personal de salud y a madres.
Es imperativo reforzar el monitoreo formal interinstitucional, eliminar el carácter optativo que para la industria tiene la aplicación del Código y visibilizar ante la población en general las estrategias comerciales aquí mencionadas, utilizadas en muchas generaciones de mujeres y familias. Es prioritario que las mujeres retomen los saberes de sus predecesoras y fortalezcan las redes de acompañamiento, que les permitan tomar decisiones informadas, por ellas, por sus hijos y por cada elemento de la sociedad, para contrarrestar el efecto de un sistema que hizo poco por respetarlas, y mucho por los intereses comerciales. •