a comenzado 2021, el segundo año de la pandemia, se produjo una rara vez vista manifestación de esperanza universalmente compartida. La suscitó la certeza de que pronto se dispondría de vacunas efectivas y suficientes para ganar la carrera al virus e iniciar la disminución sostenida en el total mundial de contagios y decesos, tras 10 u 11 meses de expansión acelerada, punteada por altibajos. No pocos consideraron milagroso
–en alguno de los sentidos de la palabra– que esto ocurriese dentro del mismo año en que todo se había iniciado, cuando la experiencia histórica muestra que suelen transcurrir años o quinquenios entre el surgimiento de una dolencia y la disponibilidad de preventivos y antídotos. Esta explosión de esperanza –similar a las despertadas por el fin de las grandes conflagraciones bélicas– ocultó la fragilidad de varios de sus supuestos.
Estas falencias aluden sobre todo a ciertos aspectos de los procesos de producción de diversos laboratorios –Moderna, Pfizer/BioNTech y AstraZeneca, entre otros–, al diseño y planeación de campañas nacionales de vacunación, a menudo de magnitud sin precedente, y a las tensiones entre los objetivos públicos de salud y la búsqueda de ganancias por parte de empresas privadas; o, en otras palabras, entre la vacunación vista como negocio o con enfoque solidario y equitativo.
El 15 de enero, la OMS realizó un panel virtual, atendido por científicos de 130 países, sobre las mayores incógnitas y las prioridades de investigación del momento en cuanto a las vacunas. La agenda incluyó cuestiones como la seguridad y eficacia tanto de las existentes como de las que están en desarrollo y las mejores formas para optimizar una oferta todavía insuficiente y distribuida en forma inequitativa. Aunque en apenas un mes se han administrado alrededor de 30 millones de dosis, éstas se han concentrado en unas pocas docenas de países de alto ingreso. Con vistas al futuro inmediato, concluyó el panel, se requiere de investigaciones sobre la aplicación de vacunas a distintas poblaciones objetivo; diversificar la gama disponible de vacunas, favoreciendo la fabricación de las de una sola dosis, que no requieran de cadenas de frío, que sean no inyectables y adecuadas para ser fabricadas en escala masiva. Las ahora existentes distan mucho de la vacuna ideal
imaginada por los científicos. Se concluyó también que es imperativa la libre e inmediata difusión de información sobre la investigación para el desarrollo de vacunas.
La OMS alentará y fomentará este libre intercambio de información científica. Se trata de contrarrestar un arranque en que parecen haber prevalecido los criterios comerciales. En palabras de su director general, el mundo se encuentra al borde de un fracaso moral catastrófico, que se pagará con sufrimiento y vidas
ante el creciente retraso de los países pobres frente a los avanzados en asegurar el acceso a las vacunas para proteger a sus poblaciones.
El temor de estimular las irracionales campañas antivacunación –activas en diversos países y que responden a diferentes prejuicios religiosos y políticos– ha frenado la información sobre los problemas, menores pero potencialmente severos, que ha enfrentado la aplicación de algunas de las vacunas. Un solo ejemplo: Pharmaceutical Technology señala, en una nota informativa fechada el 18 de enero, que Noruega [país que ha contratado la compra de 10 millones de dosis] ha expresado preocupaciones acerca de la seguridad de la vacuna Pfizer Covid-19 [única disponible en el país hasta el 15 de enero] por la muerte, tras recibir el fármaco, de 29 personas de edad avanzada y con serias dificultades de salud [parte de un grupo de 42 mil individuos de alto riesgo a los que se inoculó].
La información no aclara si estos decesos (0.07 por ciento) se atribuyeron a la vacuna o una o varias de las demás causas temporalmente concurrentes.
En diversos momentos de enero se han dado a conocer los progresos recientes de Covax, la iniciativa de la ONU/OMS en la que participan 190 países, para promover una distribución de vacunas regida por criterios de equidad, que ha conseguido, desde finales de 2020, alrededor de 2 mil millones de dosis. Ante la concentración extrema del acceso a las vacunas derivada de los contratos entre gobiernos y laboratorios, Covax ha puesto en práctica un mecanismo de redistribución, mediante transferencia de parte de las dosis contratadas a terceros países para asegurar que el mayor número pueda alcanzar la vacunación de 20 por ciento de su población tan pronto como sea posible en el año en curso. Los proveedores restituirán más adelante las dosis compartidas. Se ha informado que un puñado de países, México entre ellos, anunció su disposición a participar de inmediato en este mecanismo, que abre un primer horizonte de avance hacia una distribución más equitativa de la mayor variedad de vacunas que se espera estará disponible en los meses venideros.