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Entre anécdotas, recuerdan a Quino en Guadalajara
Reportero y Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 1º de diciembre de 2020, p. 4

El caricaturista argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón, quien falleció en septiembre pasado, era un ser humano bellísimo, un filósofo, un hombre con gran empatía, pero también tenía una faceta quizá diabólica, dice el editor Daniel Divinsky, quien fue amigo por más de 50 años de Quino.

En el homenaje Aquí no hay tristeza, realizado este domingo en la edición 34 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Divinsky contó anécdotas sobre el querido creador de Mafalda, acompañado por la dibujante colombiana Adriana Mosquera Nani y el editor Martín Solares. Durante 50 minutos, evocaron el valor de Lavado y la importancia que tuvo en sus vidas y en la de muchos lectores.

Divinsky mencionó que “lo de que no hay tristeza me parece una afirmación realmente muy optimista de la FIL. No existe una palabra para describir la tristeza que me produjo la desaparición física de Quino”.

Relató que el caricaturista tenía berrinches, malhumores y testarudeces; por ejemplo, una ocasión en que comían en un restaurante en Argentina se les acercó una chica para preguntarle: “¿Usted es Quino?”, quien le respondió: Cuando trabajo sí, pero en este momento estoy comiendo.

Lavado Tejón era un ateo militante y un anticlerical ferviente, como toda su familia, de origen republicano español; sin embargo, fue un lector profundo de la Biblia, que utilizó para criticar, incluso en algunas de sus caricaturas, añadió Divinsky.

El impacto que tuvo la edición de las tiras de Lavado Tejón convirtió a Ediciones de la Flor en referente nacional desde que “Quino nos propuso publicar Mafalda. De tirajes de 2 o 3 mil ejemplares con otros libros, pasamos a publicar el volumen 6 de Mafalda en octubre de 1970 con 200 mil ejemplares, que se vendieron en una tarde”.

La sopa, metáfora de la imposición

Daniel Divinsky contó que le gustó ser editor de Quino porque no ofrecía la menor dificultad, y destacó la “mayor recopilación de su obra que se hizo en Esto no es todo, la única antología suya democrática, hecha por votación”.

Explicó que el disgusto por la sopa que tenía Mafalda era una metáfora de lo que se nos impone, se nos obliga a hacer sin que queramos hacerlo. No tenía que ver con la represión, específicamente, o la censura.

El editor relató que en Argentina, Mafalda “pasó desapercibida. No se dieron por aludidos, pensaban que habla de otra cosa o no le entendieron. En España, cuando se empezó a publicar en la época de Franco, obligaron que saliera con un cintillo que decía: ‘Sólo para adultos’ con la idea de que podía tener contenidos que no eran para mentes inocentes”.

Nani Mosquera sostuvo que Quino es un personaje muy entrañable para nosotros los autores. La enseñanza más grande que me dejó fue simplemente su naturalidad. No quiso ser maestro, pero lo logró. Tenía una filosofía de vida integral.

Recuerda que lo leyó cuando tenía siete u ocho años: “Interioricé que las niñas teníamos derecho a protestar, que teníamos voz, que nos dábamos cuenta de lo que pasaba, que queríamos cambiar el mundo y lo podíamos hacer. Mafalda se volvió en mi cabeza la necesidad de expresarme, de criticar. Él, sin darse cuenta, dio alas a muchas mujeres, especialmente de mi generación”.

Por su parte, Martín Solares, uno de los editores en México de Quino, relató que el dibujante rechazaba los doctorados honoris causa que le ofrecieron muchas universidades del mundo. “Lo único que yo quiero hacer en la vida –le decía– es dibujar, y si cada doctorado implica dejar de vivir a mi ritmo, no tiene sentido. Mejor rechazarlos de golpe”.