l senador Alejandro Armenta, integrante del grupo parlamentario de Morena, presentó ayer una iniciativa para nacionalizar el litio mediante una reforma al artículo 27 constitucional. Al proponer en sesión virtual que se declare al litio propiedad imprescriptible de la nación no sujeta a concesiones, el legislador destacó las múltiples aplicaciones de este mineral, tanto en las tecnologías digitales como en la automoción; resaltó que en la presente centuria alcanzará la misma importancia que tuvo el petróleo en el siglo XX y llamó, en consecuencia, a crear el marco legal que permita convertir los yacimientos existentes en territorio mexicano en un instrumento estratégico para el desarrollo.
Como señaló Armenta, la nacionalización del litio se inscribiría entre los esfuerzos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador para recuperar la soberanía energética, severamente erosionada durante los regímenes neoliberales y, en particular, por la reforma impuesta en el sexenio pasado. Aunque tal empeño de recuperación es digno de encomio, está claro que tiene límites ineludibles, uno de los cuales se encuentra precisamente en la legislación heredada del peñismo, por lo que cualquier intento de profundizar los afanes soberanistas requerirá una nueva reforma que elimine las leyes lesivas a los intereses nacionales y las ambigüedades en torno al control de los recursos del suelo y el subsuelo.
La injerencia de un grupo de congresistas de Estados Unidos, quienes el 23 de octubre pasado acusaron al gobierno mexicano de llevar a cabo una política energética que amenaza los intereses de los inversionistas de ese país, devolvió al centro del debate el boquete abierto en la soberanía nacional por la reforma concretada en 2014, la cual pone en entredicho el dominio de la nación tanto sobre los recursos como sobre la industria del ramo.
Por otra parte, no puede perderse de vista que el mundo se encuentra de lleno en una transición energética –es decir, la sustitución de los hasta ahora omnipresentes hidrocarburos por fuentes de energía con menor impacto ambiental– y es evidente que este proceso implica la progresiva pérdida de peso económico de los combustibles fósiles y de toda la infraestructura creada en torno a ellos. En estas circunstancias, algunos materiales han alcanzado una importancia estratégica en la generación y almacenamiento de energía, la cual no hará sino reforzarse en los próximos años. Hoy por hoy, el litio es el más destacado de dichos recursos.
En suma, la iniciativa presentada reviste un gran interés nacional y social de cara al rescate de la soberanía sobre este sector estratégico, pero también como palanca para poner a México al día en la inexorable transición a nuevas fuentes de energía. Cabe esperar que las voces que han presionado para acelerar el abandono de los combustibles fósiles en el país respalden de manera activa esta propuesta, pues la transición energética es ineludible y necesaria, pero debe también ser soberana.