La familia Pérez Rivas cumplió con el confinamiento como recomendaron los médicos del Hospital Juárez de México hasta que el dinero escaseó y el señor Ángel regresó por tres semanas a su trabajo de mantenimiento. Casi concluía cuando empezó con síntomas de resfriado. A los pocos días empeoró porque bajó su oxigenación. Su hija Araceli decidió llevarlo al hospital.

Dijo que su papá, de 70 años, usaba un cubrebocas de tela, que no tenía tres capas y se pudo contagiar en el Metro que utiliza para llegar de Tultitlán, estado de México –donde viven– a la colonia Del Valle.

También se contagiaron ella y su mamá. De hecho, el mismo día que Ángel fue internado en el Hospital General de Zona 72 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), su esposa ingresó al Juárez de México, de donde es paciente habitual. Eso fue el sábado 3 de octubre, y aunque Araceli tenía algunos malestares, esperó hasta el miércoles, cuando mi oxigenación bajó a 87 y los médicos decidieron ingresarla.

Ahí estaba la semana pasada cuando La Jornada realizó una visita al nosocomio. En la sala se encontraban dos mujeres más. De una, adulta mayor, su respiración se escuchaba y veía como si la estuvieran empujando. Estaba intubada y bajo sedación.

Casualmente, en ese rato, personal del nosocomio le tomó una placa de tórax, de la cual sólo se observaba su pulmón derecho. El otro estaba cubierto por una nube blanca. Su condición era grave.

La de Araceli es una familia como muchas otras que han tenido a varios de sus integrantes afectados por el coronavirus. Sin embargo, llama la atención porque desde el inicio de la pandemia cumplieron con el confinamiento.

Salimos sólo para comprar algo de comida y de regreso, nos mantenemos lejos de la gente y así ha sido porque Araceli y su mamá acuden de manera regular al Hospital Juárez de México a atenderse de otras enfermedades.

Desde que todo esto empezó, los médicos nos dijeron que no saliéramos. Se suspendieron las consultas y todas las semanas nos llaman para saber cómo estamos y darnos las recomendaciones, comentó Araceli, quien tuvo un cuadro leve de Covid-19. De su papá sabía que se mantenía con oxígeno y estable.

Ella se sentía bien dentro de lo que cabe, pero después comentó sobre los ejercicios que ha realizado en el hospital para ayudar a su recuperación. Para uno de ellos utiliza el espirómetro, un dispositivo para fortalecer los pulmones. Al soplar a través de un tubito, debe lograr que se eleven tres pelotas. Con cierta dificultad, Araceli logró subir una. “Está bien –dijo sonriente– es poco a poco”.

Estaba optimista porque hemos sabido de al menos siete vecinos que murieron por el bicho.

Relató el caso de un señor que se reía, no creía en la existencia del virus. Decía que era invento del gobierno. Hizo una fiesta en su casa y sus familiares enfermaron. A él le fue peor, lo intubaron y murió.