El 19 de octubre de 1970, hoy hace 50 años, falleció el general Lázaro Cárdenas del Río, presidente de México entre 1934 y 1940. Desde la campaña que lo llevó a la jefatura de Estado, el militar michoacano se distinguió de sus predecesores por su total disposición a hacer realidad las reivindicaciones sociales y nacionales por las que centenares de miles de mexicanas y mexicanos habían participado en la Revolución Mexicana. Ante la historia, su actuación como presidente lo diferenció de sus sucesores, quienes en nombre de esa gesta del pueblo mexicano se dedicaron a consolidar una clase política privilegiada, crecientemente corrupta y cada vez más opuesta a los intereses populares y a las necesidades del país.
Al fin de su periodo, Cárdenas se mantuvo fiel a sus principios y, sin atentar contra el principio de No Reelección y en pleno respeto a las leyes, siguió sirviendo a México, trabajó por el mejoramiento de la vida de las comunidades y acrecentó la autoridad moral que ya se había ganado como mandatario. Murió casi dos décadas antes de que empezara la brutal ofensiva neoliberal que se propuso erradicar todas y cada una de las aportaciones del cardenismo, destruir lo que quedaba de su proyecto social y devolver el país a los tiempos del Porfiriato.
En 2018, a cinco décadas de su muerte y tras cinco sexenios dominados por un programa diametralmente opuesto al que aplicó entre 1934 y 1940, el general Cárdenas parecía ser, para algunos, un recuerdo borroso y antiguo. Por eso hay sectores que siguen sin entender la victoria de un proyecto político que reclama abiertamente su herencia cardenista y que tiene al Tata como una de sus figuras inspiradoras centrales. Ello demuestra que el divisionario que nació en Jiquilpan, Michoacán, sembró mucho más hondo de lo que podría pensarse.
Este suplemento de La Jornada evoca, con motivo del aniversario luctuoso del general Cárdenas, sus memorables políticas y acciones en materia agraria, social, educativa y política, su disposición a escuchar a todos, la gesta de la expropiación petrolera, el asilo a los refugiados españoles que huían del fascismo así como la vocación negociadora de su gobierno, que llevó a la superación definitiva de la rebelión cristera y a evitar una agresión militar contra México por parte de las potencias cuyas grandes empresas se vieron afectadas por la expropiación. Y rinde, asimismo, testimonio de un presidente que, tras varias generaciones, permanece vivo en la memoria y en el ánimo de la población •