Mimí Derba, la primera diva
Renuevas el recuerdodel paraíso aun diáfanodesnudando en la tierrael cielo en tu interior
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Verónica Volkow. Canción del agua.
aría Herminia Pérez de León Avendaño nació en la capital mexicana en 1893. De carácter reservado, aunque jovial, mostró desde muy pequeña una sensibilidad particular, con pensamientos profundos que marcarían sus reflexiones posteriores. Para sus padres fue siempre Mimí, una niña con una vena artística evidente, con ganas de saber mucho y que terminaría por ser innovadora en un gremio que se volvería orgullo de su generación: el cine.
La hija del ministro
Su madre, Jacoba Avendaño, amante de la literatura y la instrucción cultural, era una mujer que estaba en el ritmo innovador que distintas mujeres empujaban en la participación social, el medio artístico o la política, generando una nueva manera de activarse en los tiempos previos y posteriores a la Revolución Mexicana. Jacoba escribió la novela La hija del ministro, publicada en 1920, que bien podría parecer el mote adecuado a las características de su hija María Herminia: con madre adepta a la cultura y padre abogado; cubriendo el modelo de una joven con buena aspiración. Estas condiciones y una buena posición social dieron a Mimí la oportunidad de tener una preparación por encima del promedio de las jóvenes en el país.
El escenario a los 17 años
En Cuba, el 2 de agosto de 1911, María Herminia llegó al escenario. Lo hizo como bailarina, con 17 años y con su nombre artístico: Mimí Derba; combinando el nombre afectuoso de su casa con el apellido de una marca de leche de magnesia (agregando la D a la marca original, que era de una farmacéutica italiana). Mimí estuvo como segunda tiple en aquella compañía de zarzuela. El 12 de septiembre de 1912 debutó en el Teatro Lírico de la Ciudad de México con una compañía hispano-mexicana de zarzuela.
De gran atractivo (hay reseñas que la describen como descendiente de Afrodita
y leyendas similares) y con una voz estupenda, parecía que el curso de su carrera ya tenía rumbo fijo hacia los musicales, pero Mimí se hizo sólida actriz al trabajar en todos los géneros dramáticos. Además, se distinguió aportando sus propias piezas de dramaturgia, particularmente Al César…, de 1915, año en que, de acuerdo con las crónicas de época, también escandalizó al medio por su trabajo en la obra El Barrio Latino, donde apareció con un atuendo confeccionado en mallas que daba la impresión de desnudez.
Mimí hizo muchos textos publicados en distintos medios, todo parte del conjunto que reunió en forma de libro en 1921, conocido como Realidades, frecuentemente confundido porque no contenía el mismo título en interiores, donde se leía como Páginas sueltas. Mimí fue parte de la compañía que puso en escena El país de la metralla, atípica producción que denunciaba al gobierno vigente de Victoriano Huerta. Sin padecer por ese atrevimiento, los artistas (particularmente las mujeres) sí debieron ocultarse en los sótanos del Teatro Principal cuando fuerzas revolucionarias irrumpieron en la capital.
El cine y el potencial mexicano
Mimí Derba se alió con el documentalista y posterior cineasta de ficción Enrique Rosas Priego para fundar la compañía Azteca Films. La actriz escribió, produjo, actuó y hasta editó, fuera en un rol o en todos ellos, en las producciones Alma de sacrificio, En defensa propia, La soñadora y La sombra (todas de 1917). El torrente de la nueva compañía cerró con el largometraje La Tigresa, lo que puso a Derba en la silla de la dirección fílmica. Es muy ilustrativa la entrevista que dio para la revista Cine Mundial en 1918, que establece la claridad de pensamiento de esta brillante artista, pues vislumbraba la cinematografía como futuro grande para los creadores mexicanos:
Mis aspiraciones van más allá de mi porvenir y están enlazadas a un ideal sinceramente patriótico. En México, la producción cinematográfica es campo inexplorado, completamente virgen. ¿Por qué no roturarlo y explotarlo si hay para ello elementos, voluntad, inteligencia y cultura? La Revolución Mexicana, que todo lo ha subvertido, nos obliga a cimentar sobre las ruinas de lo viejo una civilización amplia y rápida, y la paz, que va arraigando en todos los ánimos, da base para toda clase de iniciativas
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Derba antecedió así a la veracruzana Adela Sequeyro, quien fue la primera realizadora nacional en el cine sonoro con dos largometrajes: La mujer de nadie (1937) y Diablillos de arrabal (1938). Azteca Films tuvo apoyo financiero del general Pablo González, hombre fuerte de Venustiano Carranza, lo que generó rumores que lo involucraban sentimentalmente con Mimí. Fuera de los cotilleos, la guionista, actriz, productora y directora debió seguir con trabajos en el teatro ante la imposibilidad de mantener la casa productora en pie, algo imposible al no cerrar trato con alguna compañía distribuidora.
Mimí se casó en 1930, pero el matrimonio no funcionó. Antes del año se había separado y volvió a enfocarse en su carrera, misma que cobró fuerza para ella y para todo el cine mexicano con la exhibición de la primera cinta sonora del país: Santa (Antonio Moreno, 1931), donde ella interpreta a doña Elvira. Esa década de los 30 marcaría su vida personal y profesional, ya que se hizo guionista para la radio, con trabajos en los que las mujeres sufren y son acompañadas por hombres, pero no bajo el brazo protector de nadie; hay abusos y soledad, pero eso no intimida o limita el desarrollo de los personajes femeninos. Derba actuó en diversas películas, además de preparar su retiro del teatro en 1938, cosa que hizo por todo lo alto, en el mismo Palacio de Bellas Artes.
La fuerza de la madurez
Ángel Miquel, el biógrafo de la actriz (libro Mimí Derba, Edit. Archivo Fílmico Agrasánchez/Filmoteca de la UNAM; 2000), precisa:
“(…) reveló que tenía la costumbre de escribir de noche, después de las funciones de zarzuela, aún agitada por las emociones de la escena y en sesiones que a menudo se prolongaban hasta la madrugada. Intentaba escribir sin rebuscamientos ni artificios, expresando directamente el sentimiento…”
Mimí se convirtió en su etapa madura en una actriz impactante. Imponía con voz, postura y estilo. Hizo papeles bajo la dirección de cineastas reconocidos como Alejandro Galindo, Juan Bustillo Oro, Chano Urueta, René Cardona, Fernando de Fuentes o Emilio Indio Fernández (un gran papel el de doña Clara en Flor Silvestre, de 1943). Su trabajo en películas como Me he de comer esa tuna (Miguel Zacarías, 1945), como la inteligente y simpática matrona doña Rosaura; o en Ustedes los ricos (Ismael Rodríguez, 1948), donde aparecía como doña Charito, millonaria cruel que después bajaba los brazos ante los pobres; o el de doña Margarita en la excelente Rosauro Castro (Roberto Gavaldón, 1950), la consolidaron como una de las mejores actrices secundarias de nuestro cine.
En el clásico de Ismael Rodríguez Dos tipos de cuidado (1952), Mimí es doña Josefa, la madre de Jorge Negrete (Jorge Bueno), es la única capaz de explicar el enredijo dramático con impecable diálogo dirigido al general (José Elías Moreno), pero también a los espectadores, justificando razones y sinrazones para que Jorge y Pedro Infante (Pedro Malo) no se cargaran a balazos cuando Pedro se casó con Rosario (Carmelita González), prometida de Jorge, dejando abandonada a María (Yolanda Varela), también hija de Josefa.
Si bien Mimí Derba se había retirado del teatro en forma definitiva, se despidió de la pantalla curiosamente con una adaptación teatral de 1953: Casa de muñecas, que dirigió Alfredo B. Crevenna. No fue un retiro anunciado, sino su última labor cinematográfica antes de su repentino fallecimiento, ocurrido el 14 de julio de 1953. Todos sus compañeros se referían a ella como una mujer simpática, de enorme precisión y profesionalismo. Provocaba respeto y también causaba temor, ya que ella no fallaba, algo que subrayó Ismael Rodríguez diciendo que era una actriz de una sola toma, no hacía falta más, como no hace falta que la deje de lado ninguna lista de las figuras más importantes del cine nacional.