Crisis de gobierno
Viernes 16 de octubre de 2020, p. 24
Moscú. La crisis de poder en Kirguistán –in-mersa desde las anuladas elecciones parlamentarias del 4 de octubre en una incesante lucha de clanes– dio ayer un giro casi definitivo con la renuncia del presidente Sooronbai Dzheenbekov.
Ahora sólo queda ver si el principal promotor y beneficiario de su derrota, el primer ministro Sadyr Dzhaparov –liberado de la cárcel al día siguiente de comenzar los disturbios en Bishkek–, logra consolidarse como nuevo gobernante de esta república centroasiática, pieza clave en la geopolítica de Asia central.
Para mí nada hay más importante que la paz en Kirguistán, la integridad territorial del país, la unidad de nuestro pueblo y la tranquilidad en la sociedad. Aprecio sobre todo la vida de cada kirguís. No me aferro al poder y tampoco quiero pasar a la historia como presidente que ordenó abrir fuego y masacrar a sus compatriotas. Por ello, decidí renunciar
, afirmó Dzheenbekov en un escueto comunicado difundido por su servicio de prensa.
Apenas el miércoles pasado, una vez que no tuvo más remedio que ratificar por segunda ocasión a Dzhaparov como primer ministro –luego de un fallido intento de cuestionar si hubo quórum en el Parlamento durante su designación inicial–, el entonces todavía presidente se negó a dimitir hasta que se celebraran nuevas elecciones parlamentarias.
Ayer por la mañana, cuando una multitud de seguidores del primer ministro rodeó la residencia del presidente y quedó claro que las nuevas cúpulas de las fuerzas armadas, la policía y la seguridad del Estado se pusieron de lado de Dzhaparov, Dzheenbekov optó por renunciar antes de ser destituido.
De acuerdo con la Constitución kirguisa, Kanat Isayev –nombrado apenas el martes por los legisladores como nuevo líder del Parlamento– a partir de este jueves asumió de modo interino las funciones de jefe de Estado hasta que se celebren comicios presidenciales.
Considerado Isayev una figura de transición sin ambiciones políticas propias, en la práctica el premier Dzhaparov tendrá en sus manos el poder real y deberá, como una de sus prioridades, convencer a Rusia de que Kirguistán, bajo su mando, seguirá siendo un leal aliado en Asia central, pese al creciente interés de ganarse a la élite kirguisa que, con sus millonarias inversiones, muestra China de unos años para acá.