La Jornada del campo
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Número 156 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
+COVID-19

Agroecología urbana en tiempos de COVID-19

Marcos Cortez Bacilio

En esta época, no sólo en Guerrero, sino en gran parte del territorio mexicano y de todo el mundo, hay una oleada de crisis muy peculiares que no pueden abordarse por separado, ya que están interconectadas una de la otra. En este sentido, el COVID-19 ha expuesto la vulnerabilidad del actual sistema agroalimentario y los efectos sobre la agricultura familiar. También nos revela cuánto está ligada la salud humana y no humana, a la alimentación, a la producción y al equilibro ambiental. Sin duda, la pandemia es un llamado de atención que nos lleva a repensar desde lo local nuevas acciones estratégicas de relacionarnos con el entorno.

La urgencia de un nuevo sistema agroalimentario

Coyuca de Benítez, fue declarado como Zona de Atención Prioritaria (ZAP) de 2013 al 2018. Su alta marginación, dio cabida a la implementación de diversos programas (PESA, PIMAF, Masagro, Pro-Agro Productivo, Subsidio al Fertilizante, Maíz para autoconsumo, etcétera) encabezados en su momento por la Cruzada Nacional Contra el Hambre (CNCH), los cuales fueron promotores para garantizar seguridad alimentaria en todo el país. Sin embargo, durante el primer año de la declaratoria existieron indicadores oficiales de “mejora al acceso a alimentos a nivel municipal”, no obstante, la comida de mala calidad como: embutidos, endulzantes, jugos embotellados y una variedad de frituras con alto nivel en calorías, trajeron cambios en la cultura alimentaria que repercutieron en la salud humana, en padecimientos prematuros de obesidad y diabetes. El poco consumo de alimentos tradicionales nutritivos elaborados en casa y la pérdida de autosuficiencia alimentaria local, fueron algunos de los resultados. Con la puesta en marcha de esta política agroalimentaria, el gobierno pretendía enfrentar la crisis alimentaria, con la ejecución de 500 comedores en todo el estado de Guerrero, con el argumento que “sale más barato importar que producir”. No obstante, esta situación intensificó que México que se convierta en uno de los principales importadores de variados alimentos, alcanzando entre el 45 y 50 por ciento de los comestibles que consume. Es contundente que el sistema agroalimentario y sus programas productivos han deteriorado la seguridad y soberanía alimentaria a nivel nacional, interviniendo en la erosión de prácticas tradicionales y sistemas diversificados de producción de alimentos, que han sido desplazados por tecnologías rudas, sistemas sofisticados y programas clientelares.

Actualmente, las acciones del gobierno federal y estatal contra la pandemia, se centralizan en el sector salud, situación que es una réplica a nivel municipal mediante brigadas de concientización y sanitización, entrega de cubre bocas y equipamiento sanitario preventivo en el hospital comunitario. Mientras que en la cuestión alimentaria que también es un escenario de primer orden, sólo prevalece la distribución de despensas y la reactivación de comedores comunitarios, -que hasta el momento van 73- sin contemplar que en la era post COVID-19, se estima una escasez de alimentos en todos los rincones del municipio, y no deberíamos optar por la importación y dependencia de alimentos como en los tiempos de la CNCH, sino en darle prioridad a la producción, compra y venta local de alimentos y encaminar políticas públicas afines a cada contexto rural y urbano.

Acciones estratégicas en la era de confinamiento

A nivel regional, organizaciones sociales encabezadas por la Unión de Pueblos para el Desarrollo Sustentable del Oriente de Coyuca y Poniente de Acapulco (UP) y la Universidad Campesina del Sur (Unicam Sur), han advertido y señalado durante más de una década que la agricultura industrial es ecológicamente pobre, dependiente de insumos externos, susceptible al cambio climático, y vulnerable en el abastecimiento de alimentos, como lo demuestra hoy la pandemia. Frente a este escenario, el pasado 21 de abril, propusieron al Ayuntamiento de Coyuca de Benítez, un programa piloto de “Agroecología Urbana”, para la producción de alimentos y aprovechamiento de traspatios, jardines, terrazas, azoteas, andadores, balcones, macetas u otros contenedores al alcance de las familias.

Con esta iniciativa se busca fortalecer el sistema inmunológico de la población, cultivando sus propios alimentos -sanos y nutritivos-. En este sentido, aprovechando el “quédate en casa, produciendo tus propios alimentos”, crea la oportunidad de aprender de nuevo a vivir y disfrutar de los seres queridos. Las familias se mantendrán en su hogar realizando actividades productivas y recreativas (trabajo en equipo de acuerdo a sus capacidades y recursos locales) que giran en torno al huerto, utilizando y re-utilizando en gran medida recursos materiales, que se encuentran en casa. Siendo este un proceso socialmente activante, en el que todos los miembros de una familia se interrelacionan, asumiendo roles diversificados ante una necesidad común.

Formalmente, -después de 3 meses de espera- la propuesta se puso en marcha el pasado 31 de julio en un promedio de 20 comunidades del municipio de la parte urbana/suburbana, beneficiando a 1,000 familias. Dicho programa facilitará un paquete hortícola que consiste en: 50 kilogramos de abono orgánico (lombricomposta), 8 variedades semillas criollas de hortalizas de la región y un juego de mini-herramientas. Además, contará con el acompañamiento pedagógico de miembros de la Dirección de Agricultura del Ayuntamiento, mancomunadamente con el equipo coordinador de las organizaciones sociales, sumando así al trabajo colaborativo para fortalecer prevención y la participación ciudadana en esta iniciativa de política pública local en la era de confinamiento. De ella se espera que se encamine hacia un programa agroalimentario municipal permanente y fluya a más familias en los subsiguientes años, partiendo de los resultados y beneficios esperados: mejora alimentaria, incremento la salud física y mental, el respeto por la naturaleza y represente un ahorro familiar al disminuir costos en la compra de hortalizas.

En estos momentos necesitamos desalambrar surcos mediante transformaciones sociales, trabajar en conjunto sociedad civil, organizaciones sociales y gobiernos. Es necesario que en forma coordinada escalonen alternativas al sistema agroalimentario actual, en vísperas de una transición hacia una agroecología urbana, socialmente más justa, económicamente viable, ambientalmente saludable. Hoy la crisis pandémica nos está mostrando que es tiempo de proponer y exigir políticas públicas acordes con la etapa post COVID-19. Es urgente, entonces, invertir en agroecología y mantener vivos los mercados locales y tianguis campesinos con las medidas sanitarias pertinentes, y con ello, que se mantengan vivos los intercambios solidarios de alimentos, trueques y ventas de productos de origen vegetal. En tal sentido, es de gran importancia activar la agroecología urbana con la producción de “huertos en casa”, reconociendo que es una de las alternativas para enfrentar la pandemia no sólo a escala local. Es momento de interesarnos y tomar el control de nuestra salud y alimentación. Y la mejor manera es organizarnos desde nuestros hogares con nuestra familia, en vísperas de tener un futuro más alentador en la era de la nueva normalidad. •