México cuenta con una superficie de aproximadamente 50% de tierras semiáridas, donde crecen agaves y acacias que no son apreciadas en todo su potencial a varios niveles: medioambiental, porque restauran ecosistemas naturales y tierras erosionadas y fomentan la floración y polinización; biocultural, porque forman parte del paisaje con especies silvestres o cultivadas; económico, ya que brindan recursos a las poblaciones campesinas, al utilizarles como madera, biocombustible, fibras, forraje y bebidas espirituosas como pulque, mezcal y tequila; nutritivo, porque brinda alimentos y plantas medicinales, locales y de alta calidad para las comunidades; resiliencia, porque resisten sequías, evitando el desperdicio de agua; y sobre todo, por su capacidad para enfriar el planeta y combatir el calentamiento global por su alta capacidad de captura de carbono.
Actualmente en México existe un debate sobre la necesidad de superar el modelo de agricultura industrial que tan nocivo ha resultado para el planeta y la salud humana, con el uso de agroquímicos y semillas genéticamente modificadas, con su herbicida letal, el glifosato. Es necesario trascender hacia un proyecto de nación agroecológico, orgánico y regenerativo del suelo, el agua, el aire, el medioambiente, los insectos polinizadores, el tejido comunitario y la salud humana, en el que los agaves y acacias deben ocupar un lugar central en las políticas públicas para el campo.
Esto porque los agaves y las acacias son fijadores de nitrógeno, tienen la capacidad de reducir y aislar enormes cantidades de CO2 y producen más biomasa a ras y debajo del suelo. Además de que, ambas especies son ideales para climas áridos y cálidos y una vez sembrados y adaptados, no requieren de riego y son resilientes ante grandes sequías.
Algunos proyectos regenerativos desarrollados en México a través de reforestería han sido sumamente exitosos en la producción de alimentos de manera sustentable, limpia y local. Sobre todo, si son complementados con el Sistema MIAF (Milpa Intercalada con Árboles Frutales), podrían contribuir a preservar la soberanía alimentaria, enfriar al planeta y fomentar la economía campesina e indígena.
A continuación, mencionamos algunos de ellos: durante la primera década del siglo XXI, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) impulsó un proyecto de reforestación con nopales forrajeros, tuneros y magueyes en áreas deforestadas de los estados del norte de México como Zacatecas, Chihuahua, Aguascalientes, Nuevo León, Durango, Guanajuato, Jalisco, Querétaro, San Luis Potosí y Tamaulipas (Vázquez, Rigoberto et. al. 2010) el cual permitió restaurar las tierras.
En 2018 se impulsó el Proyecto del Millón de Agaves por Vía Orgánica, Regeneration International y Organic Consumers Association en la región del bajío de Guanajuato, para regenerar ecosistemas a través del crecimiento de plantas de agave y acacias que fijan nitrógeno con pastoreo rotacional de ganado. Este proyecto hace posible obtener un alto sistema de biomasa, alta producción de forraje y almacenamiento de billones de toneladas de CO2 que contribuyeron a enfriar al planeta. El proyecto es patrocinado por donaciones e inversiones públicas y privadas y se ha aplicado en poblaciones como San Miguel de Allende, Dolores Hidalgo y San Luis de la Paz.
Uno de los casos más destacados es el proyecto liderado por el Dr. Juan Frías en San Luis de la Paz, Guanajuato, donde las comunidades campesinas están regenerando sus campos con mezquites y agaves de alto crecimiento. Con ello están logrando producir 43 toneladas de biomasa por hectárea al año, así como forrajes altamente nutritivos para el ganado, luego de un proceso de fermentación (Vía Orgánica, 2019).
Estos casos han sido emblemáticos en varias regiones del país, por lo que hay que impulsarlos en conjunto con el sistema MIAF, ya que su masificación contribuiría a recuperar la soberanía alimentaria, combatir el cambio climático y brindar beneficios ecológicos y económicos a las comunidades campesinas e indígenas del país. Este es uno de los grandes retos para producir alimentos de forma agroecológica y orgánica sin el uso de agroquímicos que tanto daño han hecho a la biodiversidad de nuestro país y del mundo. •