De la voz y una canción
o es que me asombre mi voz, / es que toda voz asombra, / quiera o no quiera algo nombra, / oscura, límpida, atroz / o finísimo hilo de oro. / Mayor que la voz tesoro / no hay en uno, en nadie, no. / A escuchar atento que / quiere decirnos esté, / estemos, usted y yo.
Que la voz quiere cantar / todos lo saben y canta, / deja limpia la garganta / ante el placer o el pesar, / Sentido y significado / y algo más en lo cantado / quien de voces sabe encuentra. / Ese algo más es lo menos / que hay que hallar en los terrenos / vocales. La mente centra. // Centra en la voz tu atención, / en la tuya, en la de todos; / detrás de todos los modos / de la voz está el filón / de lo que buscas a tientas. / Desde la voz lo que intentas / encontrar encontrarás. / Haz a un lado, dice, el ruido, / la voz, sólo eso te pido, / de mí, y entonces verás.
El sexto sentido se abre / si los cinco que tenemos / en su centro los ponemos, / la voz, y que se apalabre / la percepción esperemos / desde ese centro, y veremos / lo que vinimos a ver, / y después a ver qué hacemos, / fácil no es cuando sabemos / de verdad lo que hay que hacer.
Voz es deber de la vida, / fácil se oye, no lo es. / Volverse pájaro el pez, / puede ser, mas no en huida. / Hablar, cantar, discurrir / obliga a bien discernir / y a desde allí en consecuencia / actuar, el habla es Sibila, / su oráculo nos vigila / desde ultraterrena ciencia.
La voz es lo más profundo / de nuestro evidente ser / y su infinito poder / nos lleva hasta el otro mundo / sin de éste sacarnos, quiere / que sepamos lo que quiere / de nosotros nuestro aliento, / que aire solamente no es, / algo dice de una vez / que eternal fue en un momento.
Ya me despido, señores, / señoras, ya me despido. / De la voz hay profesores, / mas la maestra es la voz. / Atiendan ese sonido / y encomiéndenseme a Dios.
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Si acaso de amor yo muero, / y eso quiero, / que nadie llore por mí. / Pero si / no ocurriera como espero, / no es así, / que nadie llore por mí. / Cierta vez amor entero / supe ser, fui. / Qué frescura aquel venero / del que bebí. / Volverán, no desespero, / ese entonces, ese ahí… / Pero si de amor no muero / que nadie llore por mí.