ste año la ciudad de Oaxaca no celebró la tradicional Gelaguetza, expresión musical y dancística del estado con mayor diversidad cultural y biológica. Sin embargo, es noticia en todos los medios de comunicación del país y los principales del exterior. El motivo: el Congreso local prohibió la venta de productos chatarra a los menores de cinco años. Un duro golpe a las poderosas empresas que elaboran lo mismo refrescos que diversos productos (gansitos, chocorroles, papitas) que ocasionan obesidad, diabetes y problemas cardiovasculares, enfermedades que afectan al país. La reacción de los poderosos empresarios que elaboran tales productos no se hizo esperar. Pero la medida tuvo una aprobación ciudadana tan generalizada que ya otras entidades, como Tabasco, legislaron al respecto y la Ciudad de México promete hacerlo pronto.
A esta buena iniciativa debía sumarse en Oaxaca otra relacionada con uno de sus patrimonios más importantes: la zona arqueológica de Monte Albán. Fue en 1931 cuando don Alfonso Caso inició los trabajos de exploración en dicha zona. Abarcaba 426 hectáreas y fue declarada por la Unesco en 1987 patrimonio cultural de la humanidad, junto con el Centro Histórico citadino.
Seis años después, el gobierno federal fijó en 2 mil 78 hectáreas el polígono para protegerla. Luego, en los años 2000 y 2002, el estatal aprobó normas con la misma finalidad y realizar tareas de reforestación en sus alrededores.
Sin embargo, los habitantes de Santa Cruz Xoxocotlán exigieron la reposición o indemnización por 426 hectáreas incluidas en el decreto federal de 1993. Alegaron que son de su propiedad y que violan los derechos agrarios de ejidatarios, comuneros, de pequeños propietarios y colonos asentados en dicha extensión.
Denunciaron, de paso, que durante el mandato del gobernador Diódoro Carrasco se quiso realizar el proyecto Monte Albán Siglo XXl
y con ello privatizar áreas para inversionistas nacionales y extranjeros.
Hace dos años el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), anunció la expropiación de predios para proteger la zona arqueológica, adquiriendo casi 140 hectáreas ubicadas en Santa Cruz Xoxocotlán. El propósito: evitar la presencia de actividades ajenas a las labores de conservación, preservación e investigación. Y, algo fundamental: frenar el crecimiento anárquico de la mancha urbana de la ciudad a costa del polígono de protección de Monte Albán.
En noviembre pasado se desató la violencia entre los grupos que se han ido apoderando de terrenos dentro del citado polígono. Hubo un muerto y varios heridos, y ningún culpable de lo ocurrido. Gabino Cué, gobernador del estado, anunció entonces que el INAH colocaría una barda de protección para evitar la expansión de la mancha urbana hacia el sitio arqueológico. No se ha construido y sigue la apertura de accesos y la lotificación y venta de terrenos en la zona, ocasionando daño y pérdida de un patrimonio cultural único. Con el agravante de que las instancias federales, que por ley deben proteger los vestigios arqueológicos, no intervienen para evitar lo peor.
Dichas autoridades, igual que las estatales y las locales de los cuatro municipios incluidos en el polígono de la zona arqueológica, conocen los mecanismos para invadir y vender allí lotes a quienes no tienen dónde edificar su vivienda. Sus promotores: comisariados ejidales y comunales, así como líderes
y organizaciones vinculadas con grupos políticos locales.
Monte Albán es uno de los sitios arqueológicos más importantes de Mesoamérica y está en peligro. Salvaguardarlo exige la intervención decidida y coordinada de las diversas instancias gubernamentales.
Una forma de lograr tal propósito es hacer realidad el Plan Nacional de Desarrollo Urbano, así como el estatal y el de los cuatro municipios involucrados en el polígono.
Se rompería así la política de validar y regularizar la invasión de los terrenos que rodean el núcleo central del sitio arqueológico. Un patrimonio de la humanidad que tanto defendió Francisco Toledo. Hoy lo hace José Luis Bustamante del Valle, su amigo cercano y gran conocedor de los problemas antes referidos. Sería imperdonable que las autoridades no preservaran la cordillera donde luce esplendorosa la gran plaza de Monte Albán y las construcciones prehispánicas que la rodean.