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Deceso de Olivia de Havilland apaga la última estrella de la época dorada de Hollywood

Se dice que El Indio Fernández estuvo tan enamorado de ella, que bautizó una calle con su nombre

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▲ La actriz –en 1963 (a la izquierda) y en 1986– murió a los 104 años en su residencia de París.Foto Ap y Afp
 
Periódico La Jornada
Lunes 27 de julio de 2020, p. a10

París. La legendaria actriz Olivia de Havilland, considerada la última estrella viva de la época dorada de Hollywood y ganadora de dos Óscares, murió a los 104 años de edad el sábado pasado en su residencia de la capital francesa, donde vivía desde hace 65 años.

Intérprete en La heredera, Lo que el viento se llevó y Robin de los bosques, falleció plácidamente mientras dormía.

Nacida en Tokio en 1916, de padres británicos –la actriz Lillian Fontaine y Walter de Havilland, abogado especialista en patentes–, vivió una infancia caracterizada por un delicado estado de salud, la opresión de su totalitaria madre y la enemistad con su hermana Joan Fontaine, también actriz, relación que arrastró hasta el fin de sus días.

Tras la separación de sus padres, cuando tenía tres años, se trasladó con su madre a Estados Unidos donde se instalaron en San Francisco, California. Con tan sólo 19 años debutó en el mundo del cine, de donde llegó directa al estrellato hasta ganar dos Óscares.

Los aspectos reseñables de la vida de De Havilland son innumerables, como varias películas protagonizadas junto a Errol Flynn, su lucha judicial contra los estudios de cine por las duras condiciones de sus contratos de la época o su retiro a París al final de su carrera.

Morena de ojos grandes, de Havilland fue la última sobreviviente de los protagonistas de Lo que el viento se llevó. Obtuvo dos Óscares por La vida íntima de Julia Norris, en el que interpreta a una madre soltera, y La heredera, donde encarnó a una sencilla ama de casa, junto con Montgomery Clift. Con Errol Flynn coprotagonizó varios dramas, westerns y películas históricas y fue la memorable Maid Marian en Las aventuras de Robin Hood.

Dicen que Olivia de Havilland se convirtió en el amor platónico del cineasta mexicano Emilio El Indio Fernández (1904-1986), al punto de bautizar como Dulce Olivia la calle donde se encuentra la casa en la que el realizador residió gran parte de su vida, en el barrio colonial de Coyoacán.

Exigía papeles más difíciles

De Havilland a veces deseaba papeles más difíciles –como el que hizo de paciente de hospital siquiátrico en Nido de víboras–, pues sentía que sus cualidades físicas la encasillaban en personajes dulces y románticos.

Su personalidad proyectaba tanto ternura como fortaleza interna o audacia picaresca, versatilidad que llevó al crítico James Agee a confesar que se sentía vulnerable ante De Havilland en todo mi ser, con excepción del nervio cubital.

Demandó a Warner Bros en 1943, cuando el estudio trató de mantenerla atada al contrato después de que caducó, alegando que la habían suspendido porque rechazó ciertos papeles. Su amiga Bette Davis había sufrido una desventura parecida en los años 30, pero De Havilland ganó cuando un tribunal de California falló que ningún estudio tenía el derecho de prorrogar contratos sin consentimiento.

En 2008, De Havilland recibió la Medalla Nacional de las Artes y dos años después la Legión de Honor de Francia.