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Pandemia
La epidemia abre oportunidades a médicos refugiados en el país

Provenientes de Centro y Sudamérica, se suman a la lucha contra el virus

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▲ Una de las medidas para prevenir más contagios en el Centro Histórico de la Ciudad de México es tomar la temperatura a los transeúntes.Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de julio de 2020, p. 4

Al abandonar su país, en diciembre pasado, metió lo que pudo en dos maletas y dejó el resto atrás. Renunció incluso a su pasión: la medicina. Llegó a México consciente de que quizá no volvería a pisar un nosocomio. Pero con la pandemia las puertas se le abrieron y hoy forma parte del equipo de médicos que atienden a miles de pacientes en los hospitales Covid-19.

Soy de esos pocos casos donde la contingencia sanitaria abrió opciones. Para la gran mayoría no ha sido fácil, pero en lo personal, gracias a la pandemia, he vuelto a ejercer en mi área y a atender pacientes, lo que era mi mayor anhelo, afirma Rosmary Vieras Araujo, especialista en medicina interna y quien a finales de 2019 dejó su natal Venezuela buscando nuevos horizontes.

Al igual que ella, muchos profesionales de la salud, procedentes de Centro y Sudamérica –refugiados o solicitantes de asilo en México–, se han incorporado a los cuadros médicos de combate a la pandemia, con el apoyo de la oficina en México del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

En los meses de pandemia, el Acnur ha identificado a 114 extranjeros en esta situación que podrían sumarse a las instituciones del sector salud nacional. Se trata de mujeres y hombres médicos, enfermeros y paramédicos originarios de Colombia, Honduras, Venezuela, Cuba, El Salvador y Nicaragua. Hasta ahora, 17 de ellos ya trabajan en hospitales de Aguascalientes, estado de México, Ciudad de México y Chiapas.

Han logrado revalidar sus títulos y cédulas profesionales, por lo que han respondido a las convocatorias del gobierno federal para abrir espacios en la atención al Covid-19.

Rosmary, de 33 años, consiguió trabajo en la farmacia de una tienda de autoservicio hasta que llegó la pandemia. El 26 de abril empezó en el Hospital General de Tláhuac, uno de los centros Covid. Los primeros días fueron complicados, no se adaptaba al equipo de protección. Sentía que me asfixiaba, pero lo más duro era ver morir a la gente.

Su mayor miedo es infectarse y contagiar a su hija. Al terminar su turno en el hospital, se ducha y se cambia de ropa. Al llegar a casa, antes de entrar a su departamento, se desviste y desinfecta todo, deja fuera los zapatos. Todo el tiempo usa cubrebocas, incluso duerme con él, sólo lo retira para comer y bañarse.

Iriam González, de 33 años, llegó a México en marzo de 2018 con su esposo e hija. También se graduó en medicina en la Universidad de Carabobo, Venezuela, y es especialista en cirugía general por el Ministerio de Salud de su país.

Tras un largo proceso, la Comar les dio la condición de refugiados y hoy tienen residencia permanente. Al principio trabajó en un restaurante y después consiguió trabajo como doctora en una farmacia y en un corporativo.