¿Madurar como sociedad?
l problema es que confundimos costumbres con bienestar, de ahí el extendido y promovido prestigio del matrimonio y de la familia, prestigio, por lo demás, proporcional al creciente descrédito de ambas costumbres: casarse y tener hijos. Si la gente, gracias a los poderes civiles, religiosos y mediáticos, no siguiera identificando estas prácticas con la felicidad, hace tiempo que en el mundo habría menos matrimonios fallidos, menos hijos desamparados o malagradecidos y menos población aturdida y explotada.
Diseñar e imponer, por decir, protocolos mundiales de matrimonio y procreación, correspondería más a un relato de ciencia ficción o, instalados en las ideologías y creencias, a una medida fascista que atenta contra la libertad y la dignidad del ser humano, y otros añejos conceptos más o menos bien intencionados, aunque probadamente fallidos como costumbres. Desde luego, esta escandalizante normatividad atentaría contra la tradición y los comportamientos considerados buenos, pero si el planeta se encuentra hoy en esta complicada situación es, en buena medida, gracias a la falta de normas y reglas acordes con una realidad que por poco se le sale de control a los dictadores de las maneras correctas de actuar, y gracias al rezago de legislaciones siempre en favor de los poderes de toda índole.
De ahí la repentina preocupación de los gobiernos y de los hipócritas organismos internacionales por la salud de las personas, ahora amenazadas, ¡oh!, por un virus no tan letal como amedrentador para legitimar severas medidas emergentes que a la postre son peor remedio que la propia enfermedad.
Ya se dice que disminuye la crisis mundial con el pretexto del Covid-19, y se afirma que dicha crisis ha puesto en tela de juicio nuestras prioridades, modos de vida y funcionamiento de las sociedades, y que debemos madurar como sociedad. Pero aquí hay que hilar muy fino, porque, entonces, de nueva cuenta seguiremos acep-tando que se responsabilice a la sociedad, en abstracto, de las consecuencias de sus voraces manipuladores en concreto. ¿O seremos esclavos y consumistas natos?
Abrir los ojos, porque el virus de la ambición no terminará, y la pandemia de las manipulaciones de los poderes, tampoco, mientras los fantasmas del falso humanismo y la solidaridad emergente seguirán estorbando la toma de conciencia.