Sábado 11 de julio de 2020, p. a12
La conmemoración de los 50 años de la formación de la banda Mothers of Invention consiste en el lanzamiento de una caja con cuatro discos compactos llenos de temas inéditos.
Es el refrendo de un prestigio y la confirmación de la calidad musical de aquello que creó Frank Zappa (1940-1993).
A la luz del paso del tiempo, es claro cómo la muy amplia producción de una de las leyendas de la música ha crecido en reconocimiento.
Está a disposición, en las plataformas digitales, un océano de aventuras musicales: 70 piezas bajo el título general The Mothers 1970.
El riesgo, la diversidad, lo opuesto a lo trillado, lo estrambótico, han ocultado, durante este medio siglo, uno de los valores artísticos más importantes de la historia cultural del mundo.
La imposibilidad de encasillarlo es otro de sus tesoros y opera de forma exponencial: la mayoría piensa que Frank Zappa es un músico de rock; otros opinan que es un músico avant-garde; unos pocos logran ver sus hallazgos, sus contribuciones monumentales más allá de cualquier encasillamiento.
Tenemos entonces un poliedro, un creador legendario que con el paso del tiempo, finalmente, toma su lugar: un gigante de la música, al alcance de las masas.
Todos y cada uno de los 70 cortes en la opulenta caja The Mothers 1970 resiste todo análisis musicológico, incluso los pasajes que piden oídos muy atentos y concentrados, pasan de inmediato al territorio de lo disfrutable, lo interesante, lo intenso, lo apasionante.
Una manera de plantear el peso específico de Frank Zappa en la historia de la música es notar su filiación a movimientos musicales en boga para inmediatamente apartarse y crear su propio estilo.
Queda así rebasado el montón de intentos de encasillarlo: comedy rock, doo-woop, experimental pop, avant pop, jazz fusión, progressive rock, proto prog y demás monerías.
Frank Zappa había disuelto a las Madres originales en 1969. Un año después las reagrupó sin el Invention
y grabó el divertido álbum Chunga’s Revenge, donde da otra vuelta de tuerca a su estilo, siempre evasivo.
Hizo giras con las nuevas Madres y de ahí salieron los materiales de tres de los cuatro discos que ahora se publican para conmemorar aquella nueva maternidad. El primero de estos discos consiste en grabaciones de estudio realizadas en Londres.
Esa nueva formación maternal duró apenas siete meses, con el baterista Aynsley Dubar, el pianista George Duke, el organista Ian Simmons y tres integrantes de los Turtles: el extraordinario bajista Jim Pons y dos estrellas más, quienes por razones contractuales firmaron con seudónimo: The Phlorescent Leech & Eddie, o bien: Flo & Eddie, en realidad Howard Kaylen y Mark Voman.
Los cuatro discos que hoy nos ocupan no tienen desperdicio. Su escucha constituye una aventura llena de sorpresas, intrigas, comedia, relajo y pasajes orquestales que son lo mejor de Frank Zappa.
Cuenta la leyenda que Zappa se vio forzado a escribir letras de canciones porque su música instrumental no era atendida. Esa es una de las razones por las cuales sigue en media penumbra para buena parte de la melomanía.
El mercado de la música está cimentado en cancioncitas; la música instrumental es un apartado para exquisitos.
El anhelo mayor de Frank Zappa fue, precisamente, la música instrumental, en especial la música sinfónica.
Sus modelos fueron Edgar Var;ese, Igor Stravinsky y Anton Weber.
Muy niño conoció el genio de Varèse en un disco que compró con sus ahorros, porque el vendedor lo ofrecía como lo peor en música
y porque, decía Zappa, tenía en la portada el retrato en big close up de un científico loco.
Una obra en particular lo cautivó: Ionisation. La escucha del disco con las obras completas de Edgar Varèse, el científico loco en cuestión, hicieron ignición en su mente. Cuando cumplió 15 años, pidió como regalo a su mamá una llamada telefónica de larga distancia, para hablar con el señor Varèse, quien no estaba en su casa, pero cuando recibió el recado quedó de encontrarse con el muchacho aspirante a compositor. Nunca se dio ese encuentro. Sí se dio el encuentro, en cambio, de Frank Zappa con la música de concierto.
En su vasta discografía destaca un tesoro: Boulez Conducts Zappa: The Perfect Stranger, donde el legendario compositor Pierre Boulez (1925-2016) dirige tres obras para orquesta de Frank Zappa. La grabación se realizó en el Ircam, epicentro de la creación musical contemporánea.
Las cuatro obras restantes de ese disco están firmadas por The Barking Pumkin Digital Gratification Consort (El Consort Digital de la Calabaza que Ladra), que no era otra cosa que el Synclavier, uno de los primeros sintetizadores en la historia.
Otras figuras notables de la música de concierto grabaron obras orquestales de Frank Zappa: Zubin Mehta con la Filarmónica de Los Ángeles, y Kent Nagano con la Berkeley Symphony Orchestra . El autor del Disquero presenció un par de ensayos que realizó Frank Zappa, a principios de los años 80, enfundado en resplandeciente traje blanco, estilizado, en el Palacio de Bellas Artes con la Sinfónica Nacional, proyecto que no pasó a mayores por cierto.
El primero de los cuatro discos del Álbum The Mothers 1970 inicia con una Red Tubular Lighter: música instrumental.
Resulta evidente de esta escucha otra veta ignorada de Frank Zappa: su instinto para navegar siempre junto a los líderes. En esta pieza y en varias de los cuatro discos se nota la confluencia con grupos como Weather Report y Return to Forever, ambos creados y dirigidos por navegantes de la tripulación de Miles Davis: Joe Zawinull y Wayne Shorter en Weather Report, y Chick Corea, en Return to Forever.
Otros puntos de confluencia en la música de estos cuatro discos: King Crimson, The Rolling Stones, los mismísimos Beatles y otras muchas vertientes entre la conocida costumbre de Frank Zappa: mescolanzas, trivias, disquisiciones misceláneas, pastiche y citas, como aquel pasaje de la suite sinfónica Los planetas, de Gustav Holst.
Hay pasajes orquestales, juegos de música que conducen a Erik Satie, elaboraciones y abstracciones que recuerdan a Olivier Messiaen y muy poco de Stockhausen.
La celebración por el primer medio siglo del grupo The Mothers of Invention y sus secuelas, bien vale una sugerencia: pongamos a sonar la obra maestra de Frank Zappa; busquemos en Spotify, o en la plataforma de preferencia, el álbum Joe’s Garage Acts I, II & III, pongamos el disco dos y seleccionemos la pieza penúltima: Watermelon in Easter Hay.
He ahí la maestría de Frank Zappa, su guitarra en plan David Gilmour, la orquestación a todo galope, la banda a todo blues, el imaginario en el recitativo escrito por el maestro Zappa para su obra maestra.
Viva siempre Frank Zappa.