Lunes 29 de junio de 2020, p. 31
A pesar de la epidemia, muchas personas discapacitadas y de edad avanzada han tenido que seguir sobreviviendo de manera precaria en las calles de la Ciudad de México.
El señor José Dolores Clemente Mendoza, de 76 años e invidente, se dedica a tocar el acordeón en avenidas céntricas de la capital del país.
Desde los 12 años se dedica a esta actividad musical: Yo quería ser pianista, pero no se pudo, de todos modos llevo la música en la sangre
. Toca boleros, canciones mexicanas, italianas y pasodobles, entre otras piezas españolas.
Durante muchos años formó parte de tríos en Garibaldi, actividad que tuvo que abandonar cuando ya no pudo caminar.
Su esposa, Camila Miranda, lo ayuda y es quien lo lleva en silla de ruedas. Ella fue bailarina en su juventud.
El señor Mendoza afirma no tener ningún tesoro, excepto su acordeón; desgraciadamente, su instrumento, de fabricación alemana, le fue robado por unas personas que accedieron a llevarlo a un sanitario público, pero se quedaron con el acordeón, por lo que ahora tiene que usar uno prestado de menor calidad y con el cual no puede contar siempre.
Explica que a raíz de la epidemia es más difícil subsistir para personas como él, pues tiene que esforzarse más y carece de apoyo gubernamental, como despensa o material de trabajo.
A veces tiene que caminar desde el Centro Médico hasta la colonia Guerrero para reunir algún dinero por su trabajo.
De acuerdo con la organización Empleo Informal Globalizando y Organizando (Wiego, por sus siglas en inglés), alrededor de 4 mil 600 trabajadores no asalariados se autoemplean como aseadores de calzado, organilleros, vendedores de publicaciones y revistas atrasadas, vendedores ambulantes de café, mariachis o ayateros.
Sea por la falta de ingresos o porque se han tenido que aislar por disposición de las autoridades debido a la contingencia sanitaria, esta población no asalariada no está teniendo ingresos.