ase que se era un príncipe tan…, pero tan-tan…, que parecía campana. Quiero decir que el hombre iba a tiro por viaje o por tañido, de manera que, para evitar confusiones y que se entendiera como es debido a un personaje de alcurnia, sus más allegados optaron por procurarle la compañía de un Explicador.
Dicho cargo no estaba contemplado en la nómina oficial, pero no fue difícil hacer una recóndita maniobra para retribuirlo muy bien. Lo cierto es que se encontró alguien lúcido, de buena dicción y buen conocedor de la que, para el Príncipe, era una compleja secuencia del sujeto, el verbo y el predicado. Además, el escogido tenía otra cualidad no tan rara: había surgido del pueblo y estuvo presto a luchar por él con el ánimo de nunca volver a pertenecerle.
Gracias a su Explicador, pues, nuestro Príncipe podía decir cualquier cosa porque de inmediato saltaba su colaborador a la palestra para dejar claro “lo que su excelencia quiso decir…”
El caso es que, a la postre, la ciudadanía nunca supo a ciencia cierta si lo que decía el Explicador era en verdad lo que el Príncipe quería o correspondía al deseo de él mismo o al de la Principesa, quien tenía también mucha vela en el entierro.
Quiero recordar además que, dicho Príncipe, fue el más rico que ha tenido su reino, dado que, no por obra y gracia suya, el valor de lo que se obtuvo del subsuelo nacional multiplicose por cinco durante su reinado. De tal manera, como no le dio el magín para más, no se le ocurrió otra cosa que abrir una partida que denominó excedentes petroleros
, de la que iría saque y saque dinero para llenar generosamente los bolsillos de los tirios y troyanos que andaban en su derredor.
Claro está que servicios públicos como el de salud y de otra índole, que debían beneficiar a quienes menos tienen, le valieron una pura y dos con sal.
Pero, eso sí, agradecido con sus antiguos patrones de esa destacadísima compañía refresquera, que tanto ha contribuido al desarrollo de la diabetes nacional y a incrementar la presión sanguínea en las arterias de toda la ciudadanía, prácticamente le regaló los mantos acuíferos de San Cristóbal de las Casas.
De esta manera, gracias al millón y medio de litros de agua que se extraen diariamente del valle de Jovel, el consumo del oro negro embotellado
ha crecido enormemente en Chiapas, consolidando su liderazgo en desnutrición y descalcificación que ostenta.
La bondad de la benéfica corporación es tan grande que durante la emergencia sanitaria
sus refrescos fueron considerados esenciales
y siguió laborando tranquilamente para que los mexicanos de Chiapas y demás, no fuesen a padecer escasez.
¿Es éste uno de los logros empresariales que hoy día se defienden en aras de la libre empresa y el desarrollo social y económico de los mexicanos? No puedo ni imaginar la pataleta de algunos clanes si la Comisión Nacional del Agua revocara la concesión a tan bajo precio. Tal vez el Príncipe de marras no era tan bruto, pero vivillos sí hubo en su derredor y muy pillos que han vivido muy felices.