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Áspera nueva normalidad // No es lo mismo que lo mesmo

D

e por sí la normalidad normal –valga el término– nada grata resultaba antes de la pandemia, pero la perspectiva de la nueva normalidad que se avecina no es muy estimulante que se diga, tanto en materia de salud pública (habrá que acostumbrarse a convivir con el bicho) como por los efectos económicos y sociales.

El número de contagios se incrementa día a día y ya supera los 5 millones, con Estados Unidos a la cabeza (más de 1.5 millones, sin olvidar que el salvaje de la Casa Blanca defendía la tesis de que sólo se trataba de una gripita) y sus casi 100 mil muertes. Si de primitivos se trata, en América Latina destacan los casos del presidente brasileño Jair Bolsonaro y del mandatario chileno Sebastián Piñera, también creyentes de la gripita.

El panorama, pues, no se vislumbra agradable, y como muestra están las más recientes estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), institución que ayer divulgó su análisis, en conjunto con la Organización Internacional del Trabajo –del que se toman los siguientes pasajes–, Coyuntura laboral en la región; el trabajo en tiempos de pandemia: desafíos frente a la enfermedad por Covid-19. Va, pues.

En los primeros meses de 2020 se propagó por el mundo el Covid-19 y la emergencia sanitaria que originó hizo necesaria la aplicación de políticas de aislamiento social, lo que redundó en la interrupción de las actividades económicas a una escala nunca vista. Se estima que este año la economía mundial registrará una caída del producto interno bruto superior a la observada en varias décadas, y se constatarán grandes retracciones en el volumen de comercio mundial (entre 13 y 32 por ciento).

La reducción de la actividad económica –en China, Estados Unidos y Europa, particularmente– tendrá repercusiones negativas en América Latina y el Caribe en términos de volumen y precio, sobre todo, de las materias primas. Algunos importantes sectores productivos de los países de la región están insertos en cadenas globales de valor en las que Estados Unidos y China desempeñan un papel fundamental.

Muchos países se verán gravemente afectados por la reducción de las remesas y la disminución del turismo. Además, el deterioro de las condiciones financieras a nivel mundial ha aumentado la volatilidad regional a niveles históricos y se han producido salidas masivas de capitales desde los mercados emergentes, una depreciación de la mayor parte de las monedas ante el dólar y fuertes aumentos de los niveles de riesgo soberano.

Este escenario provocará la mayor crisis económica y social de la región en las últimas décadas, que afectará de manera muy negativa al empleo, la lucha contra la pobreza y la reducción de la desigualdad. Según estimaciones de la Cepal, la contracción económica sería de 5.3 por ciento del PIB regional, lo que podría provocar un aumento de la tasa de desocupación de al menos 3.4 puntos porcentuales.

De acuerdo con la OIT, la crisis causará una reducción de alrededor de 10.3 por ciento de las horas de trabajo en el segundo trimestre de este año, lo que equivale a 31 millones de trabajadores a tiempo completo (suponiendo un tiempo de trabajo de 40 horas semanales).

Asimismo, se espera un marcado deterioro de la calidad del empleo, debido al aumento de la informalidad y la reducción de las jornadas laborales y de los salarios, lo que repercutirá en los indicadores sociales. La Cepal estima que la tasa de pobreza podría aumentar hasta 4.4 puntos porcentuales y la pobreza extrema 2.6 puntos con respecto de 2019.

Las rebanadas del pastel

No es lo mismo que lo mesmo. El presidente López Obrador deja en claro que su gobierno no está en contra de la generación de energías limpias, sino de la corrupción, el saqueo, los contratos leoninos y el influyentismo que prevaleció durante el periodo neoliberal en la industria eléctrica. Y ante la campaña de los empresarios del ramo subraya: ese es el fondo del asunto; no se suspende, no se cancela ningún contrato, no hay expropiaciones, no hay estatismo.