Letales, rumores de que ahí dejan morir a los enfermos
Lunes 18 de mayo de 2020, p. 6
En el momento más crítico de la pandemia de Covid-19 en México, la desinformación y el miedo parecen estar provocando casi tantas muertes como el propio coronavirus. Y es que si la enfermedad de por sí es letal en algunos casos, a ello se suma que muchos pacientes retrasan su llegada al hospital justamente por temor –de ellos y de sus familias– de que ahí hagan algo en contra de su vida.
Paradojas de la época de las fake news: el personal que podría salvar a los enfermos se vuelve blanco de las sospechas y el miedo de mucha gente que ya no sabe dónde termina el rumor y dónde empieza la verdad.
Una víctima de esta contradicción parece haber sido Everardo M, quien hace unos días falleció a los 58 años de edad, poco después de ingresar al área de urgencias del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER).
El pasado miércoles en la tarde, la familia de Everardo llegó a toda prisa al nosocomio, a bordo de un taxi que más parecía un huracán, en medio de claxonazos, rechinidos de llanta y gritos de desesperación.
Ante la mirada sorprendida de la gente que hacía guardia ahí, en espera de saber de sus familiares enfermos de Covid-19, la esposa y los hijos del hombre lo sacaron en andas y ayudaron a subirlo en una camilla.
Sin embargo, luego de poco más de una hora, los médicos salieron a anunciar lo que nadie quiere oír: no habían podido hacer más por el paciente y falleció. Para ese momento las casi 10 personas que esperaban noticias de él –entre ellas su mujer, sus hijos y sus yernos– estallaron en llanto, en medio del silencio respetuoso de los demás presentes.
Aunque la señora María J, su viuda, asegura que la causa de la muerte fue un paro cardiaco y no el Covid-19, el miedo a contraer esa enfermedad pudo a final de cuentas haber jugado un papel decisivo en el fallecimiento.
“Ya se sentía mal desde ayer, pero no quería venir a un hospital porque decía que ahí estaban matando a la gente. Ahorita nos lo tuvimos que traer a fuerza, pero ya no llegó. Hace 26 años estábamos juntos… y hasta que la muerte nos separó”, cuenta la mujer, quien trabaja lavando platos en un restaurante del Centro Histórico, hoy cerrado por la cuarentena.
En un escenario de pandemia, donde la muerte es algo frecuente, los empleados de las agencias funerarias se han vuelto parte de la cotidianidad de los hospitales. Uno de ellos explica que le pueden brindar a los deudos el servicio de cremación en 8 mil pesos y el de inhumación en 10 mil.
–¿Y se pueden velar los restos?
–No, eso no, porque el cuerpo de la persona tiene que ir emplayado –envuelto en plástico–, por seguridad. Si quieres, podemos ir a tu domicilio, máximo 15-20 minutos, a que se despidan rápido, y después nos tenemos que ir –aclara un promotor de servicios fúnebres.
A la familia de Everardo, cuenta su viuda, cubrir los gastos de improviso les costó unos 18 mil pesos, entre el alquiler de la carroza, la preparación del cuerpo y el ataúd.
Pero el miedo que sentía este hombre por los hospitales en tiempos de coronavirus no era un caso aislado. No son pocas las personas que aceptaron internar a sus familiares con muchas dudas y reservas.
Yo la verdad tenía desconfianza y no quería traer a mi mamá, porque ya ves tantas cosas y tantos videos que suben en Facebook y en YouTube, de que (a los pacientes) los están dejando morir
, cuenta Nayeli, comerciante de ropa, mientras aguarda afuera del INER.
Reyna Suárez, quien llevó a ese mismo instituto a su esposo Román después de dos semanas de tener problemas respiratorios, comparte los mismos temores. “Mi hija me dijo: ‘no lo podemos meter a una clínica. ¿Qué tal que le pasa algo y ya no sale? Tenemos referencias de que a la gente la meten ahí y se muere’. Pero desde el jueves no había comido nada y hasta se encogía para toser”.
Una de las cosas más duras del momento en que sucede una muerte por coronavirus en un centro de salud, dice Monserrat, afuera del Hospital de Xoco, es que la gente termina reprimiendo el impulso de mostrar su solidaridad.
“Uno está acostumbrado a ir al abrazo, pero la mayoría guarda silencio y distancia, porque al final nos seguimos cuidando. Cuando alguien muere, hay un silencio rotundo aquí afuera… y después, a agarrar de nuevo la esperanza que se te va por el ratito en que se da esa noticia.”